El autor habla de deberes y responsabilidades, y de
«borrachera de narcisismo»; más adelante se atreverá a decir que la religión y
la patria no están tan mal, alertará de los riesgos sobre los hijos criados en
familias monoparentales, e incluso defenderá recuperar un servicio militar y
civil a favor de la comunidad. ¿Es un peligroso neocón? ¿Un abuelete? No, es
alguien tan constructivo como Víctor
Lapuente, que ha entendido que el armazón moral de la sociedad se está
resquebrajando, y que debemos reconstruirlo si queremos que nuestra democracia
perviva tal y como la conocemos. Porque es el momento de reconocer que, confortables
y aún opulentos, estamos en una fase de decadencia, movidos únicamente por la
inercia.
La base de la convivencia social, erosionada por el egoísmo,
son las obligaciones recíprocas:
«Las tres
organizaciones alrededor de las cuales hemos proverbialmente tendido los hilos
de las obligaciones mutuas —la familia,
la empresa y la nación— están en crisis existencial y no nos ofrecen el
cobijo de la pertenencia a un grupo ni la fortaleza de una narrativa motivadora».
Es normal que hayamos acabado borrachos de narcisismo porque,
como recuerda Lapuente, hemos bebido de todas las fuentes posibles. La proveniente
de la izquierda ha debilitado la nación entendida como perímetro de igualdad y
solidaridad:
«Como si fuese una
enfermedad contagiosa, las izquierdas del resto de las democracias del mundo
contrajeron una alergia similar al patriotismo. El Mayo del 68 sirvió de
catalizador de un sentimiento antipatriótico en las izquierdas que osciló
entre, por un lado, el escepticismo, la burla a los símbolos nacionales, las
manifestaciones pacíficas y los movimientos de objeción de conciencia; y, por
el otro, los sabotajes y el terrorismo de extrema izquierda de las Brigadas
Rojas en Italia, la Baader-Meinhof en Alemania, el IRA en Irlanda del Norte, o
ETA y los GRAPO en España».
Desde inicios de este siglo la izquierda ha agravado esta pérdida
de cohesión con la fragmentación de la ciudadanía en identidades victimizadas.
Por cierto, el desprecio hacia la sociedad en la que uno vive confortablemente
recuerda mucho a la adolescencia. Porque, aunque Lapuente no lo menciona, lo
que eclosiona en mayo del 68 es una revolución juvenil, con todos los síntomas
de esa afección.
Pero también los que nos pretendemos ilustrados tenemos
nuestra cuota de responsabilidad: nuestra aversión al tribalismo y a la disolución
del individuo en la masa, nos ha hecho recelar del patriotismo. Ahora nos damos
cuenta de que tenemos que hacerlo convivir con el cosmopolitismo, evitando en
todo momento que transmute en nacionalismo tribal. El populismo pinta la
realidad con brocha gorda; en realidad el pincel que vamos a necesitar es mucho
más fino de lo que sospechábamos.
Por su parte la derecha ha consagrado la virtud de la codicia en la economía, y ha convertido en ingenua la exigencia de ética en los negocios –el único fin de la empresa es la obtención de beneficios, decía Friedman-. Debemos esta racionalización del egoísmo a todos los liberales que leyeron La riqueza de las naciones pero no La teoría de los sentimientos morales, descubriendo el mercado de bienes y servicios e ignorando el de obligaciones comunitarias. Pero además la derecha ha perdido a Dios. ¿Esto es importante? Según Lapuente sí: creer que hay algo superior a nosotros, sea la patria o dios, nos sirve para justificar un sistema de valores, para cohesionar, y para evitar creernos dioses nosotros mismos. Esto es, sin duda, un planteamiento atrevido. Pero conviene recordar, en todo caso, que al matar la religión no se acaba con el sentimiento religioso de pertenencia, sentido de la vida y trascendencia sino que acaba depositándose –como Chesterton advertía- en cualquier otra cosa, como las ideologías o el veganismo.
¿Y por qué no ser egoístas? Porque somos primates
ultrasociales, y nuestro éxito como especie se debe a la capacidad de cooperación.
Aunque nuestro ultraindividualismo nos invite a fingirlo, no vivimos en una
isla desierta y nuestros éxitos son inconcebibles al margen de la sociedad,
algo que Obama intentó poner de manifiesto -«you didn’t build that»- en su campaña ante Romney. Paradójicamente
ni siquiera nuestro narcisismo nos lleva a ser más felices, como demuestra la
evolución del consumo de ansiolíticos o la tasa de suicidios. Y es que, por
selección natural, los que hoy estamos aquí tenemos fuertes instintos
comunitarios. No somos el solitario homo
economicus movido exclusivamente por impulsos egoístas; como recuerda
Jonathan Haidt, nuestros instintos morales reflejan que somos una especie
colaborativa.
La entropía moral afecta a la democracia y el capitalismo; es
necesario volver a contemplar los tres elementos, familia, empresa y nación,
desde una perspectiva ética. Desgraciadamente los tres están teñidos de
ideología –la izquierda encuentra automáticamente retrógrada la defensa de la
familia tradicional; la derecha considera intolerable intervencionismo la
exigencia de empresas éticas- lo que dificulta las aproximaciones pragmáticas. Lean
el Decálogo de Víctor Lapuente: contiene ideas imprescindibles para afrontar el
camino.
Víctor Lapuente, Decálogo del buen ciudadano: Cómo ser
mejores personas en un mundo narcisista
Comentarios
He leído su texto, y me he comprado inmediatamente el libro ( ya lo tengo en mi kindle ).
Que necesito animarme, que no paro de compararnos a los viejecitos españoles de derechas con pensiones decentes y con ahorros , ahora , ante este gobierno , con los judíos alemanes frente al gobierno alemán del III Reich , legítimo ( mal que nos pese ) , o con los kulaks, y los dueños de farmacias, o así, y los gobiernos bolcheviques en tiempos de Stalin etc. Y me temo lo peor.
En cuanto termine Two Lives, de Vikram Seth, que había pasado bajo mi radar, me pongo con ello.
Muchas gracias
Este otro autor, Víctor Lapuente, del que no he leído más que algún artículo -parece que el pobre está en la escudería del País, que no frecuento- tiene otros títulos muy interesantes, de los que, acaso por razones profesionales, me llama más la atención "Organizando el Leviathan ..." muy sugerente. Gracias a ud. admirado Navarth., le pongo en mis tareas inmediatas
*https://www.elmundo.es/opinion/2018/10/08/5bba0870268e3ebc3a8b45cc.html
**https://www.elmundo.es/opinion/2018/02/12/5a80aa4746163f61168b4622.html
http://navarth.blogspot.com/2020/04/pensemos-en-un-elefante-bastante-grande.html
Un fuerte abrazo.
Esta noche he terminado el libro . Me ha encantado. Porque estaba muy deprimida, y me ha levantado el ánimo. Que eso de cambiarse uno mismo, viéndose desde una óptica opuesta, para entender a los "Hotros", me parece una buena estrategia para alcanzar la calma.
Y lo de "olvidarse de lo que uno no puede hacer nada para cambiar, centrarse en lo que sí puede cambiar, e intentar diferenciar lo uno de lo otro", me parece a mí una plegaria estupenda. ( He tenido varios amigos que estaban en A.A, y esa plegaria era su emblema, y la llevaban siempre encima, para recordarla en los momentos malos.
Muchas Gracias.