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EL RIDÍCULO COMO ALERTA


Charles Fourier es uno de los socialistas «utópicos», es decir, uno de los formidables pensadores que pavimentaron la llegado del socialismo «científico» y en concreto de Marx. Según la Wikipedia es el padre del cooperativismo, de la liberación sexual, de la lucha contra la desigualdad e incluso de la emancipación de la mujer. Según Herbert Marcuse, es un «gigante» cuya idea central es la transformación del trabajo en placer.

El caso es que leer a Fourier produce una gran sorpresa: el gigante se revela más bien como el diseñador alucinado de una sociedad que resulta, a su pesar, muy cómica. E inmediatamente surgen dos preguntas: ¿por qué su biografía ha sufrido esta alteración?; ¿sus contemporáneos no percibían sus extravagancias? La primera es fácil de responder: la realidad de Fourier ha sido subordinada a su fama posterior. Además la circunspección del historiador suele ser poco compatible con la burla, que la lectura de Fourier estimula constantemente. Por eso su obra se presenta expurgada de los elementos más ridículos, que en el caso de Fourier son la mayoría.

Pero -asumiendo que nosotros no somos más listos que sus contemporáneos - si la obra de Fourier era tan disparatada ¿por qué ellos no lo vieron? Sin duda porque estaban inmersos en la misma corriente que él y compartían el mismo Zeitgeist. La Ilustración los había convencido -de manera algo excesiva- de que bastaba la luz de la razón para disipar la ignorancia y la superstición. ¿Por qué, entonces, asombrarse de que la poderosa razón de un oscuro personaje desentrañara los secretos del cosmos, y diseñara desde su cuartucho, rodeado de gatos, una sociedad ideal? Y si la actividad sexual de esa sociedad -que él llamaría Armonía- estaba completamente regulada por un Código amoroso y un Registro del Amor, y dirigida por una meticulosa jerarquía de sumos sacerdotes, pontífices, matronas, confesores, faquires y genio, pues sin duda estaba bien. Cuanto más extravagantes son sus manifestaciones, mayores son los planteamientos tácitos, inadvertidos, que las sustentan.

Por eso -esto es la modesta tesis de estas líneas- la exhibición desenfadada de lo grotesco debe alertarnos de la existencia de una profunda corriente subterránea. Así que cuando hoy contemplamos el ridículo exhibido por universidades, medios de comunicación o políticos debemos entender que son títeres movidos por la fuerza más importante de nuestra época. Se llama woke.


p.d. Si quieren saber más sobre Fourier, aquí encontrarán -modestamente- bastante información. Si están interesados, pueden obtenerlo en 00fernavarro@gmail.com



Comentarios

Carlota ha dicho que…
mi primera notica sobre este lunático la tuve a través del manual de historia de las ideas políticas de Jean Touchard, en el curso 1977-1978 ó 78-79 (ya no sé)
Y, claro, el medio es el mensaje: su mera inclusión en un tratado universitario en el que también estaban, Platón, supongo, y John Locke, seguro, le confería respetabilidad.
La penúltima noticia de Fourier la tuve gracias a "socialistas utópicos". Por fin, las cosas en su sitio.

Hoy el ridículo manda en los parlamentos y en los gobiernos; la alerta inquieta a muy pocos, y además, tal vez sea tarde

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