Si aceptamos que tenemos una tendencia tribal, y que en determinadas circunstancias de ansiedad esta tendencia se agudiza, cabe plantear la siguiente pregunta: ¿puede decirse que, en determinadas circunstancias, las personas se disuelven en tribus? En ese caso ¿sufren alguna alteración psicológica? A finales del siglo XIX algunos pensadores afrontaron este asunto, aunque en lugar de tribus hablaban de “masas”. El primero es Gustave Le Bon, y para él no había duda:
«El hecho de que (los individuos) han sido transformados en una masa los pone en posesión de una especie de mente colectiva que los hace sentir, pensar y actuar de una manera bastante distinta de la que cada individuo sentiría, pensaría y actuaría si estuviese aislado».
En su análisis Le Bon parte de una certeza aún no plenamente admitida en su época: el sapiens no es estrictamente racional:
«La parte que desempeña lo inconsciente en nuestros actos es inmensa y la parte que le toca a la razón, muy pequeña. Lo inconsciente actúa como una fuerza todavía desconocida».
Más de 100 años más tarde el psicólogo social Jonathan Haidt expondrá una alegoría para representar esto: la mente consciente es como un jinete subido precariamente sobre un elefante, que representa el sustrato emocional. En la mayor parte de las ocasiones el jinete ni dirige ni entiende los movimientos del elefante. Sin embargo, engañándose a sí mismo tanto como a los demás, los racionaliza de forma automática a posteriori. Pues bien, esta alegoría encaja perfectamente en la explicación de Le Bon del comportamiento de las masas: las masas son elefantes cuyos jinetes han sido descabalgados y se encuentran en franca estampida. Sin embargo, no por ello dejan de buscar un líder:
«Una masa es un rebaño servil, incapaz de estar sin un amo (…) No es la necesidad de libertad sino la de servidumbre la que siempre predomina en el alma de las masas. Están tan inclinadas a la obediencia que instintivamente se someten a quienquiera que declare ser su amo».
Y aquél que pretenda erigirse en líder del rebaño tiene importantes dos importantes herramientas a su alcance: la afirmación y la repetición.
«La afirmación pura y simple, mantenida libre de todo razonamiento y de toda prueba, es uno de los medios más seguros de hacer que una idea entre en la mente de las masas. Mientras más concisa sea la afirmación, mientras más carente de cualquier apariencia de prueba y demostración, mayor peso tendrá (…) Sin embargo, la afirmación no tiene influencia real a menos que sea constantemente repetida y, en la medida de lo posible, en los mismos términos (…) La cosa afirmada se fija por repetición en la mente de tal manera que al final es aceptada como si fuese una verdad demostrada (…) Al cabo de cierto tiempo ya hemos olvidado quién fue el autor de la afirmación repetida y terminamos por creerla».
Esto puede causar estupor en las mentes lógicas que «acostumbradas a ser convencidas por una cadena algo firme de razonamientos no pueden evitar el recurrir a este modo de persuasión cuando se dirigen a las masas, y la ineficacia de sus argumentos siempre los sorprende». Pero es que:
«Las masas nunca estuvieron sedientas de verdades. Se alejan de la evidencia que no es de su gusto y prefieren deificar el error si el error las seduce. Quienquiera que sea capaz de proveerlas de ilusiones será fácilmente su amo; quienquiera que atente destruir sus ilusiones será siempre su víctima».
___________
Una vez que el individuo se diluye en la masa, hay emociones que aparecen inmediatamente. La primera, la sensación de poder:
«El individuo que forma parte de una masa adquiere, por simples consideraciones numéricas, un sentimiento de poder invencible que le permite ceder ante instintos que, de haber estado solo, hubiera forzosamente mantenido bajo control».
En este sentido, según Le Bon, la masa es especialmente atractiva para aquél que por separado es más insignificante:
«Dentro de las masas, las personas estúpidas, ignorantes y envidiosas resultan liberadas de su sensación de insignificancia e impotencia volviéndose poseídas, por el contrario, de una noción de poderío brutal, temporal pero inmenso».
El segundo efecto inmediato de la integración en la masa es la dilución de la responsabilidad individual. El individuo disuelto en la masa «estará menos dispuesto a autocontrolarse partiendo de la consideración que una masa, al ser anónima y en consecuencia, irresponsable, hace que el sentimiento de responsabilidad que siempre controla a los individuos desaparezca enteramente».
Pero lo que provoca la “unidad de acción de las masas” –en terminología de Le Bon- es el mimetismo. Le Bon lo llama “contagio”, y lo encuadra en el concepto más amplio de “sugestión”, pero es que en ese momento está muy de moda la hipnosis. El resultado es una masa en acción:
«La desaparición de la personalidad consciente, el predominio de la personalidad inconsciente y el contagio de sentimientos e ideas puestas en una única dirección, la tendencia a transformar inmediatamente las ideas sugeridas en acción; éstas son, como vemos, las principales características del individuo formando parte de una masa».
Le Bon no lo explicita, pero parece asumir que hay periodos de estabilidad y periodos de crisis, y es en estos últimos donde las masas actúan. Esto encaja perfectamente con la teoría de que, en momentos de incertidumbre, se exacerba nuestra tendencia tribal. Esto es un problema porque «las masas son solamente poderosas para destruir (…) Cuando la estructura de una civilización está podrida, son siempre las masas las que producen su caída».
____________
A diferencia de otros pensadores contemporáneos, Le Bon se lee con agrado. Entre otras cosas porque es un observador perspicaz, muchos de cuyos comentarios son pertinentes 120 años más tarde. Veamos algunos ejemplos:
a) Sobre las religiones laicas, es decir, las ideologías que se basan en la defensa sectaria de los dogmas y la búsqueda obsesiva del hereje al que quemar -muy aplicable a las actuales “guerras culturales”-:
«Una persona no es religiosa solamente cuando adora a una divinidad sino cuando pone todos los recursos de su mente, la completa sumisión de su voluntad, y el íntegro fanatismo de su alma, al servicio de una causa o de un individuo que se convierte en la meta y en la guía de sus pensamientos y acciones».
«Este sentimiento posee características muy simples (…) sumisión ciega a sus órdenes, incapacidad para discutir sus dogmas, el deseo de difundirlos, y la tendencia a considerar enemigos a todos los que no los aceptan».
«Son todos fenómenos de idéntica clase producidos por masas animadas por esos sentimientos religiosos que necesariamente guían a quienes, imbuidos por ellos, extirpan sin piedad, por el fuego y por la espada, a quienquiera que se oponga al establecimiento de la nueva fe. Los métodos de la Inquisición son los de todos aquellos cuyas convicciones son genuinas y firmes».
b) Sobre cómo las masas aceleran la transformación del individuo en homo videns –en denominación de Sartori-, que extrae su conocimiento de la mera contemplación de imágenes en detrimento del razonamiento abstracto:
«Al ser solamente capaces de pensar por imágenes, las masas sólo pueden ser impresionadas por imágenes. Son únicamente imágenes las que las aterrorizan o las atraen volviéndose motivaciones para la acción. Por esta razón las representaciones teatrales, en las cuales la imagen se muestra en su forma más claramente visible, siempre tienen una enorme influencia sobre las masas».
«La epidemia de gripe que hace apenas algunos años causó la muerte de cinco mil personas en París impactó escasamente sobre la imaginación popular. La razón de ello fue que esta verdadera hecatombe no se corporizó en ninguna imagen visible, pudiéndosela ver tan sólo por la información estadística suministrada semanalmente».
c) Relacionado con la anterior, sobre la vulnerabilidad de la persona disuelta en masa ante la posverdad, es decir, ante los discursos en los que la coherencia y la verdad han desaparecido:
«Las ideas semejantes a imágenes no están interconectadas por ningún vínculo lógico de analogía o sucesión y pueden ponerse la una en lugar de la otra como las diapositivas de una linterna mágica que el operador retira de la ranura en la que han estado colocadas una arriba de la otra. Esto explica cómo se puede observar que las ideas más contradictorias se hallen presente en las masas».
Para completar el panorama, en próximas entradas hablaremos brevemente de Gabriel de Tarde y William McDougall.
Gustave Le Bon. Psicología de las masas. 1895
Comentarios
Ortega: "La rebelión de las masas"
Jorge Llopis: "La rebelión de las musas"
Cura Merino: "La rebelión de las misas"
Ferrán Adriá: "La rebelión de las mesas"
Carmen Calvo: "La rebelión de las mozas"