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DOS ERRORES


Dos errores, ambos catastróficos, muy comunes: desde la política, pretender que se puede sustituir a las empresas; desde las empresas, pensar que se puede prescindir de la política. El primero lleva a la economía planificada, cuyo historial de fracasos es intachable. Desgraciadamente, como el añorado Churruca predijo, «en cada generación hay un selecto grupo de idiotas convencidos de que el fracaso del colectivismo se debió a que no lo dirigieron ellos».

El segundo no sabemos donde lleva porque nunca se ha puesto en práctica -quizás a Manchester-. Hasta ahora era más bien una aspiración de café de libertarios y pequeños empresarios –a los grandes les resulta más sencillo asociarse al poder político que eliminarlo-, pero las Big Five Tech parecen estar tentadas de intentarlo. Volveremos a esto más adelante. Aparte de las empresas, el planteamiento ácrata-simplón empieza a tentar a todos los que empiezan a repetir que pagar impuestos sólo sirve para mantener a los políticos y su red clientelar, como si se pudiera vivir al margen de la comunidad.

El caso es que –aunque actualmente nadie lo diría- en el diseño de la política hay una arquitectura moral. Cuando Madison y los padres fundadores escribían en El Federalista sabían los riesgos que amenazan a las sociedades saludables, y diseñaron los mecanismos adecuados para atenuarlos. Ellos, a diferencia de muchos políticos actuales, conocían el peligro de que una «facción» reuniera una mayoría y la usara como una apisonadora –y está imagen es ominosa en nuestros días- contra el resto. Las divisiones de poderes y check and balances están dirigidos a evitar la «tiranía de la mayoría», el desenlace tribal de la democracia que la convierte en un desagradable asunto de suma cero. Hay un ajuste fino que ha permitido que tengamos las sociedades más agradables de la historia. Es cierto que ahora ese arte se ha olvidado, y el mecanismo se deteriora por el mal uso de los aventureros políticos, pero en la política –en la buena- siempre existe ese entramado de valores que se pretende preservar.

No ocurre así en las empresas que han ido despojándose de la ética del trabajo hasta exhibir sin complejos su exclusiva vocación de producir ganancias. Sí, ahora las grandes hablan mucho de «empoderamiento» y «sostenible» pero es marketing: han entendido perfectamente que la imaginería religiosa es especialmente atractiva para los usuarios en nuestros días. Decía que las grandes empresas no tienen una seria intención de reemplazar o prescindir de la política, pero la excepción está en los gigantes tecnológicos. Éstos también hablan de empoderamiento pero además se lo han creído, y ahora propalan su fe por el metaverso: quizás finalmente el Leviatán sea digital.

Y así va pasando la Semana Santa.

Comentarios

candela ha dicho que…
Magnífico.
Dan ganas de llorar, lo que es muy apropiado para la Semana de Pasión.
Gracias por la lucidez
viejecita ha dicho que…
Hola de nuevo, Querido Don Navarth :

A mí me parece que una vez que "han tocado moqueta", tanto los CEO de las empresas, como los de los partidos políticos, se endiosan, y se creen que la solución a TODO son ellos.
Debería haber alguna forma de instituir "checks and balances" obligatorios, antes de que se eligiera a los jefes de las empresas, ( antes también de que se nombrasen los representantes sindicales ), Antes de que se eligiera las cabezas de los partidos...
Que, en partidos que habían surgido para regenerar la democracia, se aplastaba a las voces discrepantes, a las candidaturas alternativas en defensa del afiliado, etc etc
Y no me imagino a Steve Jobs, ni a Wozniak, conformes con que lo importante fuera conseguir el mayor beneficio posible para sus accionistas.
O a Don Isidoro, que consideraba a sus clientes, y a todos sus empleados como una familia que había que cuidar, y a la que había que escuchar, aceptar el mercantilismo actual de SU Corte Inglés.

Y que las promesas electorales fueran de obligado cumplimiento bajo pena de dimisión fulminante.

Pero, claro, ¿ Qué sabré yo ?
navarth ha dicho que…
Dª Candela, cuánto tiempo. Un placer verla por aquí.

Doña Viejecita, parece que somos vulnerables a ese endiosamiento, que acaba convirtiendo los partidos en sectas a mayor gloria del Amado Líder.

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