El año 2000 la BBC estrenó la serie Coupling, sobre los enredos sexuales y sentimentales de tres amigos y tres amigas. Las dos primeras temporadas eran muy divertidas y luego la cosa cayó en picado por la salida de Jeff, el protagonista que aportaba las historias más delirantes de la serie. Como la del Capitán Subtexto, un superhéroe capaz de desvelar lo que realmente estás pensando, inventado por su madre –la de Jeff- para disuadirlo de persistir en la masturbación. En un capítulo en el que Susan está intentando que su novio Steve se pronuncie sobre unos cojines –algo para lo que parece genéticamente incapaz- el Capitán Subtexto se pone inopinadamente a traducir a todos los participantes, y así vemos que mientras el vendedor está mostrando a Susan el muestrario de almohadones le está diciendo en realidad «tengo un pene enorme», y Jeff repite obsesivamente la palabra «pezones». Ejem.
Ayer los socios de Sánchez le dieron la espalda en su intento de reformar a toda prisa la ley del sí es sí. Y es que aunque todos ellos comparten más o menos el texto –poner el consentimiento en el centro y tal- la demoscopia –que es lo único que les importa- les asigna subtextos muy distintos. En el caso del PSOE la cosa es muy sencilla: la pifia de la ley y la reducción de penas a los agresores le está causando una verdadera sangría de votos. Y «sangría» fue precisamente –gracias al Capitán Subtexto- la palabra que empleó Pachi López cuando intentaba explicar que las prisas obedecen a evitar el goteo de revisiones de penas. Pero contra todo pronóstico el subtexto de Podemos es muy diferente. Resulta que el ridículo espantoso de Montero, y la evidencia de que los morados son unos demagogos chapuceros, está aumentando su expectativa de voto entre los jóvenes. Sorprendente, sí, pero no tanto para los que pensamos que el woke es, en realidad, el movimiento religioso más potente de occidente. En todo caso, los de Podemos no tienen ninguna prisa por corregir el desaguisado. El retraso sólo desgasta al PSOE, y ellos pretenden agravar la hemorragia rasgándose las vestiduras y acusándolo de pactar con el demonio, es decir, de votar la reforma con el PP y Vox. Obviamente el argumento es perfectamente estúpido: habría que votar o no la ley dependiendo de si es buena o mala, es decir, de si protege o no adecuadamente a las mujeres. Pero la razón no suele tener mucho peso en la política, y menos cuando ha mutado decididamente hacia la religión. Por eso Victoria Rosell –convertida de magistrada a sacerdotisa- dijo que las prisas no tienen sentido porque las cosas «ya no tienen remedio», reconociendo así –gracias, Capitán Subtexto- que la Ley es en efecto un churro.
En fin, los que aún piensan que a alguno de estos actores le preocupa la seguridad de las mujeres –texto- en vez de su agenda electoral –subtexto- demuestra un candor enternecedor. Hay una cierta justicia poética en que Podemos emplee ahora contra Sánchez la mayor estrategia de Sánchez, es decir, descalificar todo lo que provenga de la «derecha». Pero en todo caso los ciudadanos deberíamos enfadarnos seriamente cuando el objeto de todos estos jueguecitos no son unos cojines como en Coupling, sino algo tan delicado como el Código Penal.
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