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EL GRAN SALTO ADELANTE


Noviembre de 1957, Mao en Moscú. Está impresionado por el primer sputnik que los rusos acaban de poner en órbita, y muy celoso por el anuncio de Khrushchev de que, en 15 años, la economía de la URSS habrá sobrepasado a la de Estados Unidos. Así que -con los mismos datos, planificación y fundamento que si se encontrara en la barra de un bar- el Líder Supremo chino afirma que en ese mismo periodo de tiempo China adelantará a Inglaterra. El Gran Salto Adelante acaba de ser formulado.

Hay dos cuestiones previas relevantes.

La primera, que entre el otoño de 1955 y la primavera de 1956, molesto con el retraso económico de China, Mao ha acelerado el ritmo de la colectivización en el campo y ha exigido enormes incrementos en la producción de cereales, algodón, carbón y acero: es la Marea Alta Socialista -o Pequeño Salto Adelante-. Sus directrices han sido los Dogmas comunistas y la Voluntad del Líder, y sus resultados una severa escasez de material y hambrunas en distintas partes del país. El Premier Zhou Enlai ha aconsejado entonces frenar el ritmo de la colectivización agraria: es imposible no ver semejanzas con la primera colectivización de Lenin y su forzado retroceso a la Nueva Política Económica. Hablamos de colectivización. ¿Qué es? Básicamente despojar al campesino de absolutamente todo -sus tierras, su ganado, sus casas, sus enseres, su libertad, su dignidad y su fuerza de trabajo-, reunirlo en comunas, y alimentarlo si se porta bien. Todo comunismo es un sistema de reparto de la riqueza por parte del poder, para lo que previamente ha tenido que apoderarse de ella. Para crear la riqueza, normalmente el sistema es mucho menos eficaz.


La segunda cuestión a tener en cuenta es que, un año antes de su visita a Moscú, Mao ha ensayado un breve periodo de apertura que se conocerá como la Campaña de las Cien Flores:

«Que 100 flores florezcan, que 100 escuelas de pensamiento compitan».

La idea también ha partido de Zhou Enlai, y Mao la ha refrendado contra el consejo de la mayoría de los que lo rodean. Pretendía estimular entre los intelectuales un debate más o menos abierto sobre los problemas económicos y políticos del país, pero la cosa se les ha ido enseguida de las manos: tras unos momentos iniciales de duda, la gente se ha animado a escribir críticas y sugerencias de todo tipo, y algunos han llegado a cuestionar la legitimidad del partido comunista para mantenerse en el poder. Mao ha prescindido entonces de las flores y ha aprovechado para purgar como “derechistas” a todos aquellos suficientemente imprudentes como para haber aventurado críticas. ¿Era esto lo que el Líder Supremo tenía en mente desde el principio, o se ha limitado a aprovechar las circunstancias cuando el proyecto se ha torcido? No lo sabremos, y es bastante irrelevante. La represión, dirigida por Deng Xiaoping, envía a estudiantes y intelectuales a campos de trabajo. Todo pensamiento crítico es deshecho, y esto también contribuye a explicar el éxito del Gran Salto Adelante.



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China -piensa Mao- tiene que “caminar sobre dos piernas”, la agrícola y la industrial: para el progreso del país la producción en ambas debe aumentar drásticamente. Para provocar el salto en la producción agrícola Mao inventa un revolucionario plan hídrico para retener, dosificar y repartir el agua. Así se inicia en otoño de 1957 un programa de construcción de embalses, canales, acequias y sistemas de irrigación que deberán llevar el agua a las regiones más áridas y prevendrán las inundaciones de las más lluviosas. ¿Quiénes son los expertos consultados? No muchos. Los ingenieros que se han atrevido a objetar localizaciones concretas de presas, o la viabilidad de determinados proyectos, han sido inmediatamente calificados de “derechistas” y purgados en consecuencia. La única fuerza motriz, de nuevo, es la Clarividencia y Voluntad del Líder. En eso, aclara Mao, consiste el culto a la personalidad:

«¿Y qué tiene de malo la adoración? La verdad está en nuestras manos, ¿por qué no debemos adorarla? Cada grupo debe adorar a su líder, no puede hacer otra cosa que adorar a su líder».

Aparte de su Voluntad Mao cuenta con una ingente mano de obra, y para materializar sus proyectos hídricos convierte a los campesinos en esclavos. Desde los primeros meses de 1958 millones de ellos son enviados a trabajar en remotos proyectos lejos de sus hogares, sin alimentación ni descanso suficiente; son estabulados en gigantescas comunas bajo estricto control militar. Así comienzan las muertes por agotamiento, desnutrición y accidentes..


En cuanto a la pata industrial del Gran Salto Adelante, la clave está en el acero: su producción anual es para Mao la cifra mágica que revela el puesto de cada país en la modernidad. En junio de 1958 pregunta a su Ministro de Metalurgia si es posible doblar la producción y éste, prudentemente, contesta: «sin ningún problema». La receta: construir «un horno en cada patio trasero». ¿No será ineficiente? ¿No se perderán economías de escala? No. No hay que fiarse de la tecnología burguesa, y la sabiduría del pueblo encontrará soluciones eficaces. Así comienzan a construirse hornos artesanales en cada pueblo, que producen un acero de muy mala calidad a un altísimo coste. A cambio engullen todos los enseres domésticos, aperos de labranza y cualquier utensilio metálico que se encuentre a su alcance. También consumen el tiempo que los campesinos necesitan para atender los campos.

Dice Hanna Arendt que la principal obra del totalitarismo es sustituir la realidad por un decorado, y eso es exactamente el Gran Salto Adelante: la propaganda y la realidad no conectarán en ningún momento. Una competición se desata en el Partido: con el fin de destacar, los dirigentes provinciales se dedican a exhibir unas cifras impresionantes –y perfectamente falsas- de producción agrícola e industrial. Sobre esas cifras ficticias se calculan las cantidades que deben destinarse a las ciudades y a la exportación, pues para industrializar el país Mao necesita imperiosamente importar equipamiento y su balanza comercial se resiente. La única cifra que realmente se puede reducir para mantener el decorado es la destinada a alimentar a la población local. Así, China continua exportando cereal mientras produce hambre, y los cadáveres de los campesinos comienzan a acumularse debajo de las alfombras.


¿Y Mao? Por todas partes le llega información de que las cosas están funcionando francamente mal pero, luchando por implantar el paraíso comunista en la tierra, considera normal algunas bajas por el camino -el paraíso es ficticio; los muertos, reales-. En octubre de 1958 Tan Zhenlin, comisario político entonces a cargo de la Agricultura, imparte instrucciones a los dirigentes del sur de China: «Debéis combatir a los campesinos (…) Hay algo ideológicamente equivocado en vosotros si tenéis miedo de ejercer la coerción». En noviembre el jefe del partido en Yunnan se decide a mandar un informe detallado de la desesperada situación. Mao lo considera una “lección valiosa” y hace lo que cabía esperar en un Líder responsable: buscar un chivo expiatorio. El Líder benévolo ha sido malaconsejado, explica el Partido, y algunos cuadros locales son purgados -aunque Mao benévolamente afirma que «no hay necesidad de ejecutar a todos ellos»-. Unas semanas más tarde Mao vuelve a subir los objetivos de producción un 10%.

(continuará)

Comentarios

viejecita ha dicho que…
¡ Que estupendo ! Y que miedo tan grande .

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