Ir al contenido principal

LA TIRANÍA DE LO MEDIOCRE



López es un empresario exitoso que ha trabajado muy duramente durante toda su vida y ha reunido una cantidad respetable de dinero. Pérez no es especialmente brillante, trabajador o afortunado; creció en un hogar con pocos recursos y ahora malvive con trabajos precarios y periódicas estancias en el paro, lo que le hace llegar con serias dificultades a fin de mes. Pérez se compara con López, observa la desigualdad entre ambos, y entiende que se trata de una situación altamente injusta que se debe corregir. López por su parte entiende que ha ganado honradamente y con esfuerzo su dinero, que merece todo aquello que disfruta, y que la situación actual es perfectamente justa. ¿Quién tiene razón?

John Rawls lo tiene claro. Nacer en determinado hogar y en determinada sociedad no es mérito de uno mismo, y el talento depende de un reparto genético aleatorio. ¿Y el esfuerzo? Bueno, en definitiva está relacionado con la educación recibida y cierta predisposición innata. El triunfo social no depende entonces de uno mismo sino del azar, y justificar las desigualdades invocando el merecimiento es una «arbitrariedad moral». Punto para Pérez.

Pero ¿quién habla de merecimiento? Lo importante, contesta Robert Nozick, es la libertad, un valor que Rawls ni siquiera menciona y que subordina subrepticiamente al que él ha escogido, la igualdad. Rawls, dice Nozick, toma un fotograma de la realidad, lo pone en el microscopio, lo compara con su ideal de igualdad y dictamina si muestra una realidad justa o injusta. Pero el análisis no debe limitarse al fotograma sino a la película entera. ¿Por qué es rico López? Porque muchos han escogido libremente los servicios que presta. Es entonces la libertad la que ha desbaratado la igualdad; y si ésta quiere imponerse permanentemente sólo se conseguirá suprimiendo permanentemente la libertad. Punto para López.

Rawls entiende que la sociedad justa es la igualitaria; Nozick, que es la sociedad libre. Es bueno leerlos simultáneamente porque por separado no funcionan muy bien: no existe una solución única y milagrosa pendiente de ser descubierta en la que los valores encajen armoniosamente. Y hay más cosas en juego en esta historia, claro: las virtudes y defectos de los participantes. El que llega a lo más alto, aunque sea por una cuestión de absoluto azar, desarrolla automáticamente el convencimiento de merecerlo: en esto consiste la soberbia. Por otra parte es dudoso que el que ha quedado más abajo reconozca algún mérito al de arriba; posiblemente atribuya enteramente al azar y la injusticia la situación y esto le provoque ira: en esto consiste el resentimiento y la envidia. Que una sociedad decida incentivar el esfuerzo o la envidia tiene efectos. Y en esas estábamos cuando llegó Michael Sandel.


Sandel comienza su recorrido con un debate teológico: ¿puede el hombre alcanzar la salvación con su esfuerzo, o depende enteramente de la gracia de Dios? La respuesta no es baladí porque pone en cuestión simultáneamente la omnipotencia de Dios, la libertad y la soberbia de los hombres: ¿quiénes son éstos para pretender entender los designios de aquél? Así lo entendieron sucesivamente San Agustín, Lutero y Calvino. Pero aceptar que hay condenados y elegidos de antemano, que no hay manera de entender las razones, y que no se puede hacer nada para evitarlo repugna a las intuiciones morales básicas de los hombres. Con el tiempo se abrieron fisuras, se entendió que el trabajo y el éxito eran de algún modo una señal de la gracia de Dios. El mérito acabó expulsando la gracia, y el resto de la historia la cuenta Max Weber: la ética protestante, en esta nueva versión, provocó el triunfo del capitalismo.

Pues bien, contra todo pronóstico, Sandel parece querer revertir la historia. Y lo hace de una manera peculiar: escogiendo en cada dilema el camino que parece menos razonable. Sandel reconoce que la meritocracia promueve la eficiencia: «me irá mejor si mi fontanero o mi dentista es alguien capaz que si es un incompetente». Pero las tuberías y los dientes no le impiden denunciar que la meritocracia no es perfecta porque existe corrupción en el acceso a las universidades de la Ivy League. Y cuando el lector está pensando «pues ataquemos la corrupción» Sandel continúa diciendo que aunque la meritocracia fuera perfecta sería mala porque fomenta el orgullo del ganador y la envidia del perdedor. Y entonces ¿no sería mejor condenar moralmente ambos defectos? Pero Sandel ya está a otra cosa explicando que el ascensor social no funciona porque del 20% más pobre sólo accede a la Ivy League el 4%. Vaya, pues no está tan mal: el ascensor, aunque lento, funciona. Pero entonces Sandel, hace una acrobacia final y afirma que el pobre sufriría menos en una sociedad estamental:

«Ser pobre en una meritocracia es desmoralizador. Si, dentro de una sociedad feudal, naciera siervo mi vida sería dura, pero no estaría lastrada por la convicción de que nadie más que yo sería el responsable de que estuviera ocupando esa posición subordinada. Tampoco tendría que trabajar agobiado por la idea de que el terrateniente a quien sirvo ha adquirido su posición por ser más capaz e ingenioso que yo. Sabría que no es alguien más meritorio que yo, sino solo un tipo con más suerte».


Si la corrupción interfiere en el mérito, liquidemos el mérito; si el ascensor no es perfecto, no hay ascensor; si el esfuerzo de unos provoca la envidia de otros, acabemos con el esfuerzo. Hay que decir que Sandel parece sospechar que sus argumentos, no enteramente sólidos, no van a conseguir el respaldo unánime de los lectores:

«La mayoría de los filósofos contemporáneos rechazan la idea de que la sociedad deba asignar empleos y remuneraciones en función de lo que las personas se merezcan. Esto hace que los filósofos entren en conflicto con las intuiciones morales en las que se inspira la opinión común, y merece la pena tratar de dilucidar quién tiene razón, si ellos o la mayor parte de la población».

Es decir que tenemos que abandonar la salvación por las obras y volver a la salvación por la gracia… de Sandel. No es de extrañar que en su tortuosa argumentación haya recurrido a uno de los ejemplos más perturbadores de la Biblia, el de Job. El tipo más esforzado del mundo es sometido arbitrariamente a todo tipo de desgracias, y cuando manifiesta su perplejidad Dios le recrimina: a veces las cosas no ocurren por los merecimientos. ¿Quién eres tú para intentar comprender mis designios?, le dice bajo la forma de un torbellino. El lector de la Biblia que asiste a la escena sí que los conoce: lo que hay detrás de todo es una apuesta con Satán.

En resumen este es un libro irritante y completamente innecesario. Todo lo que había que decir sobre el éxito, el azar, la soberbia y el deber hacia los menos afortunados ya lo dijo, en un discurso de sólo 13 minutos Michael Lewis en Princeton: «En la vida no os dejéis engañar por los resultados. Los resultados, si bien no son totalmente aleatorios, contienen una gran cantidad de suerte. Por encima de todo debéis reconocer que si habéis tenido éxito también habéis tenido suerte. Y la suerte conlleva una obligación: tenéis una deuda, no sólo con los dioses. Tenéis una deuda con los desafortunados». 

Recuerden, you are the lucky few. Don't eat the fourth cookie.




Comentarios

viejecita ha dicho que…
¡ Qué gozada Don Navarth !
Me encanta Michael Lewis, tengo y he disfrutado con sus libros, pero no conocía este video.
Desde ahora, lo voy a guardar entre mis favoritos, junto con el de Steve Jobs en el commencement de Stanford , y junto al de "This is Water" de David Foster Wallace ( Y eso que no conseguí terminar "The infinite Jest", pero con ese discurso me basta para tenerlo en mis altares ).
A ver si ahora que ha avisado usted en La Argos de los cambios en su blog , empiezan a venir todos los Argonautas, que tenerme aquí sola como comentarista, no creo yo que sea bueno para su blog.

Y sí, estoy de acuerdo en reconocer que el haber nacido en una familia determinada, con una capacidad de trabajo, una inteligencia, y una historia que haya ayudado, es una cuestión de suerte, y está bien dejar la última pastita para los que no hayan tenido esa suerte. Pero también veo demasiado rencor y demasiada envidia de los que no han tenido esa suerte, o no han sido capaces de pelear por ella, y les quieren quitar todas sus pastitas a los que han peleado , o sus padres, o abuelos han peleado por ellas...
Y eso, tampoco. Que sería injusto. Sería pretender dar lecciones a los dioses, a la suerte y encima empobrecería a todos.

Me voy.
Y Muchas Gracias

Kepa Minondas ha dicho que…
Muy bien, caballero. Delicioso de leer y alimento para rumiar, bueno,no, rumiar no. Mejor meditar
Chigorin ha dicho que…
Gracias por desasnarnos, Don Navarth.

Yo tengo cuatro lecturas mal entendidas, pero me sorprende que el debate de libertad contra igualdad siga presente. Es como si respondiera algo intrínseco del ser humano estar de parte de Pérez o de López y no hubiese síntesis posible de ambas posturas. Sólo equilibrios siempre imperfectos.

Bruno ha dicho que…
Se me ocurre:
¿Es todo cuestión de riqueza o hay muchas mas cosas que nos hacen diferentes? Combinaciones infinitas.

Si uno encuentra a dos iguales y les da 1000 euros a la semana siguiente ya no son iguales.
Lo mismo me da con cualquier otro talento que se le dé. Guapo, inteligencia, picha majestuosa, etc.

Al revés que las termitas, igualitas, la desigualdad en la humanidad es un factor dicisivo para la mejora general de la misma.
A la recíproca, una sociedad compleja necesita talentos muy diversos. La demanda total de puestos de trabajo abarca muy distintas habilidades y posiciones jerárquicas. No es un hormiguero.

Todo lo anterior lo que debe incluir es un sistema que amortigüe desigualdades. De educación, salud, vejez, etc. Para eso es, debe de ser, una sociedad talentosa.

Como los humanos no son iguales es una chorrada hablar y buscar la igualdad como fin último. El fin de cada ser humano es su "vocación" personal, no ser igual que los otros, y menos igual que los imbéciles.
Lograr que se cumpla la "vocación" personal de cada uno es el fin de la sociedad.
Anónimo ha dicho que…
La igualdad como ingrediente del cóctel social me parece muy razonable.Otro tanto diría de la libertad. Son principios que se despliegan en una existencia.De modo que absolutizar uno u otro conduce al despropósito.Quien maximiza de modo extremista la libertad o la igualdad lo hace de modo ventajista y demagógico: no persigue fines razonables y útiles, sino algún fin inconfesable, un programa oculto, ya sea de carácter elitista,oligárquico, autoritario o resueltamente totalitario. En cuanto al azar,no cabe ser muy original sobre su naturaleza: el azar opera en la realidad, también en la esfera social o individual, en intrincada combinatoria con dos conocidos factores: la herencia y el ambiente. Este es el esquema. Supongo que demasiado complejo para los levantiscos cachorros de la escuela de pequeños demagogos amamantados por el rector Carrigan y otros próceres de parecido origen.
Goethe ha dicho que…
Don Navarth,
Entro por primera vez en el nuevo formato de su blog y a la vez me he quedado impresionado por esta última entrada suya. Estudié filosofía y me siguen interesando mucho estas cuestiones, aunque no leo tanto sobre ellas. Hice hace unos años un par de seminarios sobre Darkwins y nada más.
Me encanta la claridad de sus exposiciones y agradezco infinitamente que haya personas como usted con la capacidad de seguir leyendo y explicando estos temas- meritocracia, igualdad - tan presentes hoy.
Un saludo desde Alemania
Temístocles ha dicho que…
La receta de Sandel para solucionar la tensión de la vida en la sociedad abierta: volver a la sociedad cerrada. Ya la propuso Platón. Y hoy los extremos del espectro político. La vuelta a las cadenas, renunciar a la carga de la responsabilidad por nuestras acciones.

Entradas populares de este blog

LA INAUDITA HISTORIA DE LOS BEBÉS ROBADOS

« Es lamentable la falta de interés de la justicia y de la derecha para que haya mecanismos para reparar estos delitos de lesa humanidad . El PSOE debe sumarse a este esfuerzo ». Los delitos de lesa humanidad a los que se refiere Enrique Santiago son los «bebés robados» del franquismo, y el esfuerzo que requiere del PSOE es seguir adelante con la proposición de ley presentada en 2020 en Cortes por ERC, PSOE y Podemos, Bildu y Baldo(ví), y que lleva atascada desde entonces. La exposición de motivos de la empantanada iniciativa nos cuenta esta historia. Queridos niños… « Durante décadas, y hasta etapas muy próximas, en España se ha producido, amparada en la impunidad, una de las mayores atrocidades que ha vivido nuestro país. Un número inmenso de niños fueron sustraídos en cárceles, clínicas y maternidades, y sus familias biológicas siguen sin saber su paradero a día de hoy ». No me dirán que no es una historia tremenda, y que la desolación de Enrique Santiago no está justificada. Se tr

ISRAEL Y EL DILEMA DEL TRANVÍA

Seguro que han visto mil veces el dilema: un tranvía circula sin frenos por una vía en la que hay tres personas despistadas. Sin embargo usted, que por alguna razón misteriosa maneja un cambio de agujas, puede desviarlo a otra vía donde también hay una persona despistada, pero sólo una. ¿Qué hacer? Este es el dilema favorito de los utilitaristas: si en una vía hay 3, y lo desvío a otra donde hay 1, ahorro 2. Perfecto, dilema moral resuelto y a otra cosa. Es una forma de cálculo satisfactoria para los totalitarios. Primero porque elude ciertos juicios morales previos (¿por qué circula el tranvía?; ¿por qué están ahí las personas?) pero sobre todo porque convierte a los humanos en números, que son más fáciles de manejar (¿qué importan unos millones de muertos actuales cuando está en juego la felicidad de todo el mundo en el futuro?) No es de extrañar que esta doctrina moral fuera desarrollada, con su mejor intención, por Jeremy Bentham, que al parecer sufría serias deficiencias en su

VIERNES DE SEXO (10) (THIS IS THE END, MY FRIEND)

  Las dos primeras décadas de este siglo han presenciado cambios notables en la actividad sexual de los hombres. Un estudio de Peter Ueda expone que el porcentaje de estadounidenses entre 18 y 24 años, que reportan no haber mantenido relaciones sexuales en el último año, ha ascendido del 19% al 31% , y otras encuestas indican que -en ese mismo periodo- el porcentaje de hombres que llegan vírgenes a los 30 años ha subido del 8% al 27% . Estas tendencias –que se repiten en otros países- afectan abrumadoramente a hombres de bajo estatus, y no se repiten en mujeres, lo que indica –para empezar- que algunos hombres están follando más. ¿Qué está ocurriendo? Los sospechosos habituales son las redes sociales y el porno, pero no parece que, ni remotamente, la respuesta se encuentre allí.  Las apps de citas proporcionan datos interesantes.  - Ordenados en función de su atractivo para el otro sexo, el 20% de los hombres más deseados acapara la atención del 80% de las mujeres. Esto presenta un pa