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VIERNES DE SEXO (4)


A la hora de reproducirse, y replicar de esta manera sus genes, nuestros ancestros masculinos afrontaban cuatro retos básicos: 1) detectar hembras fértiles, 2) reunir el encanto suficiente para atraerlas, 3) conservarlas, si se embarcaban en una relación estable y 4) tener cierto grado de certeza de que los hijos eran suyos. Los que superaron todos estos retos transmitieron la receta de su éxito encriptada en sus genes a la siguiente generación, y a lo largo de miles de generaciones -a través del proceso ciego de la evolución- la receta se fue puliendo. Los que estamos aquí somos el eslabón actual de esa larga cadena, y hemos heredado las preferencias, gustos y emociones que componen la receta. Por ejemplo los celos, una parte fea de nuestra naturaleza derivada de los desafíos 3) y 4); ya hablaremos de ellos. En cuanto al desafío 2) los hombres debían pasar el filtro establecido por los gustos de las mujeres, y por eso hay quien dice que los primeros son una raza criada por las segundas. Pero hoy hablamos del desafío 1). 

Contemplen la imagen del comienzo y señalen la mujer más atractiva. Si son hombres seguro que ninguno ha elegido la 1, y que la mayoría se habrán quedado con la 3. ¿Por qué tenemos preferencia por cierta curvatura lumbar? Pues no es porque hayamos hecho un complejo estudio estético, o un dibujo de las proporciones como el de Leonardo. Sencillamente ese ángulo torcido de la penúltima vértebra lumbar favorece andar erguida durante el embarazo, reduce las tensiones de las caderas, y facilita tener sucesivos partos. Si hace cientos de miles de años a un homínido le atraía la hembra 1 y a otro la 3, éste último tenía una ligera ventaja sobre el primero para reproducir sus genes; nosotros descendemos de él. Los hombres estarán pensando “no sé qué dice, es obviamente la más mona”, y a las mujeres se les confirmarán sus sospechas de que los hombres seguimos siendo unos primates. Todos lo somos señora, y esa es la cuestión. Por cierto, el número 5 puede inducir a error por el desarrollo de los glúteos, que también es un indicador de aptitud biológica y (por tanto) de preferencias masculinas.

A la hora de buscar pareja los hombres valoran la apariencia física más que las mujeres, y la apariencia deseada es fruto de la presión evolutiva ejercida por los distintos desafíos a los que se enfrentaban. En concreto nuestros gustos responden al desafío 1): la hipótesis más aceptada es que la apariencia de una mujer proporciona pistas sobre su fertilidad. A lo largo del tiempo evolutivo, los hombres que se sentían atraídos por las mujeres que mostraban estas señales de fertilidad tenían más ventajas para reproducir sus genes que aquellos que no sabían detectarlas. Hace años la psicóloga Devendra Singh propuso una de esas señales: la relación cintura-cadera (waist to hip ratio, WHR). Si la cintura tiene el mismo diámetro que las caderas la ratio es igual a 1; cuanto menor es la cintura en relación a las caderas, menor es la WHR. Pues bien, en estudio transcultural de la propia Singh demostró que, en todas las sociedades en las que se realizó, los hombres muestran una consistente preferencia por una WHR de 0,7. Una relativamente baja WHR (entre 0,67 y 0,8) indica que la mujer es joven, saludable (y, de paso, que no está ya embarazada). Estudios realizados con los anuncios de prostitución (esperemos que sólo con el anuncio) confirman esta preferencia masculina, que está correlacionada con el precio del servicio.

Otro indicativo fiable de atractivo es el índice de masa corporal (body mass index, BMI), medido como la relación entre el peso y la altura. Un estudio de 2009 de Cornelissen encontró incluso que la BMI era más importante que la WHR a la hora de despertar el interés masculino. No nos vamos a pelear por ello, pero de nuevo hay que destacar que no estamos ante cánones de belleza dictados por una sociedad patriarcal: la WHR y el BMI funcionan en todas las sociedades. Si los hombres se sienten atraídos por mujeres más delgadas no es por gordofobia, sino porque es un indicador de salud, juventud y fertilidad. De hecho nadie, que se sepa, ha tenido jamás miedo a los gordos, y somos más bien los flacos los que tradicionalmente hemos suscitado más antipatías. Donde sí se aprecian cambios culturales, e influencia del entorno social, es en esto: el bombardeo continuo de imágenes de hombres y mujeres perfectos ha introducido estándares falseados -muchos de esos seres perfectos, como Mónica Bellucci, ni siquiera existen- y han generado una falsa imagen de abundancia y asequibilidad -aunque existiera no se fijaría en usted-. Esto, sumado a la necesidad de aparecer continuamente en las redes, ha provocado una espiral algo desquiciada, una carrera armamentística de cirugía y Botox que presagia un aumento de las ansiedades y desequilibrios.

¿Y qué hay de los pechos, me dirán? ¿Se fijan y dan importancia los hombres a su tamaño y forma? Tal y como usted sospechaba, sí. De hecho junto a al WHR es una de las partes que rutinariamente monitorizan los hombres (disculpen la vulgaridad). Algunos sesudos estudios han confirmado que una cintura estrecha combinada con pechos algo más grandes que la media revela niveles adecuados de la hormona estradiol, relacionados a su vez con una mayor fecundidad. Y en un interesante estudio realizado en Polonia y Papúa (la elección es, en efecto, enigmática) se comprueba que la preferencia por los pechos que apuntan al cielo es también un universal que afecta a todas las culturas, sin duda por ser indicador de fertilidad y juventud. ¿Juventud? Sí. Me temo que, más que en las mujeres, en los hombres existe una notable atracción por la juventud.

En anteriores entradas hemos comprobado que las mujeres dan más importancia que los hombres a la riqueza y el estatus; los hombres, por su parte, dan más importancia que las mujeres a la apariencia física. Entonces ¿son las mujeres interesadas y los hombres superficiales? Pues no. O sí. Somos lo que somos. Y como somos seres conscientes podemos corregir algunas de nuestras tendencias, pero otras no. Por ejemplo, podremos ser capaces de entender, detectar y controlar los celos, pero siempre seremos esclavos de nuestros gustos físicos: ningún taller de prevención de la masculinidad tóxica ni de la gordofobia conseguirá que Maruja Torres nos resulte más excitante que Úrsula Corberó.

Les dejo este curioso experimento que revela las diferentes prioridades de los hombres en las relaciones a corto y largo plazo. Cuando les presentan esta imagen de una mujer tapada con dos cajitas, y les dan a escoger una para retirar, los hombres escogen la de la cabeza para relaciones estables y la del cuerpo para relaciones esporádicas. No somos nada.
  


Comentarios

Carmen Quirós ha dicho que…
Me ha encantado. Cuando se meta usted en el vergel de los celos, si no lo ha hecho ya, eche un vistazo a Castilla del Pino; porque puede sufrir un abordaje entre el ser (que es de lo que va este hilo) y el deber ser a mi cargo.

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