Lo realmente interesante de Krutwig es que permite observar con total nitidez cómo son las emociones las que determinan la acción, y las ideologías meras racionalizaciones sujetas a la moda del momento. Las teorías de Sabino y Krutwig parecen muy diferentes, pero la xenofobia subyacente se percibe idéntica. Sencillamente las justificaciones racistas de Sabino dejan de ser admisibles en la Europa posterior a Hitler, y Krutwig se ve obligado a pergeñar las suyas propias. El resultado es una empanada marxista-anarquista de difícil digestión, basada en la etnia, la lengua y la revolución.
Aunque en realidad ni siquiera por consideraciones de etiqueta consigue Krutwig disimular el racismo:
«Un racismo eugenésico es muy deseable para nuestro pueblo y el combatirlo sería una desgracia para los vascos (...) Un racismo vasco que no quiera mezclar la propia sangre con gentes de tez oscura, de talla pequeña, y de cualidades físicas inferiores, en tanto que éstas deriven claramente de condiciones previas raciales, es un noble sentimiento que todo nacionalista vasco debería hacer suyo. No se trata de perseguir a otros pueblos y razas sino de mejorar la propia composición, de protegerse contra la mezcolanza y la mulatización, no permitiendo la mezcla de sangre con elementos africanos o africanoides».
«Una mezcla de vascos con elementos negríticos desvirtuaría la raza vasca, y difícilmente se podrá tratar de vasco a un negro».
Esto escribe en 1963 en Vasconia. Cuando en 1978 produce Garaldea la cosa no ha mejorado:
«Si consideramos las proposiciones de la Teoría de Woelfel [3] (...) veremos que, contrariamente a los ‘aryanistas’ e ‘indoeuropeistas’, supone que los CREADORES DE TODA LA CULTURA EMPIRICA EUROPEA son los pueblos megalíticos, que él supone estar emparentados con los guanches y con los vascos, siendo hoy en día, desde un punto de vista étnico, UNICAMENTE los vascos los descendientes de aquel pueblo creador de toda la cultura». [4] (las mayúsculas son de Krutwig, las negritas mías)
La idea de los pueblos creadores de cultura proviene directamente de la corriente Völkisch en la que se desarrolló el nazismo. Distinguía entre creadores, imitadores y destructores de cultura, siendo los primeros los arios y los últimos los judíos. Krutwig no niega esta distinción como arbitraria, estúpida o peligrosa, sino que se limita a desplazar el papel de creadores desde los arios hasta los vascos, emparentados con los guanches para la ocasión. El resto, sostiene Krutwig, son meros parásitos:
«Hoy en día muchos investigadores se dan cuenta que (...) la mayor parte de los hombres del siglo XX están en un estadio mucho más primitivo y subdesarrollado que los agricultores y creadores de cultura del Neolítico, que aparecieron en algunas restringidas partes del Universo (sic). A estos grupos restringidos... y en realidad deberíamos decir las cosas claramente UNICAMENTE A ELLOS, les debemos todo el progreso CULTURAL y MATERIAL de la entera Humanidad. El resto de la Humanidad han sido, como también pasa hoy en día, parásitos que se han beneficiado del esfuerzo mental de unos pocos. Y les guste o no a los descendientes de los parásitos, aún hoy en día vemos que son unos pocos hombres quienes producen la cultura y el progreso, mientras que el resto de la humanidad tan solo son APROVECHADORES DEL ESFUERZO MENTAL AJENO». [4]
No es la única relación de Krutwig con el Völkisch. En lo religioso, aspecto en el que se aparta del fundamentalismo católico de Arana, se inclina hacia el ocultismo y hacia el teosofismo, la doctrina creada por la medium Madame Blavatsky. Además recoge el mito Völkisch de la Atlántida como origen de la raza escogida.
En todo caso Krutwig se centra en la etnia, entendida como un cóctel de lengua, costumbres, instituciones, folklore y raza. La etnia es, para Krutwig, un ser vivo con conciencia y voluntad, a cuyo bienestar deben ser supeditados los intereses de las personas. El ingrediente esencial de la etnia es la lengua:
En todo caso Krutwig se centra en la etnia, entendida como un cóctel de lengua, costumbres, instituciones, folklore y raza. La etnia es, para Krutwig, un ser vivo con conciencia y voluntad, a cuyo bienestar deben ser supeditados los intereses de las personas. El ingrediente esencial de la etnia es la lengua:
«No hay duda de que un vasco castellanizante, por muchos apellidos que lleve y por mucha conciencia independentista vasca que posea, si no domina el euskara y no lo emplea corrientemente, es menos vasco que un euskaldun que se sirva de esta lengua, por más que no tenga ni un solo apellido vasco».
La importancia de la lengua deriva de ser el molde que prefigura la razón: no es una herramienta aséptica para la materialización del pensamiento, sino que condiciona decididamente éste. Y como era previsible el vasco resulta ser idioma más apto para que se exprese la libertad, mientras que el español y el francés son los cauces perfectos para que circulen los pensamientos tiránicos:
«El euskara era el símbolo de la autonomía y fraternidad libertaria (...) El castellano suponía el régimen del explotador».
«Desapareciendo el euskara moría el espíritu indomable que animaba toda nuestra libertad, toda nuestra organización comunitaria y libre del país. No es de extrañar que la opresión, la tiranía hablase en castellano y francés».
«La lengua vasca era incompatible con la expoliación a manos de la burguesía, son dos cosas en desacuerdo».
La explotación en vasco se convierte así en algo lingüísticamente imposible. Para el padre Astarloa la lengua vasca era la hablada en el Paraíso; también para Krutwig es la más idónea para el Paraíso... socialista.
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Dadas sus profundas afinidades emocionales no es de extrañar que Krutwig hable de Sabino con veneración, dirigiéndose a él en términos como «Maestro» y «mártir de Abando». Continuemos con el estudio comparado de ambos autores, y viendo cómo sus emociones compartidas se expresan de manera distinta atendiendo a las exigencias de la moda intelectual del momento. Por ejemplo ambos comparten una visión idílica del pasado, pero mientras la de Sabino es bucólica la de Krutwig ha pasado por las corrientes marxistas. También por los anarquistas Proudhon y Kropotkin, de quienes espolvorea citas por su obra, vengan o no a cuento, como si se tratara de azúcar glas. El resultado es singular:
«Una sana base de la sociedad era la que existía en Vizcaya antes de la usurpación y la ocupación militar por parte de las fuerzas españolas, en que existía un régimen político propio, sui generis, que podría llamarse de (sic) comunismo federalista, que solamente vivía, como decía Kropotkin ‘por la constante cooperación de todos’».
«El estado es, en general, siempre un instrumento de la opresión al servicio de las clases dominantes, cuando tales clases existen, claro está. La organización estatal vasca no desempeñaba tal función puesto que la estructuración jurídica de Vizcaya, Guipúzcoa, Laburdi y Álava, especialmente, aunque no pueda excluirse al resto de los estados vascos, carecía de clases oprimidas, y el estado era la federación de comunas».
Y el análisis es similar en el resto de los asuntos. Ya hemos visto que para Chaho las guerras carlistas no eran más que guerras de independencia vascas. Para Krutwig se trataba de guerras nacional-revolucionarias en las que los carlistas eran... comunistas:
«Frente al principio que proclamaba en lengua castellana la libertad del individuo y entregaba a éste a la explotación capitalista, se levantaba el principio de la comunidad euskaldun, defendido por el comunista ‘txapelgorri’».
En este contexto Zumalacárregui queda convertido en un revolucionario de izquierdas: «No es extraño que los verdaderos defensores de la libertad y de la igualdad (...) fueran aquellos guerreros (...) a las órdenes de Tomás de Zumalacárregui (...) Ellos eran los guerrilleros de la libertad, la explosión del sentimiento libertario».
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El ámbito geográfico de la Vasconia de Krutwig es mucho más ambicioso que el de Sabino, para quien la cosa acababa en el Ebro. El resultado será un país decisivo en el panorama internacional:
«Solamente la existencia de Estados como la futura Vasconia reunificada podrá aportar una solución duradera a las nuevas condiciones sociales de la Era atómica».
Por el oeste incluye prácticamente toda la provincia de Santander; por el suroeste abarca la burgalesa comarca de La Bureba. Esto plantea algunos problemas: «El hecho de estar anexionado a la provincia de Burgos hace que gran parte de la población haya perdido su conciencia nacional y se crean burgaleses».
Un despiste explicable, porque según Krutwig España ha colonizado Vasconia tan exhaustivamente que muchos se han olvidado de que son vascos: «La primera fase de la desnacionalización efectuada en aras del colonialismo que practica España en Vasconia ha tenido lugar en los territorios de la Euskaria irredenta, que fue donde primeramente esta política de genocidio fue llevada con más saña. Las tierras de La Rioja, Moncayo, Bureba, Montaña y Huesca pronto perdieron la savia vivificadora a través de la castellanización».
Fiel a esta visión la Vasconia de Krutwig fagocita la Rioja y la mitad de Soria. Hacia el este absorbe Aragón. Y en el norte penetra decididamente hasta el río Garona y se queda sin complejos con toda Aquitania. Con ello descubre que la poesía de los trovadores es un invento vasco:
«Su fondo es el matriarcado vascón con su amor libre (...) Sin un fondo vascón no son comprensibles esos juicios de las damas que tan en alto ponían el amor libre y que con toda justeza juzgan y dan razón al adulterio (...) Los vascones no tenían esa idea de la propiedad, no conocían el adulterio».
En ese momento Krutwig se abandona a melancólicas ensoñaciones eróticas (en detrimento de la sintaxis) y recuerda anhelante las hazañas de Guillermo VII, duque de Aquitania (y por tanto vasco) que «se lió con dos domnas (sic) prudentes, en las que (sic) una vez que estuvo a solas con ellas llevó a cabo sus proezas amorosas, durante ocho días».
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Sabino ha dedicado mucha atención a los parásitos maketos que han venido para robar a los vascos sus trabajos. Krutwig traslada la condición parasitaria al resto de España, que vive como una sanguijuela de robar a los vascos:
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Sabino ha dedicado mucha atención a los parásitos maketos que han venido para robar a los vascos sus trabajos. Krutwig traslada la condición parasitaria al resto de España, que vive como una sanguijuela de robar a los vascos:
«Así como es contrario a toda norma de justicia que una sociedad tenga que alimentar a elementos parásitos, no lo es menos que un pueblo trabajador tenga que estar sometido a un estado que lo explota (...) en beneficio de una casta o de un grupo étnico parásito, tal y como sucede con los vascos, explotados y robados del fruto de su trabajo en favor de una etnia cuya filosofía nacional desprecia el trabajo».
«El problema que supone para Euzkadi la injusticia de tener que soportar un país subdesarrollado como es España, es un insulto a toda norma de convivencia entre los pueblos. No hay límites ni palabras con que calificar esta opresión, a manos de un militarismo y feudalismo estrujadores, que en su tierra tan sólo alaban el dolce farniente, no cabiéndoles otra deshonra que el trabajo. No se comprende por qué ley de justicia (a no ser la del avasallamiento colonial) tengan que mantener los vascos a un pueblo de zánganos de profesión y explotadores tanto más cuando las mismas clases explotadas, en tanto se trata de la opresión del pueblo de Euskeria, hacen causa común con sus castas feudales y militaristas para atacar los derechos de la nación vasca. Se trata de una ignominiosa opresión en Europa».
El mito ‘España nos roba’ resultara exitoso y tendrá una proyección duradera en el tiempo.
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También en Krutwig, como en el caso de Sabino, surge el problema de los vascos no nacionalistas, aquéllos que no comulgan con su visión. ¿Qué ocurre con los vascos que no creen en el mensaje etno-lingüístico-revolucionario de Krutwig? Pues esos son como los maketófilos del mártir de Abando:
«No hay duda de que, al igual que hay proletarios que son reaccionarios, hay vascos que son españolistas o afrancesados. Se trata de excreciones cancerosas que produce la naturaleza».
«La sociedad de burgueses bilbaínos (favorable al liberalismo) nada tenía que ver con el espíritu del pueblo vasco. Era un cáncer desarrollándose en un cuerpo sano. La excreción cancerosa, que concentraba en torno al Nervión a masas humanas extrañas al país, era tan enemiga del pueblo vasco como las células enfermas son en el cuerpo vivo del hombre sano».
Las personas que se ponen en el camino de la etnia quedan así convertidas en células cancerosas. Y contra ellas sólo caben medidas terapéuticas. Porque en Krutwig permanece intacto el odio de Sabino, pero sus resonancias son más cercanas, más familiares y por tanto aún más siniestras. Se expresa especialmente en la parte de Vasconia llamada Bellica:
«El pueblo vasco, no solamente tiene derecho a levantarse en armas para oponerse a la desnacionalización por parte de España y Francia, sino que se trata de un deber moral el que se oponga a la deshumanización hecha por vías del Estado opresor. Es una obligación para todo hijo de Euskalherria oponerse a la desnacionalización aunque para ello haya que emplearse la revolución, el terrorismo y la guerra. El exterminio de los maestros y de los agentes de la desnacionalización es una obligación que la Naturaleza reclama de todo hombre. Más vale morir como hombres que vivir como bestias deshumanizadas por España y Francia».
Krutwig inventa el término plastikolari para designar al terrorista provisto de explosivos, arma esencial en su ‘guerra de descolonización’. En esta materia, en la que puede canalizar a gusto su odio, Krutwig queda perfectamente expuesto:
«No se deberá nunca dejar lugar a dudas de que todo policía o militar enemigo es un objetivo de nuestra actividad guerrera. Los policías que hasta hoy han torturado a los detenidos vascos deberán ser pasados por las armas o degollados. En estos casos es recomendable siempre que se pueda emplear el degüello de estos entes infrahumanos. No se debe tener para ellos otro sentimiento que el que se posee frente a las plagas que hay que exterminar. Cuando ello no represente un peligro para el guerrillero. Estos torturadores deberán ser eliminados por medio de tortura. Si las fuerzas de ocupación siguieren con sus medidas de tortura no se deberá nunca dudar en el empleo del retalión para exterminar a los familiares de los torturadores».
Dejemos aquí a Krutwig, en el momento en que lo siniestro empieza a ocultar lo ridículo. Y terminemos aquí esta historia.
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Notas
[1] La mayoría de las citas de este capítulo pertenecen a Vasconia, salvo unas pocas, que indicaré expresamente, que corresponden a Garaldea.
[2] Antonio Elorza defiende esta influencia decisiva. No así Jon Juaristi, aunque afirma que “las ideas fundamentales de (Vasconia) ya eran moneda corriente entre los nacionalistas de mi generación”. Por lo tanto, incluso si así fuera, parece razonable usar a Krutwig como exponente del estado del pensamiento sabiniano en esa época.
[3] En Garaldea Krutwig se apoya en un estudio del etnólogo austriaco Dominik Woelfel (1888-1962). En Canarias, el inesperado papel protagonista otorgado por Woelfel a los guanches causó cierto entusiasmo en la universidad, sector habitualmente sensible a las afecciones nacionalistas. En 1941 le fue ofrecida una plaza en la universidad de La Laguna aunque no llegó a ocuparla, y en 1960 se le concedió un doctorado honorario en esa misma universidad. Por su parte Garaldea recibiría la atención del grupo terrorista canario MPAIAC.
[4] Garaldea.
Imágenes: 1) Federico Krutwig. 2) Madame Blavatsky; 3) Mapa de la Vasconia expandida de Krutwig. 3) Trovador vasco en acción.
Comentarios
Y bonita escena, la estampa de Leighton hijo. Aunque tal vez su traducción (‘The End of the Song’ = ‘Trovador vasco en acción’) es un poco demasiado libre. Depende, con qué intenciones viene el caballero de la mano a la barba; porque en alguna réplica lo he visto desenfundando.
Claro que un arpa gaélica bien tañida también puede dar juego, más que un chistu y tamboril juntos.
Total, que me ha hecho reír, recordando las críticas descacharrantes de Sabino a las ilustraciones de la ‘Historia de Bizcaya’ de Labayru.
En hora buena.
¡ Que pena que se haya terminado !
Esta serie ha sido fantástica, y demuestra que puede haber un libro fabuloso sobre un desgraciao, ñoño , obtuso, y pequeño en todo, y sobre las consecuencias de su vida y enseñanzas. ( Que no se comprende muy bien que hayan sido tan determinantes, siendo el personaje tan "de tercera regional " ).
Estoy deseando poderla tener en mi Kindle, y lo que me gustaría es poder comprar el libro como regalo para familiares y amigos.
Con ustedes, le entra a una el complejo de aprovechategui. Y ni siquiera se le ocurre una manera adecuada de corresponder...
He venido directamente, y ahora que he subido a La Argos, veo que falta otro capítulo del Profesor Belosticalle, y que me quedaban cosas nuevas por disfrutar.
Pues, como decía un cura muy simpático, de los misterios del rosario dolorosos / gozosos;
Lo siento /me alegro
Ya siento (mi pata )pero
Me alegro (de que vaya a haber más).
Mr K era un tronado con mando en plaza.
Sísifo.
Doña Viejecita, de aprovechategui nada, es un honor tenerla como lectora. Aunque me temo que no lo estamos maquetando en MOBI, el formato de kindle, sino en EPUB, se ve muy bien en el ipad.
Don Sísifo, lo de los sudetes fue un ejemplo de contención al lado del hambre de Lebensraum de Krutwig.
Saludos a todos.