Dos versiones en Herrera:
Nicolás redondo se ha referido al magnífico artículo de Vargas Llosa, ha dicho que dentro del Tea Party, entre una serie de bufones que la prensa se empeña en destacar, hay una idea de gran importancia, que es el temor del individuo ante la amenaza que supone el crecimiento desmesurado del Estado. Redondo se ha remontado a Tocqueville y ha recordado que en Estados Unidos, por la forma en que nació, la libertad del individuo es un valor capital de la sociedad.
El enfoque de Ónega ha sido, quizás, menos sofisticado. Ha dicho que en la derecha española todos guardan algo del Tea Party “en el armario”. No ha definido, pues, en que consiste el movimiento, pero ha dejado claro que se trata de algo vergonzoso. A continuación, para que no quedaran dudas, ha pasado a enumerar a los que lo integrarían en España: Intereconomía, Federico Jiménez Losantos, Esperanza Aguirre (que, según Ónega, proporcionaría la faceta populista), el alcalde de Valladolid, Mayor Oreja y Vidal Cuadras. Es extraño que se haya olvidado de Sánchez-Dragó.
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Y la tercera, de Camacho.
Denuncia Camacho a los que ponen palos en las ruedas a Rajoy en su proyecto de que el PP sea un all catch party, es decir, un partido de amplio espectro. Para ganar las elecciones, Camacho reclama un partido simpático que no despierte los recelos de la izquierda, y en esto coincide con los que aconsejaron a Rajoy que cambiara el rumbo tras perder las elecciones de 2008. Para Camacho sí hay un embrión de Tea Party en España, que puede perturbar el triunfo del “moderantismo” de Rajoy. Se compone de tres variedades mitológicas: 1) el “integrismo católico”, 2) el “fundamentalismo economicista” (que además es “alborotado”), y 3) aquellos que mantienen “una interpretación cerrada y ultramontana del hecho nacional”.
Obviamente la posibilidad de cubrir un mayor espacio político (léase: un mayor caladero de votos) es directamente proporcional a la ambigüedad del mensaje, y, por tanto, inversamente proporcional a la firmeza de las convicciones. Desde esta perspectiva no es raro que a Rajoy le molesten los que exigen claridad en sus posiciones. Más sorprendente es que también le molesten a Camacho. En cualquier caso, Camacho deja pocas alternativas: o asumir el “moderantismo” (es decir, el esqueleto gelatinoso) o ser reos de extremismo.
Nicolás redondo se ha referido al magnífico artículo de Vargas Llosa, ha dicho que dentro del Tea Party, entre una serie de bufones que la prensa se empeña en destacar, hay una idea de gran importancia, que es el temor del individuo ante la amenaza que supone el crecimiento desmesurado del Estado. Redondo se ha remontado a Tocqueville y ha recordado que en Estados Unidos, por la forma en que nació, la libertad del individuo es un valor capital de la sociedad.
El enfoque de Ónega ha sido, quizás, menos sofisticado. Ha dicho que en la derecha española todos guardan algo del Tea Party “en el armario”. No ha definido, pues, en que consiste el movimiento, pero ha dejado claro que se trata de algo vergonzoso. A continuación, para que no quedaran dudas, ha pasado a enumerar a los que lo integrarían en España: Intereconomía, Federico Jiménez Losantos, Esperanza Aguirre (que, según Ónega, proporcionaría la faceta populista), el alcalde de Valladolid, Mayor Oreja y Vidal Cuadras. Es extraño que se haya olvidado de Sánchez-Dragó.
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Y la tercera, de Camacho.
Denuncia Camacho a los que ponen palos en las ruedas a Rajoy en su proyecto de que el PP sea un all catch party, es decir, un partido de amplio espectro. Para ganar las elecciones, Camacho reclama un partido simpático que no despierte los recelos de la izquierda, y en esto coincide con los que aconsejaron a Rajoy que cambiara el rumbo tras perder las elecciones de 2008. Para Camacho sí hay un embrión de Tea Party en España, que puede perturbar el triunfo del “moderantismo” de Rajoy. Se compone de tres variedades mitológicas: 1) el “integrismo católico”, 2) el “fundamentalismo economicista” (que además es “alborotado”), y 3) aquellos que mantienen “una interpretación cerrada y ultramontana del hecho nacional”.
Obviamente la posibilidad de cubrir un mayor espacio político (léase: un mayor caladero de votos) es directamente proporcional a la ambigüedad del mensaje, y, por tanto, inversamente proporcional a la firmeza de las convicciones. Desde esta perspectiva no es raro que a Rajoy le molesten los que exigen claridad en sus posiciones. Más sorprendente es que también le molesten a Camacho. En cualquier caso, Camacho deja pocas alternativas: o asumir el “moderantismo” (es decir, el esqueleto gelatinoso) o ser reos de extremismo.
Comentarios
Según tengo entendido el Tea Party, es un partido de ideología libertaria en sus comienzos.
Un abrazo.
abrazos
He entrado sobre todo para enlazarle este artículo de un tal Angelo M. Codevila, que formula argumentos muy similares a los de Vargas Llosa. Aunque no menciona directamente al Tea Party, sí habla del extendido rechazo entre los americanos a una partitocracia cada vez más oligárquica y arbitraria, que está destruyendo las libertades cívicas tradicionales. Es un texto largo, de tono pesimista, incluso lúgubre. Creo que le interesará.
Codevila menciona de pasada a Barry Goldwater como uno de los políticos de principios que intentó oponerse al creciente autoritarismo del gobierno americano. Goldwater fue candidato republicano a la presidencia las elecciones del 64, frente a Lyndon Johnson, que ganó de manera aplastante. Pese a su fracaso en las urnas, Goldwater dejó una huella profunda en el conservadurismo estadounidense. Hoy, historiadores de derechas e izquierdas coinciden en que la revolución reaganiana hubiese sido imposible sin su influencia. Es un político poco conocido en Europa (creo) y que me inspira curiosidad. He visto que en Amazon hay varios libros consagrados a su figura, incluida una autobiografía titulada With No Apologies. Alguno caerá, aún no he decidido cuál. Si averiguo algo interesante, ya se lo contaré.
Respecto a Camacho, la forma en que nuestros políticos e intelectuales de derechas mendigan aprobados en democracia otorgados por la izquierda (porque de esto se trata) es verdaderamente penosa.
En fin, lo mismo que ha sucedido estos días con lo de Dragó.