No se lo tengan en cuenta: les mentía, sí, pero es que era político. Mentía bastante más que la media –al menos hasta que llegó Sánchez- pero tal vez era más político que la media. En todo caso –dice- ahora ya no es político y no le hace falta mentir; es muy posible que ambas cosas también sean mentira. Ahora está en el «NO a la guerra». Ahora que Putin ha acumulado 100.000 soldados y tanques en la frontera de Ucrania, y que se propone invadir un país soberano, Iglesias ha denunciado con firmeza a Estados Unidos.
Es especialmente curioso que Iglesias el plurinacional, que defiende el derecho a crear soberanías donde no las hay, desdeñe las soberanías que realmente existen. Pero esto, la dificultad de distinguir lo real de lo potencial -o directamente ficticio-, es un mal de nuestro tiempo. Así ocurre con Irene Montero: para luchar contra un fantasmagórico heteropatriarcado dispone de un Ministerio muy real. Lo crearon por una buena causa (que Sánchez accediera al poder), pero aún edificado sobre conceptos imaginarios cuesta 500 sólidos millones. Además cuando Montero legisla para corregir el etéreo heteropatriarcado -que es como hacerlo para corregir el ascendiente de Capricornio sobre Piscis- acaba afectando la vida de personas concretas.
El problema es que Iglesias es un farsante, pero no un farsante perfecto. Sánchez sí: es un mero receptáculo vacío de los relatos que sus spin-doctors le proponen interpretar en cada momento: para la crisis de Ucrania, una foto con teléfono, expresión preocupada y a pasar pantalla. Desgraciadamente Iglesias no es un farsante hueco sino sectario, relleno de una profunda fe. En Sánchez todo es mentira; en Iglesias las creencias son verdad. ¿Cuáles son? Una mezcla de antioccidentalismo y épica revolucionaria trasnochada: Iglesias se ve siempre descendiendo en la estación de Finlandia o bajando de la Sierra Maestra. Lo hace virtualmente porque actualmente se revoluciona sin esfuerzo: si la cosa sale mal siempre se puede decir que era broma, acusar al contrario de sobreactuar y chupito. Así ocurrió en el «golpe posmoderno» -en terminología de Daniel Gascón- del 17, y los jueces del Supremo –que cayeron en la trampa- hablaron de «ensoñación». De nuevo, si hubiera triunfado las consecuencias habrían sido muy reales, especialmente para los charnegos.
En fin, que el «NO a la guerra» de Iglesias realmente quiere decir «Dejadlo en paz». A Putin. Porque Iglesias es un farsante encasillado y siempre escoge los papeles más dañinos para occidente y las democracias liberales. Porque su lema es mentira, pero sus preferencias son muy reales.
Comentarios
No se le puede negar que es consecuente en su miseria moral.
El otro asunto es que los otros tienen escrúpulos con los medios que usan, sus seguidores no les pasan ni una, y no tienen ni medio claro su fin.
Que yo, en lo de Crimea, estoy con Putin.
Que Crimea era el sitio donde veraneaban los rusos desde siempre. Y era Su Casa. Y el desgraciao de Kruschef no tenía ningún derecho a regalarle Crimea a Ukrania. Aunque entonces, Ucrania fuera parte de la URSS. Y sin hacer ninguna consulta a los rusos, que, digo yo, algo tendrían que opinar.
Como si aquí, estos que ahora parten el bacalao decidieran regalarles Valencia, Baleares, Aragón, a los secesionistas catalanes para que les aprobasen los presupuestos. O que les regalasen San Sebastián a los BilduTarras...
Y fan de Putin, no soy, desde luego...