Oigo en la radio –en Onda Cero, una radio seria- que Liz Truss podría estar usando públicamente un collar indicativo de su adscripción al bondage, concretamente a la parte pasiva del sadomasoquismo. Es curioso porque Truss tiene una cara simpática, apta para una serie cómica inglesa, y cabía imaginársela más bien en Los Roper que en Historia de O. En todo caso la pregunta que me surge es esta: ¿se entiende incluido el bondage sado-masoquismo (BSM) entre las siglas LGTB+? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Hay diferencia entre aficiones sexuales e identidades sexuales? ¿Cuál es ésta? ¿Es mejor una afición o una identidad? El caso es que cuando alguien habla de identidad no se suele molestar en decir a qué se refiere, pero parece algo de mayor intensidad que la afición. Y en lo sexual, la identidad parece reservarse para colectivos marginados. Pero ¿está marginada la homosexualidad o la bisexualidad? Ahora no pero lo estuvieron en el pasado, y la identidad permite precisamente crear una continuidad. De este modo, sobre la marginación pasada, se espera que los no-marginados presentes sean compensados por los no-opresores
Una identidad permite dividir el mundo entre los que quedan dentro de ella y los que quedan fuera de ella, con todos los efectos que nuestra naturaleza reserva para unos y otros. Entonces -podríamos decir- una identidad es una tribu, y desde este punto de vista las cosas se ven más claras: ser del Atleti y del PSOE son identidades; ser filatélico, diría que no. Observen que de este sencillo enunciado se desprenden dos importantes consecuencias. Una, no todo en la vida son identidades. Dos, las identidades pueden entrecruzarse: dadas las identidades políticas Atleti y Betis, y las políticas PSOE y PP, se obtienen cuatro grupos identitarios (Atleti-PSOE, Betis-PSOE, Atleti-PP, Betis-PP). Ya les puedo adelantar que una sociedad es más saludable en este estado: tiene pocas identidades beligerantes y éstas se entrecruzan.
Y también puedo adelantarles que no es lo que ocurre ahora. Porque ¿ser vegano es una identidad? ¿Y ser aficionado a la tauromaquia? Pues antes no, pero ahora empieza a serlo. Tampoco ser bisexual era antes una identidad, pero Ángela F. Pam se esfuerza para conseguirlo. Este es el primer problema al que nos enfrentamos: la progresiva tribalización de las aficiones. Y el segundo es peor: las identidades están dejando de estar entrecruzadas para alinearse en cada uno de los polos partidistas. Es como si se estuviera produciendo una electrolisis política, con las aficiones separándose y migrando respectivamente al ánodo o el cátodo. Ahora si usted es aficionado a los toros es más probable que sea de derechas, y si es vegano de izquierdas. Y la tribalización y polarización se retroalimentan: el que comenzó siendo vegetariano y defensor de los animales puede acabar argumentando sobre los derechos de las almejas; y el que disfruta de los toros puede acabar ingiriendo ostentosamente proteína animal –en detrimento de su coronaria- y pensando que el dueño de perros es un nenaza.
«La crisis emerge cuando las identidades partidistas se alinean con otras identidades sociales, alimentando nuestra intolerancia mutua a niveles que no se corresponden con nuestro grado de desacuerdo político», dice Ezra Klein. Y aquí era –perdonen el circunloquio- donde quería llegar. La polarización actual se produce porque la política se ha convertido en una mega identidad, es decir, un artefacto tribal que se expande por la sociedad como The blob. Ahora cada oferta política es como un plato combinado, un variat como decimos en Mallorca para describir esa infortunada concurrencia en un mismo plato de ensaladilla rusa, albóndigas en salsa y sepia. Un pack completo en el que se mezclan todo tipo de asuntos. Y la opinión en cada uno de ellos, no sólo viene determinada por la adscripción política, sino que se lleva al extremo para acentuar aún más la separación: vean el caso del aborto.
«La teoría tradicional decía que los partidos políticos surgieron para representar a las profundas divisiones sociales (…) pero ahora la política partidista ha cobrado vida propia: ahora es ésta la que produce la división», concluye Klein.
Pues eso, que los partidos políticos, imprescindibles para la democracia, se han convertido en el principal factor de desestabilización. La reforma de la Ley de Partidos es perentoria, pero no sé hacia dónde.
Comentarios
Pero es curioso que, a falta de saber hacer algo útil para los demás, las bestias hayan encontrado algo tan útil para ellas. Y además facilongo. Guerra entre los que aman a los perros frente a los que aman a los gatos. Y explotar, sucesivamente, a toda la zoología.
Pero le propongo una contramedida inicial a todo eso. Que el fin de año todos los de Vox pidan tranfugarse. Los hombres en mujeres hetero y las mujeres en mujeres lesbias. Así no tendrán un nuevo impedimento carnal, seguirán como antes, pero será una risa.
Una variante panabarcante de la acepción de tránsfuga. Porque ya que estamos un tránsfuga es una identidad sexual. Dirán que así lo y se sienten.
Y esos partidos nuevos , que habían llegado para airear y democratizar la política, en cuanto consiguen meterse en el Congreso, Los Jefes empiezan con lo de que hay que hacer un frente único, que de entrada no puede haber distintas tendencias... y pretenden gobernar en plan absoluto sobre sus afiliados... Y luego, ceden incluso en las cosas importantes, con tal de perpetuarse, cuando justamente, en lo importante no se debe ceder, y en cambio debería haber toda clase de tendencias dentro de cada partido...
Pero, ¡ En fin, qué sabré yo !
¡ Ya siento !