El secreto de su éxito está en la mercancía venenosa que han manejado: el etnicismo, la penúltima racionalización de nuestra tendencia a dividir entre Nosotros y Ellos. Sánchez, si quería imitar la receta del nacionalismo, necesitaba un criterio de discriminación igualmente efectivo, y no sólo encontró uno sino dos. El primero, un pelín viejuno: la clásica división entre izquierda y la derecha -el progreso vs. el oscurantismo, el pueblo contra el fascismo…- súbitamente reanimada por la aparición de Vox e iniciativas como la Memoria Histórica. El segundo está plenamente de moda y cabalga una potente ola desde Estados Unidos: el woke. Es, básicamente, una tribalización de la lucha –ya ganada- por los derechos civiles, y disfraza de virtud la pretensión de demoler la democracia liberal.
Así pues, en el escenario definido por Sánchez él es el rompeolas contra la no-sociedad: la malvada derecha fascista, machista, racista, heteropatriarcal y empeñada en destruir la naturaleza como el señor Burns. Parece diseñado por un teletubbie histérico, pero funciona. Ante la magnitud del desafío ¿qué importa que Sánchez no acostumbre a atenerse a la verdad? ¿Qué importa la calidad de sus socios? Obsérvese que en todo el proceso los problemas reales y acuciantes –la educación, el empleo, la natalidad, las pensiones-, que son complicados y electoralmente costosos, son sustituidos por problemas inventados como los derechos de las lenguas o la opresión de la mujer en una democracia liberal del siglo XXI.
Una vez más una parte de la sociedad –la mitad- ha quedado excluida, y los partidos incluidos en el lado malo del relato de Sánchez deben tomar una decisión básica: si aceptan o no ese tablero de juego. En el nacionalismo catalán los dos grandes partidos cometieron el error de aceptarlo: en lugar de denunciar el nacionalismo como lo que era –un racismo chic incompatible con una democracia aseada- decidieron discutirlo desde dentro. Como siempre, no era una cuestión de ideología sino de rentabilidad electoral: una vez convencida una parte de la tribu de que es superior al resto reporta pocos votos discutirlo. Y además los partidos nacionales necesitaban a los nacionalistas en el Congreso. Una pieza clave en el proceso catalán fue el PSC, el partido que conseguía que los negros de Alabama votaran a los gobernadores racistas. En realidad los negros de Alabama estuvieron huérfanos y condenados a una profundísima espiral de silencio hasta que surgió, ay, Ciudadanos.
Ahora, el dilema vuelve a ser el mismo: si se compite en el relato de Sánchez o si se discute el guion; si se defiende la ciudadanía -el perímetro de igualdad y solidaridad- o se acepta que se fragmente en una constelación de identidades; si se da batalla cultural o se opta por la rendición; si se tolera o no la asfixiante presencia de la mentira. ¿Qué va a hacer el PP? ¿Y lo que queda de Ciudadanos? Ambos deben decidir si aceptan esta bandera –que es impecablemente digna- o la abandonan -deben decidir, en suma, si van a ser el PSC-. Pero deberían darse cuenta de que, a diferencia de lo que ocurrió durante mucho tiempo en Cataluña, ahora ya hay un partido que está dispuesto a recogerla: Vox. Que no se queje nadie luego.
Comentarios
Así se gana mucho terreno.
Claro, eso va muy ligado a lo que pueden hacer y no hacen, como ud. dice, los que no son progres.
Es, grotescamente, como si los cartujos desfilaran delante de la comisaría con trajes de presidiario. De entrada todos, polis y viandantes, los encerrarían por presidiarios. Y a callar.
Estoy muy de acuerdo con su análisis y el papel de mamporrero del PSC en toda esta catástrofe. En una cosa me atrevo a disentir. Dice usted que Sánchez buscaba buscaba y encontró no sólo uno sino dos criterios de discriminación.... etc. le atribuye usted a Sánchez una cualidad de busca-criterios que en absoluto posee. Estoy profundamente convencido de que si sánchez necesitaría a Vox para gobernar, pactaría con Vox. Sánchez es un hombre absolutamente descriteriado, sin formación, repite como un loro cosas ya sabidas, y lo único que le interesa de las teorías y los fines es cómo aprovecharse de ellas. Y que desgraciadamente los españoles permitamos esta desgracia, no habla muy bien de nosotros.
En fin, confío en aquella famosa frase que no se me va de la cabeza cuando pienso en los políticos: "Cuando los dioses quieren castigar a alguien, le conceden lo que desea". Espero que Sánchez se hunda en su propio abismo.
Como siempre agradecido por sus excelentes colaboraciones
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