Negocianistas son los obtusos y malvados oscurantistas que niegan el dictamen de la Ciencia, es decir que el clima cambia, que la temperatura está aumentando, que el CO2 contribuye al calentamiento, que su incremento está relacionado con la quema de combustibles fósiles, que el calentamiento está produciendo catastróficos eventos meteorológicos -olas de calor cada vez más frecuentes, huracanes, sequías, incendios forestales…- y que si no reducimos el nivel de CO2 nos espera un futuro apocalíptico. ¿No existe acaso consenso científico sobre esto? Pues no. Que el clima cambia, que la temperatura aumenta, y que la emisión de CO2 por el humano contribuye a ello no lo duda nadie. Pero hay razonables dudas sobre la capacidad de predicción de los modelos, sobre el impacto del hombre en el calentamiento, y sobre los efectos que actualmente está produciendo y producirá. «El ser humano no ha ejercido un impacto perceptible sobre los huracanes»; «la capa de hielo de Groenlandia no disminuye a más velocidad que hace 80 años»; «el impacto económico del cambio climático provocado por el hombre será mínimo, al menos hasta final del siglo XXI». ¿Son afirmaciones de un peligroso negacionista? No, de la ONU. Son ejemplos extraídos directamente de sus evaluaciones cilmáticas por Steven Koonin, subsecretario de Energía con Obama.
En la transmisión de la comunicación desde los científicos hasta los ciudadanos a través de los medios se producen una serie de interferencias que dejan el mensaje bastante distorsionado. Es como el clásico juego del «teléfono escacharrado», sólo que aquí hay interferencias voluntarias y también mala fe. Las primeras se producen cuando científicos y medios abandonan la neutralidad e incurren en activismo. ¿Qué hay de malo en exagerar si sirve para concienciar a la sociedad ante un problema tan grave? Respuesta: pues eso, que traicionan su función. Y luego están las interferencias de mala fe, la de los políticos que han descubierto un filón en el cambio climático. El anatema negacionista es una señal de que quien lo enarbola ha abandonado la razón y se ha internado en lo sagrado a la búsqueda de votos, sabedor de que el cambio climático se ha integrado sólidamente en el pack religioso dominante.
Los políticos deberían señalar problemas y aportar soluciones. Ante el del cambio climático, que es real, procede discutir serenamente sobre sus efectos previsibles, definir los objetivos que pretendemos alcanzar y explicar hasta dónde es razonable sacrificar el crecimiento, la estabilidad y la prosperidad para alcanzarlos. Pero no era eso lo que tenía ayer en mente Mónica, sacerdotisa de Sol. Lo que pretendía, bajo una apariencia científica, era algo bastante viejo: apelar a emociones religiosas para lanzarlas contra su rival político. Y es que la separación entre iglesia y estado ya no es lo que era.
Comentarios
Que la temperatura cambia es un hecho histórico. Y en esos hechos históricos ni se había descubierto el petóleo y apenas el carbón. Se hacían hogueras para calentarse o para comer.
Por otra parte si observamos atentamente los comportamientos de los políticos, incluso los mas afirmativistas, veremos que tampoco se creen lo del cambio excepto para procurarse excusas.
Que Europa esté en ese juego, Mema es un ejemplo tan representativo como el análisis de regresión que he esbozado, nos da una pista de por donde van los tiros. Y parece que diregidos hacia unos cuantos.