Si Hitler hubiera sido invitado a Stanford en 1935, posiblemente habría declarado su amor incondicional hacia todos los seres de la Creación, especialmente los judíos. Sin embargo, habría bastado mostrarle las Leyes de Nuremberg que acababa de aprobar para presentar su discurso como burda propaganda. Si hubiera sido invitado yo, podría haberme descrito como el hombre más brillante desde Leonardo y tan guapo como George Clooney, pero la realidad se encargaría de refutar mis palabras (en este último caso, a mi favor). De modo análogo, Ibarreche pudo ayer pintar un escenario idílico, y retratarse como un benefactor de la humanidad y un amante de la libertad, pero la mención de Josu Ternera en la Comisión de Derechos Humanos (y su negación por el lendacari) bastó para demostrar que su discurso valía tanto como un excremento de vaca (o bien, un Suso de Toro).
Me gustaron, por el contrario, las estadísticas que mostró de EUSTAT, según las cuales el País Vasco es el tercer mejor lugar del mundo por calidad de vida, únicamente superado por Noruega e Islandia. Creo que Ussía pensaba lo mismo cuando decía que Noruega es el país mejor del mundo para vivir, siempre que seas un reno. Por mi parte, estoy de acuerdo en que Islandia es el mejor lugar del mundo para que viva Ibarreche.
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