“La vida es un gran deber social (dijo Louis Blanc): el hombre debe constantemente sacrificarse por la sociedad.
¿Por qué?, pregunté de repente.
¿Cómo que “por qué”? Sin duda el único propósito y misión del hombre es el bienestar de la sociedad.
Pero nunca será conseguido si todo el mundo se sacrifica y nadie disfruta.”
Alexander Herzen. ‘Mi pasado y pensamientos’
Alexander Herzen nace en Moscú en 1812, unos meses antes de que Napoleón ocupe la ciudad. Su padre, Ivan Alekseyevich Yakovlev, proviene de una antigua, rica, y aristocrática familia de Moscú. Durante uno de sus viajes al extranjero ha conocido a Luisa Haag, hija de un oficial en Württemberg, y se la ha traído a Moscú. Quizás por la diferencia de clases, Ivan Yakovlev ni se ha casado con ella ni ha dado su nombre a Alexander, pero en todo lo demás lo trata como su legítimo hijo y heredero. Y quizás para explicitar que es el hijo de su corazón le da el apellido ‘Herzen’ (1). El joven recibe la educación normal de un vástago de la alta sociedad. Primero, toda una retahíla de preceptores extranjeros; después, con 17 años, ingresa en la Universidad de Moscú y estudia filosofía, literatura, y ciencias naturales.
Como cualquier joven, es muy sensible a los dictados de la moda, incluida la intelectual, y así se apasiona por los escritos de los socialistas franceses y los idealistas alemanes. Especialmente Hegel: en esos momentos se piensa que el filósofo alemán ha proporcionado la llave última del conocimiento, y las discusiones intelectuales se desarrollan en una jerigonza indescifrable. El propio Herzen se burlará más tarde de esta situación, y llamará a esta jerga “el lenguaje de los sacerdotes del conocimiento, un lenguaje para la fe, que ninguno de los catecúmenos entendía”:
“Puedo decirlo porque, llevado por la corriente de la época, yo mismo escribía exactamente igual, y me quedé realmente sorprendido cuando el famoso astrónomo Perevoshchikov describió este lenguaje como ‘gorjeo de pájaros’. Ninguno, en aquellos días, habría dudado al escribir una frase como esta: ‘la concreción de ideas abstractas en la esfera de lo estético presenta esa fase de la auto-investigación del espíritu en la que, definiéndose a sí mismo, pasa de la potencialidad de la inmanencia natural a la armoniosa esfera de la pictórica consciencia de la belleza’ (…) Amigos que se apreciaban pasaban semanas sin hablarse porque habían discutido acerca de ‘la ubicuidad del espíritu’, o habían tomado como un insulto personal una opinión sobre ‘la personalidad absoluta y su existencia en sí misma’.”
Sus conocidos destacan la brillantez de Herzen, su desconcertante habilidad para asociar conceptos inesperados, y una facilidad para la ironía que con frecuencia puede llegar a ser cruel. Esto le proporciona casi tantos amigos como enemigos. Entre los primeros se encuentran Turgenev, Bakunin, Belinsky, Ogarev y Stankevich. La opresiva sociedad rusa de Alejandro I no ve con buenos ojos la libertad de opinión, y las de Herzen complican, tanto su estancia en la universidad, como su posterior carrera en el servicio civil. Es exiliado dos veces por “manifestar ideas peligrosas”. Mientras tanto escribe, y ocasionalmente publica, relatos, novelas y ensayos. Destacan dos. Uno, de elegante frivolidad, sobre las diferencias entre las sociedades de Moscú y San Petersburgo. Otro, sobre el peligro del intelectual de caer en los extremos del diletantismo y la pedantería. En 1846 muere su padre. Un año más tarde Herzen, con sus necesidades económicas definitivamente cubiertas, y tras haber arruinado su carrera en la administración rusa, emigra a París. Nunca volverá a Rusia.
Hasta entonces, los emigrados rusos han sido acogidos en los círculos intelectuales franceses como una curiosidad, un fruto de la exótica y semisalvaje Rusia, pero Herzen se impone como un igual. Entre los intelectuales franceses encuentra con frecuencia actitudes solemnes y pomposas, lo que le permite ejercitar sus acreditadas dotes para la burla. Más tarde detallará, con notable precisión, el defecto esencial del pensamiento político francés, y, por extensión, del continental: su creencia en que es posible definir, con la mera fuerza del intelecto, un esquema del mundo al que la realidad se apresurará a ajustarse. Y el haber convertido este proyecto de reforma en un deber religioso:
“Los franceses son el pueblo más abstracto y religioso del mundo; en ellos, el fanatismo de las ideas va de la mano de la falta de respeto por las personas, del desprecio por sus vecinos. Los franceses convierten todo en un ídolo, y pobre del que no doble la rodilla ante el ídolo del día. El despótico”bien del pueblo”, y el sanguinario e inquisitorial “que se haga justicia aunque el mundo perezca”, están instalados por igual en la conciencia de monárquicos y demócratas. Leed a George Sand , Pierre Leroux, Louis Blanc, Michelet, encontraréis por todos lados cristianismo y romanticismo adaptados a nuestra propia moralidad; por todas partes dualismo, abstracción, deber abstracto, virtudes impuestas y una moralidad oficial y retórica moralidad sin ninguna relación con la vida real.”
Herzen asiste a las revoluciones de 1848, y su colapso en un país tras otro lo influyen decisivamente. Se ha visto decepcionado, tanto por el comportamiento de las masas, como por el de los pensadores, aprendices de brujos inconscientes de las fuerzas que estaban desencadenando:
“Las masas son indiferentes a la libertad individual y a la libertad de opinión. Las masas aman la autoridad. Están todavía cegadas por el brillo de la autoridad, y odian a aquéllos que se mantienen en solitario. Por igualdad entienden igualdad en la opresión. Quieren un gobierno que mande en su beneficio, y no, como el actual, en contra de él. Pero se les pasa por la cabeza gobernarse a sí mismas.”
Muy desmoralizado, Herzen marcha a Londres y en los 50 comienza a publicar dos periódicos en ruso destinados a denunciar el régimen zarista. El primero, “La Estrella Polar”. El segundo, “La campana” (“Kolokol”). El triunfo de “La Campana” en Rusia es arrollador, y, a pesar de estar oficialmente prohibidos, los artículos de Herzen son leídos ávidamente por todos, desde el último funcionario hasta el Zar. Según cuenta Herzen “estábamos de moda. y en una guía turística se me mencionaba como una de las curiosidades de Putney”. Es así. Herzen se convierte en una celebridad, y su casa se convierte en lugar de peregrinaje de exiliados políticos de toda Europa. Especialmente de los polacos, cuya causa siempre apoyará. También de la nueva generación de radicales rusos, a los que Herzen contempla con cierto desdén. En esta época inglesa escribe sus mejores libros, entre ellos sus memorias (“Mi pasado y pensamientos”) y “Desde la otra orilla”, un compendio de reflexiones producidas por las frustradas revueltas de 1848.
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El párrafo que abre esta entrada, ejemplo de la aparente ligereza con que Herzen suele defender sus convicciones más profundas, resume algunos de los elementos centrales de su pensamiento, que son estos. Uno, que el bien máximo de las personas es la libertad. Dos, que la libertad presente de personas concretas no puede ser sacrificada en nombre de abstracciones futuras. Tres, que la tendencia humana a querer almacenar la existencia es un deseo mal formulado. Empecemos por el último:
“Los seres humanos tienen un instintivo afán de preservar todo lo que les gusta. El hombre nace, y por eso desea vivir para siempre. El hombre se enamora, y desea ser amado para siempre, desde el preciso instante de su declaración. (…) El presente le pertenece, pero los seres humanos no están satisfechos con esto: deben poseer también el futuro”
El hombre es un ser en movimiento, y, por eso, la existencia es fugaz. Esta es una característica estructural en él, que no podría ser alterada sin alterar su propia naturaleza, lo que no es concebible. Los intentos de atesorar la existencia y la belleza sólo pueden aspirar a la congelación, y provocan que se desperdicie el presente, el momento en que ambas tienen lugar:
“(…) esas personas, muy sentimentales, que derraman una lágrima siempre que se dan cuenta de que ‘el hombre ha nacido para morir. Mirar al final, y no a la acción en sí, es un error capital”.
¿Cuál es la finalidad de una canción?, se pregunta Herzen. Si nos obsesionamos con intentar preservarla para siempre lo único que conseguiremos será darnos cuenta, cuando el cantante termine, de que no estábamos escuchando.
Esto enlaza con lo esencial de su pensamiento político. Herzen se siente horrorizado por aquéllos que reclaman el máximo sacrificio en nombre de abstracciones como la humanidad, o el socialismo, o el nacionalismo. Porque, adivina, en nombre de esas abstracciones estarán fanáticamente dispuestos a cometer las mayores atrocidades con expresión virtuosa. Para Herzen el propósito de la lucha por la libertad es la libertad presente, y por tanto real, de personas concretas, y no la libertad futura, y por tanto incierta de abstracciones. Le repugna la opresión actual, pero está horrorizado con el fanatismo de los “libertadores”:
“¿Quién acabará con nosotros? La barbarie senil del cetro, o la salvaje barbarie del comunismo; el sable ensangrentado o la bandera roja? (…) El comunismo barrerá el planeta en una tempestad violenta, terrible, sangrienta, injusta, rápida. (…) ¿Lamentas el fin de la civilización? Yo también. Pero las masas no lo lamentarán. Las masas (…) quieren ignorancia y humillación.”
Herzen no comparte el historicismo de sus contemporáneos, la creencia en que la historia puede ser científicamente profetizada. De este modo opone su visión dinámica de las cosas al estático nirvana futuro, sin clases, de Marx y Engels.
“El socialismo se desarrollará en todas sus fases hasta que alcance sus propios extremos y absurdidades. Entonces, de nuevo, surgirá del pecho titánico de una minoría revolucionaria un grito de negación. Una vez más se entablara una lucha mortal en la que el socialismo ocupará el lugar del conservadurismo actual, y será derrotado por la revolución venidera, que nosotros aún no podemos ver.”
Los bolcheviques proporcionarán a Herzen un sitio de honor en el panteón de sus héroes, sin duda por no haberlo leído realmente. Herzen se habría sentido desolado ante esta inclusión. O quizás la habría contemplado con una sonrisa irónica en los labios.
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¿Por qué?, pregunté de repente.
¿Cómo que “por qué”? Sin duda el único propósito y misión del hombre es el bienestar de la sociedad.
Pero nunca será conseguido si todo el mundo se sacrifica y nadie disfruta.”
Alexander Herzen. ‘Mi pasado y pensamientos’
Alexander Herzen nace en Moscú en 1812, unos meses antes de que Napoleón ocupe la ciudad. Su padre, Ivan Alekseyevich Yakovlev, proviene de una antigua, rica, y aristocrática familia de Moscú. Durante uno de sus viajes al extranjero ha conocido a Luisa Haag, hija de un oficial en Württemberg, y se la ha traído a Moscú. Quizás por la diferencia de clases, Ivan Yakovlev ni se ha casado con ella ni ha dado su nombre a Alexander, pero en todo lo demás lo trata como su legítimo hijo y heredero. Y quizás para explicitar que es el hijo de su corazón le da el apellido ‘Herzen’ (1). El joven recibe la educación normal de un vástago de la alta sociedad. Primero, toda una retahíla de preceptores extranjeros; después, con 17 años, ingresa en la Universidad de Moscú y estudia filosofía, literatura, y ciencias naturales.
Como cualquier joven, es muy sensible a los dictados de la moda, incluida la intelectual, y así se apasiona por los escritos de los socialistas franceses y los idealistas alemanes. Especialmente Hegel: en esos momentos se piensa que el filósofo alemán ha proporcionado la llave última del conocimiento, y las discusiones intelectuales se desarrollan en una jerigonza indescifrable. El propio Herzen se burlará más tarde de esta situación, y llamará a esta jerga “el lenguaje de los sacerdotes del conocimiento, un lenguaje para la fe, que ninguno de los catecúmenos entendía”:
“Puedo decirlo porque, llevado por la corriente de la época, yo mismo escribía exactamente igual, y me quedé realmente sorprendido cuando el famoso astrónomo Perevoshchikov describió este lenguaje como ‘gorjeo de pájaros’. Ninguno, en aquellos días, habría dudado al escribir una frase como esta: ‘la concreción de ideas abstractas en la esfera de lo estético presenta esa fase de la auto-investigación del espíritu en la que, definiéndose a sí mismo, pasa de la potencialidad de la inmanencia natural a la armoniosa esfera de la pictórica consciencia de la belleza’ (…) Amigos que se apreciaban pasaban semanas sin hablarse porque habían discutido acerca de ‘la ubicuidad del espíritu’, o habían tomado como un insulto personal una opinión sobre ‘la personalidad absoluta y su existencia en sí misma’.”
Sus conocidos destacan la brillantez de Herzen, su desconcertante habilidad para asociar conceptos inesperados, y una facilidad para la ironía que con frecuencia puede llegar a ser cruel. Esto le proporciona casi tantos amigos como enemigos. Entre los primeros se encuentran Turgenev, Bakunin, Belinsky, Ogarev y Stankevich. La opresiva sociedad rusa de Alejandro I no ve con buenos ojos la libertad de opinión, y las de Herzen complican, tanto su estancia en la universidad, como su posterior carrera en el servicio civil. Es exiliado dos veces por “manifestar ideas peligrosas”. Mientras tanto escribe, y ocasionalmente publica, relatos, novelas y ensayos. Destacan dos. Uno, de elegante frivolidad, sobre las diferencias entre las sociedades de Moscú y San Petersburgo. Otro, sobre el peligro del intelectual de caer en los extremos del diletantismo y la pedantería. En 1846 muere su padre. Un año más tarde Herzen, con sus necesidades económicas definitivamente cubiertas, y tras haber arruinado su carrera en la administración rusa, emigra a París. Nunca volverá a Rusia.
Hasta entonces, los emigrados rusos han sido acogidos en los círculos intelectuales franceses como una curiosidad, un fruto de la exótica y semisalvaje Rusia, pero Herzen se impone como un igual. Entre los intelectuales franceses encuentra con frecuencia actitudes solemnes y pomposas, lo que le permite ejercitar sus acreditadas dotes para la burla. Más tarde detallará, con notable precisión, el defecto esencial del pensamiento político francés, y, por extensión, del continental: su creencia en que es posible definir, con la mera fuerza del intelecto, un esquema del mundo al que la realidad se apresurará a ajustarse. Y el haber convertido este proyecto de reforma en un deber religioso:
“Los franceses son el pueblo más abstracto y religioso del mundo; en ellos, el fanatismo de las ideas va de la mano de la falta de respeto por las personas, del desprecio por sus vecinos. Los franceses convierten todo en un ídolo, y pobre del que no doble la rodilla ante el ídolo del día. El despótico”bien del pueblo”, y el sanguinario e inquisitorial “que se haga justicia aunque el mundo perezca”, están instalados por igual en la conciencia de monárquicos y demócratas. Leed a George Sand , Pierre Leroux, Louis Blanc, Michelet, encontraréis por todos lados cristianismo y romanticismo adaptados a nuestra propia moralidad; por todas partes dualismo, abstracción, deber abstracto, virtudes impuestas y una moralidad oficial y retórica moralidad sin ninguna relación con la vida real.”
Herzen asiste a las revoluciones de 1848, y su colapso en un país tras otro lo influyen decisivamente. Se ha visto decepcionado, tanto por el comportamiento de las masas, como por el de los pensadores, aprendices de brujos inconscientes de las fuerzas que estaban desencadenando:
“Las masas son indiferentes a la libertad individual y a la libertad de opinión. Las masas aman la autoridad. Están todavía cegadas por el brillo de la autoridad, y odian a aquéllos que se mantienen en solitario. Por igualdad entienden igualdad en la opresión. Quieren un gobierno que mande en su beneficio, y no, como el actual, en contra de él. Pero se les pasa por la cabeza gobernarse a sí mismas.”
Muy desmoralizado, Herzen marcha a Londres y en los 50 comienza a publicar dos periódicos en ruso destinados a denunciar el régimen zarista. El primero, “La Estrella Polar”. El segundo, “La campana” (“Kolokol”). El triunfo de “La Campana” en Rusia es arrollador, y, a pesar de estar oficialmente prohibidos, los artículos de Herzen son leídos ávidamente por todos, desde el último funcionario hasta el Zar. Según cuenta Herzen “estábamos de moda. y en una guía turística se me mencionaba como una de las curiosidades de Putney”. Es así. Herzen se convierte en una celebridad, y su casa se convierte en lugar de peregrinaje de exiliados políticos de toda Europa. Especialmente de los polacos, cuya causa siempre apoyará. También de la nueva generación de radicales rusos, a los que Herzen contempla con cierto desdén. En esta época inglesa escribe sus mejores libros, entre ellos sus memorias (“Mi pasado y pensamientos”) y “Desde la otra orilla”, un compendio de reflexiones producidas por las frustradas revueltas de 1848.
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El párrafo que abre esta entrada, ejemplo de la aparente ligereza con que Herzen suele defender sus convicciones más profundas, resume algunos de los elementos centrales de su pensamiento, que son estos. Uno, que el bien máximo de las personas es la libertad. Dos, que la libertad presente de personas concretas no puede ser sacrificada en nombre de abstracciones futuras. Tres, que la tendencia humana a querer almacenar la existencia es un deseo mal formulado. Empecemos por el último:
“Los seres humanos tienen un instintivo afán de preservar todo lo que les gusta. El hombre nace, y por eso desea vivir para siempre. El hombre se enamora, y desea ser amado para siempre, desde el preciso instante de su declaración. (…) El presente le pertenece, pero los seres humanos no están satisfechos con esto: deben poseer también el futuro”
El hombre es un ser en movimiento, y, por eso, la existencia es fugaz. Esta es una característica estructural en él, que no podría ser alterada sin alterar su propia naturaleza, lo que no es concebible. Los intentos de atesorar la existencia y la belleza sólo pueden aspirar a la congelación, y provocan que se desperdicie el presente, el momento en que ambas tienen lugar:
“(…) esas personas, muy sentimentales, que derraman una lágrima siempre que se dan cuenta de que ‘el hombre ha nacido para morir. Mirar al final, y no a la acción en sí, es un error capital”.
¿Cuál es la finalidad de una canción?, se pregunta Herzen. Si nos obsesionamos con intentar preservarla para siempre lo único que conseguiremos será darnos cuenta, cuando el cantante termine, de que no estábamos escuchando.
Esto enlaza con lo esencial de su pensamiento político. Herzen se siente horrorizado por aquéllos que reclaman el máximo sacrificio en nombre de abstracciones como la humanidad, o el socialismo, o el nacionalismo. Porque, adivina, en nombre de esas abstracciones estarán fanáticamente dispuestos a cometer las mayores atrocidades con expresión virtuosa. Para Herzen el propósito de la lucha por la libertad es la libertad presente, y por tanto real, de personas concretas, y no la libertad futura, y por tanto incierta de abstracciones. Le repugna la opresión actual, pero está horrorizado con el fanatismo de los “libertadores”:
“¿Quién acabará con nosotros? La barbarie senil del cetro, o la salvaje barbarie del comunismo; el sable ensangrentado o la bandera roja? (…) El comunismo barrerá el planeta en una tempestad violenta, terrible, sangrienta, injusta, rápida. (…) ¿Lamentas el fin de la civilización? Yo también. Pero las masas no lo lamentarán. Las masas (…) quieren ignorancia y humillación.”
Herzen no comparte el historicismo de sus contemporáneos, la creencia en que la historia puede ser científicamente profetizada. De este modo opone su visión dinámica de las cosas al estático nirvana futuro, sin clases, de Marx y Engels.
“El socialismo se desarrollará en todas sus fases hasta que alcance sus propios extremos y absurdidades. Entonces, de nuevo, surgirá del pecho titánico de una minoría revolucionaria un grito de negación. Una vez más se entablara una lucha mortal en la que el socialismo ocupará el lugar del conservadurismo actual, y será derrotado por la revolución venidera, que nosotros aún no podemos ver.”
Los bolcheviques proporcionarán a Herzen un sitio de honor en el panteón de sus héroes, sin duda por no haberlo leído realmente. Herzen se habría sentido desolado ante esta inclusión. O quizás la habría contemplado con una sonrisa irónica en los labios.
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(1) En alemán, Herz es corazón. La
declinación Herzen podría traducirse como ‘de mi corazón’.
Imágenes:
1.- Herzen.
2.- Hegel
3.- Barricada en París en 1848.
4.- Portada de
Kolokol.
5.- Ogarev y Herzen.
Comentarios
No conocía a Herzen y me ha interesado mucho.
¿Se puede encontrar la biografía en castellano?
GAUGAMELA, creo que Herzen le diría que es un error fijarse en el final: lo importante es la partida. Saludos.
Pero,¿no es contradictorio esperar cuando se aboga por un transcurrir sin metas que condicionen la existencia?
Un saludo.
“La vida es un gran deber social (dijo Louis Blanc): el hombre debe constantemente sacrificarse por la sociedad".
Los progresistas abanderados de lo social suelen arrancan con este tipo de frases, exhibiendo su falsa y hueca sentimentalidad, para a continuación exigir airadamente al estado (como supuesto representante de esa sociedad) que les de todo hecho en forma de empleos, prerrogativas, subvenciones, etc.
Puede venir a cuento una anécdota ocurrida al escritor Mark Twain que escuchando las quejas de un joven de su época, le espetó:
"Muchacho, la sociedad no te debe nada, ya estaba aquí cuando tu llegaste".
Un cordial saludo.
Ya lo tengo: le felicito por su espléndido presente, por este magnífico blog, pero también le deseo que persevere en la existencia: Spinoza mejor que Hegel, sin duda.
Sí, sí, Dª CARLOTA, agradezco que me feliciten por mi cumpleaños. Efectivamente no creo que se pueda almacenar la existencia, pero, en lo que a la mía se refiere, me gustaría que continuara fluyendo durante bastante tiempo. Saludos.
Pero por otro lado, creo que usted incurre en un error (lo digo con toda humildad), un error muy común por cierto, y es llamar "socialismo" o "comunismo" a los regímenes que durante el pasado siglo se han autodenominado así. El comunismo es una sociedad en donde los productores se asocian libremente, en donde no existe el Estado, en ninguna de sus formas, en la que las personas no necesitan de un gobierno, pues éstas se autogobernarían. Llame a esto algo imposible, si quiere, pero no hay elementos en la teoría del comunismo (ni en el marxismo, ni en el anarquismo) que puedan sostener la tesis de que en Rusia, Cuba, China, etc., existió algo parecido a un mundo libertario. No digo nada nuevo, hay muchísima literatura sobre ésto. Bueno sería consultarla.
Saludos.