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LA RAZÓN ACORAZADA


En Dune -un vistoso pestiño- los guerreros pelean provistos de unos escudos singulares. Son campos de fuerza portátiles que rechazan eficazmente los golpes directos -una cuchillada violenta, un disparo- pero que tienen un punto débil: pueden ser penetrados si el movimiento es lo suficientemente sutil.

En su imprescindible La mente de los justos Jonathan Haidt describe a la razón humana como un jinete subido precariamente sobre un elefante. Dice Haidt que lo prefirió a un caballo porque es más grande y más inteligente; representa la parte no consciente que decide nuestros actos: intuiciones y emociones, incluidas las morales. ¿Y el jinete? Pues en la mayor parte de los casos se dedica a construir argumentaciones ex post para justificar los movimientos del elefante, cuyos motivos con frecuencia ignora por completo. En ese sentido no es su conductor, sino su abogado defensor. Porque la razón no evolucionó para buscar la verdad, sino -somos animales sociales- para convencer al resto de la tribu. Para defender la reputación de su portador y conseguir atraer aliados a su causa.


El gráfico muestra como funcionamos. Un evento provoca ciertas intuiciones en A -esta es la parte del elefante-, que a partir de ellas emite un juicio; a continuación, su razón le proporciona argumentos para sostenerlo, aunque no necesariamente conozca las intuiciones que lo han generado. Obsérvese que la línea va desde la intuición al razonamiento y no, como cabría suponer en seres «racionales», en sentido contrario.

Las discusiones políticas y morales pueden ser muy frustrantes por esa razón: pretendemos desmontar las razones cuando lo que ha motivado una posición han sido intuiciones previas. Dicho de otro modo, nos equivocamos al hablar al jinete en vez de al elefante.

Pero el elefante también puede escuchar. Obsérvese que las razones pueden acabar influyendo en las intuiciones y los juicios: lo representan las flechas 5 y 6 con líneas de puntos para indicar que la influencia es más bien débil. Esto es así porque, al enjuiciar los propios actos, la razón actúa sujeta a todo tipo de sesgos -recordemos que su función no es encontrar la verdad, sino servir de abogado defensor-. Sin embargo, la línea 3 es más fuerte: la razón no está sujeta a las mismas restricciones al enjuiciar los actos de los demás. Y la interacción de razones puede contribuir a disipar sesgos: así se construye de forma colectiva la razón.

Sin embargo con frecuencia la razón está acorazada. En asuntos que afectan directamente a su identidad el elefante suele ser poco receptivo. Y también se pone en modo combate ante los argumentos agresivos, que le rebotan como ante los escudos de Dune: es más fácil que una razón penetre si es percibida como no hostil, y esto debería hacer reflexionar a los parlamentarios, si es que realmente pretenden convencer.

Queda una última línea que influye sobre los juicios y el elefante: la 4 derivada del dictado social y la conformidad. Pero de esta hablamos otro día.


Fuente del gráfico: The righteous mind, Jonathan Haidt

Comentarios

Al ha dicho que…
La cosa es que hables al jinete o hables al elefante nunca vas a convencerle de nada que no esté convencido previamente. Como bien dice Haidt primero se toma una postura moral, sentimental, y luego se razona para justificarla, ese mejor dicho mas bien se adorna con razonamientos.
También dice que el elefante puede escuchar, pero esto ya me parece mas raro que encontrar oro. Y cada día que pasa, mas raro es, ya que la ola de puritanismo moral que nos invade anula por completo esa vía. Cada día mas fanatizados andamos, metidos de hoz y coz en el cuento de buenos y malos. Y en esta sociedad de la información, acabamos en retroalimentación informativa, por si fuera poco. No pinta nada bien la cosa.

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