Por la vida de Neff se ha cruzado una mujer fatal, y eso explica su lamentable situación. Es una del subgrupo integrado por aquellas cuyo objetivo principal consiste en librarse de sus maridos, más ricos y viejos que ellas. El procedimiento habitual es aprovechar la llegada de alguien como Walter para que la ayude en el proyecto, y el Walter de turno puede ser un pardillo total -que ayudará la mujer a librarse de su marido sólo para seguir inmediatamente el destino de éste, o el camino de la cárcel-, o alguien de quien la pérfida se ha encaprichado, lo que ha precipitado el funesto destino de su marido. Walter es una mezcla de ambos: empieza como pardillo, pero Phyllis Dietrichson acaba enamorándose de él, lo que no se entiende bien porque no sólo tiene aspecto general de ceporro, sino que lleva unas corbatas asombrosamente cortas.
Walter es un agente de seguros de la Pacific All-Risk; Phyllis, la mujer de un empresario petrolífero. Se han conocido cuando Walter venía a renovar los seguros de sus coches, y los términos de un nuevo acuerdo han comenzado a perfilarse. El objeto es ella, que se ha presentado vestida con una escueta toalla; el precio, el asesinato de su marido, como muy pronto averiguará Walter. En realidad los destinos de ambos, toalla y marido, están indisolublemente unidos: para que desaparezca la primera deberá desaparecer también el segundo. Lo cierto es que en principio Walter se siente horrorizado por la propuesta insinuada por Phyllis. Pero después ha ido a tomar una cerveza a un drive-in -uno de esos locales en los que se puede comer o beber desde el propio coche- y más tarde se ha marchado a una bolera, y quizás la secuencia ha contribuido a convencerlo de que su vida actual es bastante deprimente.
Y a todo esto, ¿por qué hablo tanto de Walter cuando es Phyllis quien debería ser la protagonista de esta entrada? Porque Phyllis es un vórtice, un remolino, y su fuerza es más visible por los movimientos del barco que gira incontrolado atrapado por su influjo. El jefe y mejor amigo de Walter es Keyes, y representa un ancla, un último asidero para no hundirse en las profundidades del mal, que Walter no sabrá aprovechar.
Walter arregla un seguro de vida cuyo inconsciente asegurado es el marido de Phyllis. El seguro lleva una cláusula de doble indemnización, según la cual ésta se duplicará en caso de que la muerte sea accidental. Todo funciona según lo previsto hasta que Walter descubre que Phyllis también liquidó a la primera mujer de su actual marido, y que compatibiliza a Walter con el novio de su hijastra. Dejemos la narración aquí, en el momento en que a Walter comienza a ponérsele simultáneamente cara de pánfilo y de futura víctima de Phyllis.
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La película es Perdición (Double indemnity. 1944, Billy Wilder). Ellos son Barbara Stanwick (Phyllis), Fred McMurray (Walter) y Edward G. Robinson (Keyes). Las interpretaciones son impecables, los diálogos fulgurantes. El mérito de esto último no es tanto de James M. Cain, autor de la novela del mismo nombre en la que la película está basada, como en la adaptación que realizaron el propio Billy Wilder y Raymond Chandler, que consideraba que los diálogos originales eran algo envarados. La novela de James M. Cain está basada a su vez en una historia real, que el fiscal Kramer de La hoguera de las vanidades -atendiendo a la mezcla de estupidez y maldad desplegada- habría calificado como «otro caso de mierda».
La mujer fatal de la historia real era Ruth Snyder, y su aspecto era lo más alejado al de una vampiresa convencional. Era un ama de casa enfadada porque su marido veneraba el recuerdo de una antigua novia fallecida prematuramente. Tal y como se descubriría posteriormente en el juicio, Snyder había realizado siete intentos frustrados de asesinato contra su marido antes de encontrar a Judd Gray, un vendedor de corsés al que convertiría en su amante y al que convencería para rematar la faena. Snyder y Gray fueron descubiertos de la forma más ridícula cuando los investigadores encontraron una carta con las iniciales J.G. No era más que un recuerdo que el difunto marido conservaba de su anterior novia muerta -una tal Jessie Guishard-, pero las letras coincidían con el nombre de su amante y cómplice. Así que Snyder se puso nerviosa, y empezó a tartamudear y a balbucir que Judd Gray, del que nadie sabía nada hasta ese momento, no tenía nada que ver con el asunto. El desliz llevó a ambos a la silla eléctrica en Sing Sing, y a James M. Cain a escribir su novela.
Comentarios
Espero que si en esa nave amiga no le da tiempo a poner Malicia de género 2, 3,.. n, los ponga aquí en su blog.
Me he apuntado para que me lleguen las novedades a mi buzón de correo ( y eso que les tengo pánico a los troyanos, ).
Muchas gracias
Este mes de agosto ha sido un placer...
Y esas revistas tienen tendencia a la alabanza perpétua, y encima nunca te cuentan el final.
Y he comprado alguna película, tras ver el trailer, para darme cuenta al final de que lo único bueno de la película era el dichoso trailer...
Voy a disfrutar enormemente este otoño. A reseña suya por día.
Va a ser una gozada. Y me temo que una ruina...
En cuanto a las ‘películas comentadas’, vaya usted con cuidado. No sólo destripo sin piedad los argumentos, sino que, por lo general, solía hacer únicamente críticas de películas que me habían parecido chuscas, pintorescas, o involuntariamente cómicas. Sólo ahora, con la serie de los malos de la Argos, he comenzado a hablar de películas que me han gustado. En cualquier caso, espero que las disfrute.
Un abrazo.
Voy por "merci pour le chocolat", y me estoy dando cuenta de que coincido bastante con usted, aunque con algunas diferencias;
Por ejemplo , me encanta Claudette Colbert. Que comprendo perfectamente que le ganara con todo el equipo al soso tristón de Gary Cooper en la 8ª mujer de Barba Azul. O al hortera supino de Glack Gable en "Sucedió una noche".
Y a Isabelle Huppert estarán empeñados en ponerla a hacer de mala todos ahora, pero yo la ví en "La Dentellière" y hacía de buena, no, de santa, y además sin presumir de víctima, y bizcochable. Cuando la veo hacer de mala, me acuerdo de Pomme (que es como se llamaba en aquella película,) y hasta me cae bien
Ya siento
Hasta pronto
Un abrazo y Gracias por la Malicia de Género 2, y por la dedicatoria
En cambio a “Claudete Colbete” no acabo de verla. En cambio me encantaba Carole Lombard, la mujer del hortera, como dice usted, de Clark Gable.
Un fuerte abrazo.
¡ Carole Lombard le encanta!
No me extraña. Era guapísima, malaidea, malhablada, y con un sentido del humor brutal.
Nunca comprendí lo que le pudo ver al hortera ( me ratifico en eso ) de Cark Gable.
" El corazón tiene razones..."
Hasta pronto, espero