LIBE.- (Con dulzura) Florecillas
puras y olorosas, ¿para quién tan lindas? ¿A quién ofrecéis vuestro suave aroma
y vuestras galas? Vosotras amáis ¿no es verdad? (Interrumpiendo el riego,
medrosa y pensativa.) ¡Ay! También yo... siento no sé qué... que nunca he
sentido...
En 1902 Sabino escribe Libe,
un melodrama sobre la batalla de Munguía (una de las ‘cuatro glorias’ de Bizcaya por su independencia) que
publica en 1903 en castellano bajo el seudónimo de Jelalde. La acción se desarrolla en 1471, y la protagonista es
Libe, hija del señor de la vizcaína torre de Bilala. Es pretendida por Andima,
otro aguerrido vizcaíno, pero no ha tenido mejor ocurrencia que enamorarse del
Conde Don Diego, un españolazo al servicio del Conde de Haro. Desde el comienzo
Libe, y el propio Don Diego, no dejan de percibir a dúo que su amor es un
disparate:
LIBE.- ¡Puro sueño! ¡Es extranjero! ¡Puro
sueño! / DON DIEGO.- ¡Suerte cruel! ¡Ser extranjero! ¡Suerte cruel!
Obsérvese la asimetría: Don
Diego no lamenta que Libe sea extranjera, sino que entiende que el problema es
suyo por no ser vizcaíno. Sin embargo se atreve a entrevistarse con el padre de
Libe para exponerle su pretensión. A pesar de que éste descubre que Don Diego
ha salvado la vida de su hijo en una batalla precedente contra los moros, lo
reconviene amablemente:
EL DE BILALA. (Al
Conde, advirtiéndole cortésmente) Mirad que sois extranjero.
EL CONDE (Humilde)
Lo sé, señor, pero el corazón no me respeta.
Sin embargo, en un momento de
flaqueza, el de Bilala acepta la candidatura de Don Diego dada su condición de
salvador de su hijo. Grave error. Permitir el matrimonio con el extranjero, la
temible mezcla, desencadenará el desastre.
En la siguiente escena un
grupo de campesinas contempla la comitiva del conde de Haro:
ALDEANAS.- ¡Qué trajes, qué joyas! ¡Cuánto
oro y plata! ¡Esplendor por fuera! Por dentro ¿serán felices?
Nosotras lo somos. No cambiemos nuestros
vestidos por los suyos, ni nuestros flequillos [1] por sus montañas de cabello (...)
No cambiemos nuestras caserías por sus
palacios.
No vistamos la toca blanca por esposos
extranjeros.
Volvamos a nuestros caseríos alegres y
contentas. Volvamos, volvamos.
¡Qué encantador es el caserío bizkaino!
Palomas, blancas como tocas de casada, cobijadas en frondoso roble. Corderillos,
blancos como la nieve, desparramados en verde pasto.
Entra entonces Andima que
acaba de vencer, como es natural, a un castellano en un torneo:
ANDIMA.- ¡Oh Libe! (...) Tú tan bella, tan
vasca ¿amar a un extranjero?
Se encuentra entonces con Don
Diego y el señor de Bilala, recrimina a este último que no haya reservado su
hija para un aborigen, y le suelta una grosería al primero:
ANDIMA.- (Lento) Más honrado que un
bizkaino ningún español. (Aún más lento) Tan honrado como yo pocos. (No tan
lento pero más frío) Probadlo si os place.
El padre evita que se
enzarcen, y Don Diego queda admirado:
EL CONDE.- Es muchacho noble y valiente.
EL DE BILALA.- (Con gravedad) Es bizkaino.
En el siguiente acto, en el
que abundan el “tibio céfiro” y los “parleros pajarillos”, los enamorados Don
Diego y Libe se dicen las cosas de rigor, pero la tormenta se cierne sobre
ellos. El argumento es difícil de seguir. Según la creencia general el señorío
de Vizcaya lleva definitivamente incorporado a la corona de Castilla desde 1379,
pero Sabino, que ha investigado más, demuestra que no es así la cosa. Resulta
que Vizcaya es en realidad una república, “la República de Bizkaya”, y Enrique
IV (al que, para complicar aún más las cosas, Sabino se empeña en llamar
Enrique II, como si Vizcaya fuera finalmente un reino y tuviese una numeración particular)
tiene las tierras vizcaínas “otorgadas por su oficio de señor”. De este modo
Enrique IV es rey en todos sus territorios excepto en Vizcaya, donde es presidente de la
República. Y, sin darse cuenta de esto,
ha decidido poner al frente de ella al Conde de Haro sin pasar por las urnas.
Los vizcaínos se han molestado y, reunidos en Junta, le han declarado la guerra
(aunque lo correcto quizás habría sido una moción de censura). Para enfatizarlo
los junteros han terminado lanzando a coro el irrintzi. [2]
En el último acto tiene lugar
la batalla. Libe, que es bastante voluble, es presa de un súbito fervor
patriótico que la lleva sucesivamente a agarrar una bandera, a recordar a los
vizcaínos que Vizcaya siempre fue libre, y a ser derribada por un arcabuzazo.
Lo de la independencia ancestral de Vizcaya es obviamente el mensaje de la
obra, y para que al público le quede claro Sabino lo repite hasta la
extenuación: “¡Bizkaya siempre fue
libre!”; “Bizcaya lucha por su independencia. Siempre fue libre”; “Bizcaya será
libre. Como siempre antes”, etc.
La victoria es para los
vizcaínos, que entre irrintzis llevan
a la moribunda Libe ante su padre. También pasan por allí Andima y Don Diego,
que ha sido hecho prisionero por aquél. El señor de Bilala se ha dado cuenta de
su fatal pecado, haber permitido la mezcla racial, y Andima lanza un discurso en
el que, junto a lo de la libertad inmemorial de Vizcaya, lanza una pulla contra
la mestiza España:
ANDIMA.- Antes que tú España, ocupaba el
vasco Europa entera. ¿No le has de
permitir ni este rincón de áspera tierra para vivir libre? Entre tus
progenitores fue uno el vasco. Más ya que no reconozcas a todos tus padres,
respeta al menos al pueblo que es más antiguo que tú: respeta al que fue libre
antes de que tú nacieras.
Libe muere feliz, porque le
han “enseñado a amar a Bizcaya”, el telón cae y el público abandona la sala,
suponemos, conmovido y edificado.
___________
En cuanto a la poesía
propiamente dicha, más que poemas Sabino escribe canciones, pues sus versos
suelen estar diseñados para encajar en una melodía preexistente [3]. Sabino
trata de impregnar los cantos populares con su peculiar visión
racista para devolvérselos a continuación al pueblo, que anda bastante
despistado y no se entera del peligro en que se encuentra su patria. Porque la
raza vasca, perfecta, pura y generadora de unas leyes miríficas, vivía en el
pasado en armonía en una Arcadia feliz bajo la benévola mirada de Jaungoikua.
Ahora, sin embargo, agoniza por la opresión del taimado invasor maqueto, a cuyo
contacto el vasco se corrompe. Ahora el vasco abandona sus costumbres, sus
tradiciones e incluso a su Dios. La única solución es levantarse y destruir al
invasor. De ese modo se recobrará la armonía del pasado y los vascos volverán a
vivir felices a mayor gloria de Dios (y viceversa).
Sabino escribe sus primeras
composiciones durante su etapa de (ejem) estudiante en Barcelona. Son ¡Siñismena! (Fe), Kantauritarrak (Los cántabros) y una oda al sacerdote
Pedro Pablo de Astarloa [5]. Más adelante, en Bizkaitarra, entre 1894 y 1895 produce una segunda tanda de
canciones. En ellas llama la atención que utiliza contra los españoles no
vascos, con mucha más frecuencia que en la prosa, el nombre infamante usado
para referirse a los agotes: “mochas”
(contracción de “belarrimochas”, “orejas cortas”). También “belchas” y “azurbelchas”
(“negros” y “huesos negros”), que Sabino reserva a los maquetos en su
condición de liberales.
En 1895 escribe Bizkaitarrak
gara (Somos vizcaínos). ¿Y
que son los vizcaínos según el poema? Pues básicamente se describen por
oposición: son los que no son amigos de los maquetos/mochas. En realidad el
primer mandamiento del vizcaíno es odiarlos:
Bizkaia maitetako, bera areijuaren
Arerijuak ixan biogu lengo-len.
(Para amar a Vizcaya antes que nada
hay que ser enemigo de sus enemigos.)
Ahora hay que seguir el
ejemplo del pasado, recreado en Bizcaya
por su independencia, y ahogar al enemigo en su sangre:
Baña asaba zerdenak eratzi ebezan,
odolez ibaiturik erri-mugea alan.
(Pero nuestros antepasados los destrozaron
y, en un baño de sangre,
los arrojaron fuera de las fronteras de la
patria.)
Una vez libre de los
maquetos/mochas, la tierra de los vascos quedará descontaminada:
Oikinde onak eta ekandu ederrak
ordetuko ditube motzaren okerrak.
Los buenos usos y las hermosas costumbres
en adelante sustituirán a las viciosas de
los mochas.
Entonces la orgullosa raza
vasca recuperará la situación de preeminencia que naturalmente le corresponde:
Antziñeko enda zarr,
garbi ta bakana
orain maketuenak
dagona betuta,
biztuko da ta betik jagiko da gora,
eta bizkaitarrena
Bizcaya ixango da.
(La vieja raza de los tiempos antiguos,
limpia y especial,
ahora humillada por los maketos,
vivirá y para siempre se alzará a lo alto,
y de los vizcaínos Vizcaya será.)
Y así el poema
resume la idea esencial (y única) del nacionalismo de Sabino: la lucha de la
raza vizcaína contra el impuro enemigo opresor (el maqueto o belarrimocha
portador del vicio y el castellano), iniciada en la edad media, y cuyo camino
está marcado por cuatro gloriosos y sangrientos hitos, debe reanudarse ahora.
Tras el combate la raza vasca recuperará su glorioso pasado iluminado por Dios
desde lo alto... de la Junta de Guernica (y limitado Él mismo por las leyes
vascas):
Jaun Done Goikuaren beian egongo da
Bizkai’ko erri danon
Gernika’n Batzarra.
Antxe lagi ederrak eingo deuskuzala
Lagi Zarr’tik urteniz, artez-arte dana.
(El Santo Señor de lo Alto velará
en la Junta de Guernica del pueblo de
Vizcaya.
Allá nos hará hermosas leyes extraídas
todas directamente de la Ley Vieja.)
Posteriores cantos
representarán variaciones (mínimas) de este mismo tema. En 1897 publica Oraingo
Bizkai-bizkarrak (Las espaldas
vizcaínas de ahora). En ella juega con el doble sentido de “bizkarrak”, que
puede significar tanto espalda como loma, y de su semejanza con “Bizkaia”, que
hace descender de aquélla. De este modo Vizcaya es ahora impura porque sobre
las espaldas de sus habitantes recae la opresión de los mochas, y sus hermosas
lomas están plagadas de mochas y “mochófilos” (“motzalez ta motzez”).
En ¡Lenago il! (Antes morir) Sabino comienza desde la
primera estrofa el habitual lamento por la degeneración de la raza vasca y por
la destrucción del mundo rural por los “insaciables maketos”. Fruto de la
contaminación, ahora los vascos se están volviendo blasfemos y descreídos y
ofenden a Jaungoikua hablando en castellano:
Orain motzak lez loiztuten dabe,
loidun erderaz egiten.
(Ahora lo ensucian como los mochas
hablando en inmundo extranjero.)
Y sigue así la cosa. Como en Mendiko
negarra (El llanto de los bosques):ºº
Ara motzenak gaur emen zeure bijotz garbija
usteltzen.
(Hoy aquí las [costumbres] de los mochas
pudren tu limpio corazón.)
Finalmente el ideario de
Sabino queda condensado en el estribillo de Ken:
¡Kendu, kendu maketuok eta euzkeldun
maketuzaliok!
¡Bota, bota azurbaltzok eta euron lagun
guztijok!
(¡Quita, quita maquetos y vascos
maquetófilos!
¡Fuera, fuera azurbelchas y todos sus
compañeros!)
[1] Descubrimos aquí el
origen del temible peinado de las actuales aberchales.
[2] Obsérvese aquí como se
puede armonizar lo tradicional con lo científico.
[3] Los versos que se citan,
y sus traducciones, se han extraído de la obra ya mencionada de Antonio Elorza Tras las huellas de Sabino Arana.
[4] Astarloa ha sido mencionado en un capítulo precedente.
Imágenes: 1) y 2) ¿La venganza de Don Mendo? No, Libe, reestrenada en los años 30 por Ramón de la Sota.
Comentarios
Un matiz: azurbeltza significa "hueso negro", no corazón negro. La intención del apelativo, me temo, sigue siendo la misma.
¡ Animalito !
( si no fuera por sus continuadores actuales.... Que él suena como una mezcla de Gabriel y Galán, y de las cosas que venían en una revista para colegialas cursis de mis tiempos, que se llamaba "Chicas". )