La Razón: «Alarma en el Gobierno por la reacción del CNI tras el caso Pegasus: “Nos pueden hacer la vida imposible».
Así que el Gobierno se acaba de dar cuenta, con cierto retraso, de dos cosas elementales: a) cualquier grupo humano se enfada y se defiende cuando es atacado, y b) enfadar a los espías puede conllevar sobresaltos. La imagen que proyecta no es, digamos, de brillantez intelectual. No esperábamos que el equipo de Sánchez fuera a pasar a la posteridad como The best and the brightest: ni los más entusiastas se habrían atrevido a comparar a Irene Montero con McNamara, o a Bolaños con McGeorge Bundy. Pero tampoco hacía falta que la referencia fuera Dumb and dumber. Y si Kennedy y sus tecnócratas consiguieron meterse en notables líos, imaginemos dónde nos pueden llevar Sánchez y sus mariachis. Ya lo estamos viendo.
Que Sánchez no es muy normal es evidente, pero todavía hay quien quiere atribuirlo a cierta genialidad maquiavélica –ayer, sin ir más lejos, Pérez-Reverte-. En parte es efecto de la famosa «falacia de la abuela», la que ella emplea cuando te dice que tu compañero de colegio, un reconocido imbécil, «no será tan tonto si gana tanto dinero». Pero también está ese síndrome que cristaliza en las direcciones de los partidos, esa mezcla de locura del líder, peloteo abyecto de los subordinados, sectarismo y dilución de responsabilidad que Michels llamó elegantemente "Ley de Hierro de las oligarquías", pero que de nuevo recuerda más bien a Dumb and dumber. Y es que en análisis político existe cierta tendencia a arrojar la navaja de Ockham por la ventana.
Hace tiempo un amigo me contó este experimento. Un tal Erich Von Holst, zoólogo y colega de Konrad Lorenz, sometió a un pez –creo que era un gobio- a una lobotomía que lo dejó desprovisto de una serie de funciones básicas. Muy significativamente, ignoraba la tendencia de los gobios a agruparse en un cardumen para eludir el peligro, y nadaba tan feliz a su bola. Pero lo curioso de la historia no es esto sino que, transcurrido cierto tiempo, los desconcertados gobios, que veían cómo el pez descerebrado vagaba inconsciente a su aire, acababan siguiéndolo y convirtiéndolo en su líder natural. Algo sabrá que nosotros desconocemos para nadar por el mundo con tanta seguridad, dirían los gobios y la abuela. Pues en ello estamos.
Comentarios
Que también van por su cuenta los que tienen un cerebro más desarrollado que los otros peces, y son capaces de pensar a más largo plazo, y de arriesgar su presente por el presente y el futuro de los demás. Pero esos que piensan tienen tendencia a explicar sus acciones y su soledad. Y asustan a los que no quieren pensar, sino sólo estar en la mayoría , que son los que siguen a los que estén ¿"al mando"? en cualquier momento.
Y he puesto lo de ¿al mando? entre interrogantes, porque esos descerebrados no mandan de verdad, que obedecen a cualquier chantajista, por destructivo que sea para todos , con tal de seguir en la cabeza...