Curiosamente Vlad es Doctor, pero su tesis tampoco se refleja en los círculos académicos porque la escribió otro. Lo que sí aprendió es que para llegar al poder, volar en el Falcon, y dejar exangüe a la población tenía que ser votado, y por eso contrató a un famoso spin-doctor para que lo asesorara. Transilván Redondo –que así se llamaba- se dio cuenta de que Vlad tenía cosas a favor y cosas en contra para triunfar en política. Por un lado es guapo y sin escrúpulos, y eso le permite atraer a los chicos y las chicas y saltarse cualquier límite sin tener que hacer complicadas racionalizaciones. Por otra parte -tal vez debido a su afición a empalar- tiene aspecto de chuleta, y eso dificulta la tarea de camuflar sus intenciones depredadoras y ganarse la confianza de la gente. Por eso le aconsejó mostrarse humilde y simpático, algo de lo que Vlad es completamente incapaz. El resultado fue que desde entonces habla con un tono quejumbroso que crispa bastante los nervios, pero sobre esto no se ha podido hacer nada. Por lo demás Vlad repitió obedientemente en campaña todo aquello que convenía para ser votado; luego ganó las elecciones y comenzó a hacer exactamente lo contrario. El caso es que aquellos que son como Vlad no ven la necesidad de que lo dicho en un momento dado tenga que coincidir con lo dicho o hecho en otro, y el concepto «verdad» les produce un efecto similar al del sol. De todos modos el problema para Vlad es limitado pues –como se ha dicho- ya ha anulado la voluntad del partido, y los electores suelen seguir a éste allá donde vaya, descolgándose muy lentamente al aceptar a regañadientes la realidad y comprobar hasta dónde han sido llevados.
Vlad conoció en el Congreso a los Canibales Transilbolivarianos dirigidos por el notorio antropófago Pavel - también llamados Jóvenes Turcos por manejar su partido como un serrallo- y a los Independentistas de Valaquia, que afirman que Bucarest les roba. Provienen de los confines de la democracia, y son capaces de llevar al Congreso impresoras o niños como atrezzo. Lo que quieren -exactamente igual que Vlad- es conquistar el poder y disfrutarlo sin incómodas restricciones legislativas o judiciales para poder depredar tranquilamente. Para ello proclaman, continua y virtuosamente, que nada se puede oponer a la «voluntad popular», una teoría defendida hace años con éxito por el NSDAP. Luego, cuando los resultados parecen indicar que la «voluntad popular» no está con ellos, decretan alerta antifascista, rodean el Congreso y arrojan cosas a los diputados. A Vlad todo esto le da igual siempre que le voten y pueda disfrutar del poder fuera de su cripta.
El caso es que ahora Vlad exhibe la «voluntad de la mayoría» con el mismo entusiasmo con el que antes le enseñaban a él los crucifijos. Y eso que es francamente difícil aceptar que Vlad sea movido por cualquier voluntad distinta a la de su propio y voluble capricho.
(continuará)
(Sí, esto es una alegoría del trumpismo español)
Comentarios
Espero que el cuento continúe , con otros protagonistas ,
Y que Vlad se canse de los insoportables rumanos , y se vaya a otro planeta, o se quede para los restos en una cripta, construida en algún valle, al lado de algún otro dictador rival reintegrado a su antigua cripta . con refuerzos de ajo, y bajo una gran cruz que vigile para que no se escape de allí, ni siquiera mediante murcielagocóptero.
Me temo yo también que eso no lo llegaré a ver yo. ¿ Quizás mis nietos ?
Feliz Navidad
Hoy me preguntaba si Renfield sería Pachi López, José Zaragoza o Bolaños. Abrazos y Feliz Navidad
22 de diciembre de 2022, 23:53