Es interesante leer el artículo de Ramoneda en El País junto con este de Gorriarán en su blog, pues la falacia del primero radica en crear una dicotomía artificial entre nacionalismo periférico y nacionalismo español, en lugar de hacerlo entre nacionalismo y ciudadanía, un análisis que a Ramoneda no conviene porque obligaría a incluir, actualmente, a los socialistas en el primer grupo y al PP en el segundo (aunque, desde las pasadas elecciones, con evidentes tentaciones de seguir a los socialistas por su camino). Si se acepta que esta clasificación es la más relevante actualmente, es normal que se abogue, como hace Gorriarán, por aceptar dentro de ella la transversalidad, es decir la confluencia en la rama de la ciudadanía de intereses provenientes de diferentes dicotomías previas que, en este momento, no parecen tan decisivas. Como por ejemplo, la dicotomía derecha-izquierda.
Ramoneda no quiere esa transversalidad, y por eso reivindica la vuelta a la dicotomía “natural” izquierda-derecha, que imposibilitaría un pacto del PSE con el PP (y, por cierto, llevaría a éste a pactar con el PNV) En el colmo de la distorsión, Ramoneda llega incluso a poner como ejemplo a Cataluña, donde la distinción tradicional ha vuelto (ahora la elección parece estar entre Montilla - “izquierda” - y CiU - “derecha” -), pero porque la inmersión en el nacionalismo ha ahogado casi por completo cualquier otra.
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(En la imagen, el nacionalismo español de Basagoiti y el nacionalismo periférico de Urkullu intentando corromper la virtud equidistante de Pachi López)
(En la imagen, el nacionalismo español de Basagoiti y el nacionalismo periférico de Urkullu intentando corromper la virtud equidistante de Pachi López)
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