Quizás lo hayan visto en IKEA: un pistón desciende, inclemente y monótono, sobre los cojines de un pobre sofá. Es a la vez un culo robótico dedicado a probar la resistencia del asiento y una demostración de poder: si nuestros muebles aguantan esta ordalía es que son indestructibles. Y efectivamente usted sale con su Ektorp, del que ya no hay manera de deshacerse salvo vía Wallapop.
Los italianos llamaban «culo di ferro» a Berlinguer pero este apodo -ya ven ustedes por dónde voy- lo merece más Sánchez. Él es nuestro culo probatorio, mandado por la providencia -y seguramente por nuestros pecados- para medir la solidez de nuestras instituciones. Y hay que reconocer que no se podía haber elegido mejor –o peor, según se mire-. Sánchez, nuestro elefante, es la prueba más dura a la que se le puede someter a la cacharrería democrática. Si aguanta esto soportará cualquier cosa, pero no está claro que lo consiga.
De entrada, nuestro culo di ferro autóctono pone a prueba la resistencia de la nación española de la forma más exigente posible: apoyando su gobierno en quienes pretenden acabar con ella -no está mal ¿eh?-. Y a partir de ahí ninguna institución escapa al émbolo sanchista: el Parlamento, la Fiscalía, el poder judicial, las propias leyes, el CNI, el CIS, Televisión Española, los organismos reguladores, las empresas públicas… Fíjense ahora mismo cómo negocia sus presupuestos: con Bildu la moneda son los presos, con el PNV el cupo, y con Esquerra el Código Penal. En realidad lo de Sánchez no se parece tanto a Ikea como a las pruebas de seguridad de los fabricantes de automóviles. Ante un obstáculo –la aprobación de los presupuestos- Sánchez tira de indultos -o reforma el delito de sedición, o impide estudiar en español- y nosotros -reducidos a la condición de crash test dummies- atravesamos el parabrisas y el estado de derecho.
De momento las que no han aguantado la prueba son las reglas no escritas, esas de las que –según Steven Levitsky- depende la salud de la democracia. En cuanto la tolerancia -la aceptación del rival político- Sánchez ha decidido gobernar estigmatizando a todo lo que quede a su derecha mientras se va progresivamente a la izquierda. Y en cuanto a la moderación en el uso del poder, su forma de gobierno habitual consiste en forzar las costuras hasta que se rompen o sale disparado un muelle como en los dibujos animados. Y tampoco ha resistido –otro de los requerimientos de Levitsky- la función de su partido como gatekeeper de la democracia: no sólo gobierna con antisistema; no sólo pacta con golpistas; también lo hace con los herederos de los que consideraban legítimo el asesinato.
Pero ojo que el culo de Sánchez no sólo está probando la robustez de las instituciones sino también la de los votantes. Y aquí la prueba es inversa: si con el sofá, el coche y las instituciones la mayor resistencia es garantía de solidez, con los ciudadanos lo mejor es que aguanten mal el engaño y sean poco receptivos a la farsa (de momento están demostrando una nada admirable tolerancia).
En fin, que procederá un exhaustivo control de daños del sanchismo, y será un buen momento para renovar y poner a punto las estructuras democráticas. Solo entonces podremos comprobar si realmente de ésta salimos más fuertes.
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Culo di pedro