El otro día cayó en mis manos una columna de Público firmada por un tal Vicenç Navarro. El contenido era desaforado, es decir, dentro de la más estricta normalidad en el diario. Lo que me llamó la atención fue que el currículum del autor era superior a los de un columnista estándar de Público.
En su web, VN defiende su condición de exiliado político de la dictadura, pero no aporta ninguna información adicional sobre el asunto, y en este caso hay varias cuestiones que mueven a la duda. En primer lugar, que se exilió en los 60, cuando la intensidad de la represión había decaído notablemente. En segundo, que la dictadura tuvo el detalle de esperar a que VN terminara la carrera antes de provocar su exilio:sólo fue entonces cuando éste se marchó a trabajar a la universidad de Uppsala en Suecia, lo que permite sospechar que, más que un exiliado, fue un proto-erasmus. En tercer lugar, que el retorno del exilio no se produjo al morir el dictador, sino casi 20 años más tarde, lo que podría llevar a establecer ciertas semejanzas entre VN y el teniente Onoda. Hay que tener en cuenta que un currículo de antifranquista es altamente rentable, y por tanto una cierta desconfianza es saludable.
VN suele hablar del presente y del pasado, y con frecuencia confunde ambos. Es un fervoroso partidario de la Memoria Histórica, es decir, de que el estado emplee abundantes recursos públicos para convencer a la gente de que la historia se desarrolló según las fantasías de Vicenç Navarro. Su finalidad es la habitual: conseguir, a través de la distorsión del pasado, una hiperlegitimidad para las opciones políticas de izquierda del presente. Según VN, la Transición no fue tal, sino Transacción ante la derecha. En realidad, está convencido de que en España aún no vivimos en una verdadera democracia, sino en un estado criptofascista. ¿Y qué es lo que entiende VN por democracia? Eso, al menos, tendremos ocasión de averiguarlo.
En el artículo que ha dado origen a esta entrada, VN defiende que una democracia seria no debería honrar por igual a todos los muertos de la guerra civil, pues unos fueron los buenos y otros los malos. Obviamente hubo buenos y malos, pero para VN la línea de corte coincide exactamente con la que dividía a la derecha y la izquierda. Esta visión de las cosas, basada en el convencimiento de que la izquierda representa el Bien, no es inusual entre sus filas, ni entonces ni ahora. Tampoco es, obviamente, democrática: ante este tipo de convencimiento los resultados electorales concretos suelen representar una cuestión de relevancia mucho menor, y eso puede explicar, ya que hablamos de la guerra civil, la respuesta socialista al triunfo electoral de la derecha en el 33. Pero si bien esta creencia no es infrecuente, resulta más llamativo que alguien se anime a enunciarla con tanta claridad, pues normalmente la etiqueta lo proscribe. Quizás por ello VN intenta in extremis racionalizar su postura: los buenos eran los de la izquierda, pero no porque fueran la izquierda, sino porque eran los que luchaban por restablecer la democracia. El argumento se deja así a la buena voluntad de los lectores, que deben decidir si ingieren sin pestañear que los comunistas, los socialistas, los anarquistas y los nacionalistas eran convencidos demócratas. Y, volviendo a octubre de 1934, ¿no contradice la revolución el supuesto afán demócrata de los socialistas? VN está preparado para esta pregunta, y responde tajantemente: no. Y punto. Al parecer VN no ve la necesidad de aportar argumentación adicional.
Esta es su web, por si quieren curiosear.
En su web, VN defiende su condición de exiliado político de la dictadura, pero no aporta ninguna información adicional sobre el asunto, y en este caso hay varias cuestiones que mueven a la duda. En primer lugar, que se exilió en los 60, cuando la intensidad de la represión había decaído notablemente. En segundo, que la dictadura tuvo el detalle de esperar a que VN terminara la carrera antes de provocar su exilio:sólo fue entonces cuando éste se marchó a trabajar a la universidad de Uppsala en Suecia, lo que permite sospechar que, más que un exiliado, fue un proto-erasmus. En tercer lugar, que el retorno del exilio no se produjo al morir el dictador, sino casi 20 años más tarde, lo que podría llevar a establecer ciertas semejanzas entre VN y el teniente Onoda. Hay que tener en cuenta que un currículo de antifranquista es altamente rentable, y por tanto una cierta desconfianza es saludable.
VN suele hablar del presente y del pasado, y con frecuencia confunde ambos. Es un fervoroso partidario de la Memoria Histórica, es decir, de que el estado emplee abundantes recursos públicos para convencer a la gente de que la historia se desarrolló según las fantasías de Vicenç Navarro. Su finalidad es la habitual: conseguir, a través de la distorsión del pasado, una hiperlegitimidad para las opciones políticas de izquierda del presente. Según VN, la Transición no fue tal, sino Transacción ante la derecha. En realidad, está convencido de que en España aún no vivimos en una verdadera democracia, sino en un estado criptofascista. ¿Y qué es lo que entiende VN por democracia? Eso, al menos, tendremos ocasión de averiguarlo.
En el artículo que ha dado origen a esta entrada, VN defiende que una democracia seria no debería honrar por igual a todos los muertos de la guerra civil, pues unos fueron los buenos y otros los malos. Obviamente hubo buenos y malos, pero para VN la línea de corte coincide exactamente con la que dividía a la derecha y la izquierda. Esta visión de las cosas, basada en el convencimiento de que la izquierda representa el Bien, no es inusual entre sus filas, ni entonces ni ahora. Tampoco es, obviamente, democrática: ante este tipo de convencimiento los resultados electorales concretos suelen representar una cuestión de relevancia mucho menor, y eso puede explicar, ya que hablamos de la guerra civil, la respuesta socialista al triunfo electoral de la derecha en el 33. Pero si bien esta creencia no es infrecuente, resulta más llamativo que alguien se anime a enunciarla con tanta claridad, pues normalmente la etiqueta lo proscribe. Quizás por ello VN intenta in extremis racionalizar su postura: los buenos eran los de la izquierda, pero no porque fueran la izquierda, sino porque eran los que luchaban por restablecer la democracia. El argumento se deja así a la buena voluntad de los lectores, que deben decidir si ingieren sin pestañear que los comunistas, los socialistas, los anarquistas y los nacionalistas eran convencidos demócratas. Y, volviendo a octubre de 1934, ¿no contradice la revolución el supuesto afán demócrata de los socialistas? VN está preparado para esta pregunta, y responde tajantemente: no. Y punto. Al parecer VN no ve la necesidad de aportar argumentación adicional.
Esta es su web, por si quieren curiosear.
Comentarios
Está bien saber que existe, pero con que uno (en este caso usted, que se ha presentado voluntario) pise la caca... es suficiente.
Saludos cordiales.
Saludos.
¡Ay!
Pues coincido totalmente con Ud.
Don Bruno, sea usted muy bienvenido a mi humilde morada.