En el planeta Hobbes la vida del hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve. Los colonos progresan extrayendo minerales y exportándolos, y han conseguido crear una urbanización con piscina –se refieren a ella como como «la Urba» o «la Comunidad»- en la que viven confortablemente, protegidos de las inclemencias externas y las periódicas incursiones de los Morlocks. No todos los pisos son iguales. Los más ricos viven en áticos con vistas panorámicas, jacuzzi e invernadero hidropónico; tienen además acceso a todas las plataformas incluyendo HBO. Los más pobres viven en los Pisos Interiores -o en los que tienen vistas a los campos de detritus- y tienen que conformarse con la plataforma MediaSeth, lo que los mantiene en un estado de agitación continua. Todavía hay unos pocos que viven en los sótanos, pero el mecanismo redistributivo de la Urba –aceptado a regañadientes por los FurioLiberales- consigue que actualmente nadie carezca de sustento ni tenga que permanecer a la intemperie sirviendo de sustento a otros.
¿Por qué hay diferencias de riqueza? Cómo en todos lados vienen dadas por diferencias de origen, talento, capacidad de esfuerzo y suerte. Por eso la Comunidad, que pretende actuar de manera justa -o al menos que lo parezca-, tiene establecido ese sistema redistributivo. La Urba es dirigida por el Presidente de la Comunidad de Vecinos, un cargo que da dinero, prestigio y acceso a la nave auxiliar Falcon. Sobre la organización de la Comunidad –asunto complejo- se han desarrollado distintas teorías. Muchas son sinceras; para otros son racionalizaciones vistosas de su deseo de acceder a la Presidencia y disfrutar del estatus y las prebendas.
Este es el caso de Pablo Temple, atamán de los TurraPopulistas. Afirma que representa a toda la Comunidad y en especial a los que viven en los Pisos Interiores, a pesar de que él mismo vive en la suite Tortoiser y de que en las elecciones de la Urba no le votan más que los del Entresuelo Izquierda. Su estrategia para alcanzar la presidencia es sencilla y en ocasiones eficaz: señalar una gotera para demostrar que el edificio no funciona. Hay que tirarlo abajo y elevar uno perfecto, sin goteras y en el que sólo haya áticos. Desde luego los TurraPopulistas no disponen de los planos de ese edificio mítico. En realidad Pablo Temple no tiene ni la menor idea de arquitectura ni de mantenimiento, pero sabe estimular el descontento de los vecinos. Su proyecto es quedarse con la propiedad de las empresas mineras, decidir él mismo que minerales se deben extraer, cuándo y dónde exportar –aunque tampoco conoce los rudimentos de minería ni de la economía-, y redistribuir los beneficios como le parezca oportuno. Afirma que así conseguirá la igualdad, pero todos los experimentos TurraPopulistas que han florecido en otros planetas han tenido el mismo resultado. El dinero extraído a las empresas ha producido una afluencia temporal de dinero en la Comunidad, pero con el tiempo las empresas se han agotado, las fuentes de riqueza se han secado, la estructura de la urbanización se ha resquebrajado, y los Morlocks han acabado irrumpiendo. Es preciso reconocer que en el transcurso de esa secuencia inexorable los atamanes TurraPopulistas han vivido francamente bien, e incluso -a pesar de toda limitación estructural- su atractivo erótico parece haberse visto momentáneamente realzado.
(continuará)
(o no)
Comentarios
Lo del planeta Hobbes no lo contaría mejor ni Glenn Duncan, ni Neil Gaiman, ni Jack Vance ...
No sabe una si desear que continúe para seguir con el relato, o qué. Porque como el atamán de los Turras consiga mantenerse en el cargo, entre él y el Presidente de la Comunidad de Vecinos consigan perpetuarse, el resto de los habitantes del planeta Hobbes se pueden ir preparando...
Estimado anónimo, como ve los nombres están cuidadosamente encriptados para evitar reclamaciones legales.
Saludos.