«Nuestra unidad espiritual comenzó con el bautismo de la Santa Rus hace mil veinticinco años. Desde entonces han sucedido muchas cosas en la vida de nuestros pueblos, pero nuestra unidad espiritual es tan fuerte que no está sujeta al designio de ninguna autoridad». Putin en Kiev, julio de 2013.
Ucrania no existe, existe Rusia. Y Rusia es algo singular: una entidad destinada a emerger victoriosa de su actual lucha contra el mal para redimir a la humanidad. De esta entidad han existido avatares previos. Uno, fue la Rus de Kiev; otro, la Rusia zarista; el tercero, la Unión Soviética. Aunque parezcan opuestos, hay una continuidad entre todos ellos. Por ejemplo, es bien sabido que los monjes liquidados por los bolcheviques en el 17 elevaron desde el Cielo sus plegarias para contribuir a la victoria soviética en el 45, y con esto demostraron no ser rencorosos. El último avatar será Eurasia, un imperio destinado a gobernar desde Lisboa a Vladivostok; porque la Unión Europea, que es parte del mal, está condenada a fragmentarse y desaparecer. A diferencia de la Unión Europea, Eurasia no prestará una atención maniática a asuntos como el imperio de la ley, la objetividad o los hechos. Lo relevante no es el hacer sino el ser, y los papeles cósmicos ya están asignados. Lo que necesita Eurasia es un líder capaz de interpretar y canalizar la voluntad de Rusia. Este atributo se denomina «pasionaridad». Lo poseía Volodimir de Kiev en el siglo XI; lo tiene, en el siglo XXI, otro Vladimir.
El rastro de algunas de estas ideas –como Eurasia y el papel redentor de Rusia- conduce al filósofo Ivan Ilyin. El de otras, a pensadores más pintorescos como Lev Gumiliov -hijo de la poetisa Anna Ajmátova- para quien la singularidad de Rusia proviene de haber recibido ciertos rayos cósmicos en dosis mayores -y en una fecha posterior- al resto de naciones europeas –de Gumiliov proviene, además, la «pasionaridad»-. También es detectable la influencia de Alexandr Dugin, feliz armonizador de nazis y bolcheviques –los nazbol- mano a mano con el escritor Eduard Limonov. Con estas ideas el club de Izborsk, think tank cercano a Putin, produce combinaciones explosivas que generan alejamiento de la realidad, xenofobia, antisemitismo y una homofobia que no se sabe bien de dónde sale. ¿Realmente ejerce influencia Izborsk sobre Putin? De momento llamó así a uno de sus bombarderos de largo alcance y -para que no hubiera dudas- invitó a su presidente Alexander Projánov a volar en él-. El Club nace en 2012, y a partir de ese año la política exterior de Putin cambia drásticamente. Por un lado comienza a fomentar Eurasia, como pronto descubriría Ucrania. Y, por otro, a debilitar a la Unión Europea, prestando apoyo a partidos de extrema derecha y separatistas, e interfiriendo con cierto éxito en procesos electorales.
En realidad el origen de este cambio no es tanto un súbito descubrimiento de Ilyin por parte de Putin como su fracaso en la creación de un país homologable a las democracias occidentales, con sus leyes aplicables y un ecosistema económico no putrefacto. No es infrecuente que los proyectos espirituales se desencadenen por acontecimientos bastante mundanos: el Procés sufrió una súbita aceleración cuando Artur Más se vio obligado a acceder al Parlamento en helicóptero-. Pero, aunque la cháchara sobre Eurasia y la maldad de occidente no sean más que racionalizaciones de la huida hacia delante de Putin, los relatos acaban adquiriendo vida propia y un día tienes a 100.000 soldados ante tu frontera.
Para Izborsk, Dugin y Putin, Ucrania tiene ante sí un papel muy importante: someterse y disolverse. Puede parecer poco airoso pero ¿quién preferiría acercarse a la decadente Unión Europea pudiendo integrarse en un Imperio favorecido por Dios? Sepan en todo caso -sin necesidad de apelar a su virtud, ni a la necesidad de defender una libertad que está a punto de ser extinguida- que ustedes también son parte del Gran Proyecto.
Comentarios
Que pienso que Kruschef no tenía ningún derecho a habérselo cedido a Ukrania, sin haber preguntado antes a los rusos. Y lo equiparaba a que el "desgobierno" nuestro actual, le hubiera regalado San Sebastián a los BilduEtarras.
Eso no quiere decir en absoluto que me guste Putin. Ni que me gusten sus bravatas, ni los " suicidios" , los envenenamientos repentinos, las persecuciones a sus opositores.
He estado leyendo "Hitch 22" ( Christopher Hitchens me gustaba mucho ), y, en el libro explica cómo cambió de visión en relación con Irak, Sadam Hussein, las Armas de Destrucción Masiva ,( que estaban enterradas y escondidas, pero que estaban, aunque los anti pretendan hacernos creer que no ), etc etc.