Usted está curioseando en un mercadillo y deja su maleta en el suelo; una persona que está a su lado la coge y se la lleva. Ahora imaginen dos posibilidades a) el fulano se la ha llevado por error, porque se parece a la suya y b) la ha robado deliberadamente. ¿Cuál de los dos hechos merece una calificación más grave? Si es usted un occidental le parecerá que, sin duda, la b); y le sorprenderá saber que para el no occidental la cosa no está tan clara.
El caso es que somos raros. Mucho más individualistas que el resto del mundo, para empezar. Menos miméticos -y lo somos bastante-, y más propensos a confiar en desconocidos y a tratarlos equitativamente. Intentamos adivinar los motivos de los otros y calibrar en consecuencia nuestra respuesta, y somos mucho más vulnerables a la culpa que a la vergüenza. Durante mucho tiempo cometimos el error de considerar universal nuestra manera de ser pero en realidad, comparados con el resto del mundo y con el resto de la historia, somos raros.
Pero, raros como somos, hemos obrado un prodigio: hemos creado sociedades en las que es agradable vivir. Sutiles cambios en nuestras costumbres fueron provocando cambios psicológicos que a su vez favorecieron ciertas instituciones, que contribuyeron a crear sociedades aseadas. No había un plan: esta prodigiosa alquimia se desencadenó accidentalmente. Hay quien dice que todo comenzó cuando una secta religiosa introdujo cambios en la familia que acabarían alterando incluso nuestro cableado neuronal. En todo caso, dado que hemos creado las sociedades más abiertas, tolerantes, libres e igualitarias de la historia, quizás haya un pequeño espacio para el orgullo.
Pero curiosamente esta receta triunfadora de occidente fastidia (también) a muchos occidentales. Ocurre que ellos tenían las suyas propias, pero sabían a rayos: ante el penúltimo fracaso de su cóctel tuvieron que poner un muro para evitar que los comensales huyeran despavoridos. Es normal: pretendieron sustituir la lenta sedimentación de la historia por el laboratorio de la ideología.
Ahora, como la realidad les es desfavorable proceden a atenuarla por dos vías. Primero, enfocan obsesivamente grietas y humedades en vez del edificio, que es bastante bonito –e insistamos: ellos no saben construir otro-. Segundo, se refugian en los postestructuralistas –los mayores charlatanes de la historia- para explicarnos que nuestros sentidos nos engañan: la realidad es una ilusión, estamos sumergidos en el machismo y la intolerancia, y padecemos un sesgo inconsciente hacia las mujeres, personas de distinta orientación sexual y gente con sobrepeso. Ellos se disfrazan virtuosamente de defensores pero el suyo es un combate ventajista, como si la Easy Company se lanzara sobre un territorio hace tiempo conquistado. Pero lo malo no es que sean niños jugando a las guerritas: es que son destructivos aprendices de brujo. Verán, no conocemos muy bien cuáles son los ingredientes con los que hemos construido nuestras sociedades abiertas pero yo sospecho que uno es este: la superación de etnias, clanes y tribus y el enfoque en la persona. Ella es la titular de derechos, libertad y responsabilidad.
Ahora los aprendices de brujo están desandando el camino. Pretenden sustituir a la persona por «identidades», y hacer recaer sobre ellas opresiones y culpas compartidas. Son –reformulando a Churruca- el selecto grupo de idiotas que surge en toda generación, convencidos de que el fracaso del cóctel se debió a que no lo prepararon ellos. Pero afortunadamente esta vez van peor disfrazados.
Comentarios
Así es, o era.
Podría ser la esencia de esa gran nación que es EEUU. En Europa, desgraciadamente, cada día que pasa se avanza más en dirección contraria.
Lo peor es que incluso en esos mecenas de la libertad, EEUU, se está apoyando por una perfectamente equivocada estrategia a Ucrania, donde su estado, a día de hoy, se basa precisamente en la tribu y en la lengua, al modo de nuestras grossen vasquilandia, Cataluña y las que van llegando.
La tribu de la lengua y los derechos de esa tribu.
Creo que en general, Occidente cada día está mas en manos de esos alquimistas chapuceros.
Vale para todo, pero lo cierto es que es así. No es nuevo si uno piensa en Atila, los persas tolemaicos, las cruzadas, Saladino, los revolucionarios franceses del final del XVIII que preludiaron a PI, por lo menos en la forma de afeitar cabezas, Robespierre, es un decir, o la misma religión católica, a través de cada siglo variada versus los mahometanos, mas constantes. El marxismo como camino de vida social y personal. Por cierto, ¿consideró Marx que el marxismo era la superestructura de una sociedad comunista?¿Quién hizo a quién? ¿Quién es el caballo y quién el carro, la estructura económica o la estructura social? ¿No van juntas?¿No es de una simpleza total la división en dos?
Lo nuevo es que han descubierto con profundidad las teorías sobre la sociedad y lo que la mueve como marioneta. Pero en vez de hacer como los médicos, usar la medicina para curar, bastantes lo usan para provocar enfermedades sociales. Y en eso están. Dándole a la palanca.
Un aparte: Me he releído lo que escribió sobre Marx. Y me pregunto, ¿ese tío sabía lo que era un balance?
Los escandallos los paría como agua milagrosa, aquí quito y allí pongo. Ni impuestos, ni rentabilidad de la inversión, algo deberían saber de la inversión o del lucro cesante y el milagro de la amortización nacida de la nada.
Me imagino que cuando comenta el apartado de los fanatismos que no se cumplen lo relacionará con la disonancia cognitiva, algo que a feijóooo, a la cuca y al resto de la cuadrilla le parecerá un invento de Schoembrg pero que los Antoninos conocen muy bien.
Lo que no me esperaba es tropezarme con Ucrania. Aquí tenemos como a Yoli, que se opone pero no dice nada sobre un plan personal concreto, un planteamiento muy marxista: ¿qué hacer? Porque algún plan habrá.