«Entretanto, mientras
trabajo en mi libro sobre los anabaptistas
de Münster [1], leo con profundo
estremecimiento los relatos medievales referidos a esta herejía auténticamente
alemana que fue en todos sus y cada uno de sus elementos, incluso en los más ridículos
detalles, predecesora de lo que ahora estamos viviendo (…) Como ahora, también entonces el gran Profeta
era un engendro (…) Como ahora toda
resistencia se rinde ante él, de forma incomprensible para un mundo asombrado.
Como en Münster, ahora una fina túnica de ideología envuelve un núcleo de
lascivia, codicia, sadismo y abismales deseos de ser alguien, y quien duda de
la nueva doctrina u osa criticarla va a parar a manos del verdugo (…) Y que el ministro de propaganda de Münster –Dusentschnur-
fuera cojo, igual que su gran colega Goebbels, es una broma que la Historia
Universal gastó con 400 años de antelación».
Esto escribía Friedrich
Reck-Malleczewen en 1936 en Diario de un desesperado.
Aristócrata, militar y prusiano, asistía asqueado y horrorizado al ascenso de
la marea nazi, y encontraba asombrosas semejanzas -«las similitudes se acumulan de tal modo que he tenido que reprimirlas
para no arriesgar aún más la razón»- entre un movimiento religioso del sigo
XVI y una ideología secular del siglo XX. Unos años más tarde, en 1957, los
mismos parecidos serían puestos de manifiesto por Norman Cohn. En pos del milenio, libro
clarividente, describe los brotes milenaristas habidos desde el siglo I al XVI;
en efecto, los parecidos con ideologías contemporáneas son llamativos. ¿Cómo es
posible? ¿Qué pueden tener en común religiones antiguas e ideologías modernas?
¿Qué elementos comparten las doctrinas del anabaptismo, el bolchevismo o el
nazismo? ¿Qué tienen en común el fundamentalismo religioso, el materialismo
histórico o el «racismo científico»? El caso es que el propio Reck-Malleczewen,
que erróneamente atribuye todo a un defecto del carácter alemán, se ha cruzado inadvertidamente
con la respuesta: se trata de potentes emociones revestidas con «finas túnicas
de ideología».
Si entendemos que lo realmente decisivo son las emociones
subyacentes, y no los ropajes ideológicos con que se disfrazan, todo se
entiende mejor: milenarismos y ciertas ideologías contemporáneas presentan
rasgos comunes porque comparten un mismo sustrato emocional. Siempre
brotan en momentos turbulentos, generadores de inseguridad, frustración e ira
en grandes segmentos de la sociedad; estos son los verdaderos motores de todos
estos movimientos. Todos son dirigidos por un Profeta –llámese Bockelson, Lenin
o Hitler- cargado de resentimiento y afán de protagonismo, en el que la masa está dispuesta a confiar. Y todos plantean una
enmienda a la totalidad: no se trata de conseguir mejoras concretas, sino de
edificar un mundo nuevo sobre las ruinas del presente, considerado
irremediablemente maligno. En todos los casos la realidad es sustituida por una
fantasía, que finalmente es destruida cuando aquélla, como siempre, se acaba imponiendo. Luego resta retirar los escombros y reconstruir, porque los milenarismos son siempre muy destructivos.
El de su época, citándolo con la muerte en Dachau, acabaría
destruyendo a Reck-Malleczewen. Nuestros milenarismos particulares son,
afortunadamente, bastante descafeinados en comparación. Sin duda tenemos un
excelente candidato para representar a Bockelson pero –también afortunadamente-
no parece estar en su mejor momento.
[1] La historia del protocomunista Jan Bockelson es apasionante.
Pueden encontrar un torpe resumen en dos capítulos, aquí y aquí.
Comentarios
Ese es el quid de la cuestión, en efecto d Navarth.
Añadiría a las tres revoluciones que cita una cuarta, la de mayo del 68, fundamental pues es de la que viene nuestra realidad actual, y que bajo la premisa de renovar la izquierda y el viejo marxismo y traernos un mundo nuevo con una izquierda radical de los nuevos tiempos, basada en vez de en el proletariado en las minorías, el feminismo, etc, y que supone la "revolución que acaba con todas las revoluciones".
"Mayo del 68 inaugura los tiempos en los que la representación de la realidad predomina sobre la realidad misma". ...lo que importa es controlar las percepciones, imponer un "marco" narrativo, "construir un relato" (storytelling).
(Pensar es lo que mas les duele, Adriano Erriguel, pag 49)
El relato, eso en lo que insisten una y otra las izquierdas hoy, y los neonacionalismos en España, vez hasta conseguir que todo sea relativo, que la verdad no exista y que sean las emociones las que conformen como ha de ser lo que ha de ser.
https://twitter.com/ijinji/status/1352955156887990273?s=20