Don Juan:
Del mismo modo arregladas
mis cuentas traigo en el mío:
en dos líneas separadas
los muertos en desafío
y las mujeres burladas.
Después de leer estas entradas, ustedes están en condiciones de entender cabalmente qué representa esta escena. Don Juan Tenorio y Don Luis Mejía, alardean de los machos que han despachado respectivamente (competición intrasexual, derivada del principio de inversión parental de Robert Trivers) y presumen de hembras con las que han conseguipo aparearse. Son 32 machos muertos y 72 cópulas, lo que demuestra, de paso, que el sapiens puede ser muy destructivo con sus congéneres. Observaran que Don Juan dice «burladas», lo que permite sospechar que ha fingido amor –un fiable indicador de compromiso y predisposición de emparejamiento a largo plazo cuando es de verdad- a cambio de las cópulas. Es decir, Don Juan relata una sucesión de conflictos en los que una de las partes (él) buscaba emparejamientos a corto plazo mientras que las otras pretendían un compromiso a largo plazo, y ha salvado las discrepancias de intereses mediante la mentira.
«Cada uno de nosotros desciende de innumerables generaciones de hombres que mintieron, engañaron, sedujeron, intimidaron o mataron para llegar a tener relaciones sexuales», dice Paul Seabright en The war of sexes -«y de innumerables generaciones de mujeres que encandilaron, sedujeron, mintieron o manipularon para obtener privilegios económicos a cambio del acceso a sus cuerpos», añade-. Esta afirmación, algo grosera, quiere decir que en toda relación de emparejamiento hay margen para el conflicto: cuando una persona entra en un bar buscando una aventura ocasional, y encuentra a otra que está buscando el amor de su vida, sus objetivos no pueden satisfacerse simultáneamente. Y ya hemos visto que las preferencias y predisposiciones de cada sexo –derivadas de las ventajas genéticas que han proporcionado a cada uno- no coinciden exactamente. El conflicto sexual es costoso: cuando alguien no logra sus objetivos obtiene frustración y sufre costes, como mínimo de oportunidad. Parece que estamos ante uno de esos juegos en los que el equilibrio de Nash que se alcanza no coincide con el óptimo de Pareto. A cambio, hay pocas cosas tan divertidas como ese juego, sin el que la literatura habría sido mucho más pobre.
Fíjense en este dato. El promedio de parejas que tienen los hombres homosexuales es superior al de los hombres heterosexuales, pero el promedio de parejas que mantienen las mujeres homosexuales es inferior al de las mujeres heterosexuales. ¿De dónde sale esta asimetría? Como consecuencia de la mayor rentabilidad genética obtenida a lo largo de innumerables generaciones en cópulas puntuales, los hombres -en promedio, con los correspondientes solapamientos- experimentan un mayor deseo sexual, se excitan más fácilmente con estímulos visuales, tienen más fantasías sexuales, piensan en sexo el doble que las mujeres a lo largo del día… y tienen un mayor deseo de variedad sexual. Entonces la asimetría podría explicarse sencillamente por esto: puesto que los miembros de una pareja homosexual tienen gustos más parecidos entre sí, pueden alcanzar un óptimo más cercano a sus preferencias que los de las parejas heterosexuales, que tienen que transaccionar entre ellos.
Digo esto porque ya habrán podido llegar a una conclusión fundamental: el mind-reading, intentar adivinar lo que piensa el otro a partir de nuestra propia experiencia, ponerse en los zapatos del otro para analizar cómo nos sentiríamos en su lugar, empatizar con los que nos relacionamos, es muy recomendable y funciona muy bien… excepto en el mercado del emparejamiento. En realidad intentar adivinar las preferencias del sexo opuesto extrapolando las propias es una de las principales fuentes de conflicto sexual. Porque no sólo tenemos distintas preferencias: también padecemos distintos sesgos. Recuerden que los hombres tendemos a sobreestimar el interés que hemos despertado en una mujer concreta (sesgo del patoso). Pues bien, las mujeres padecen un sesgo de signo contrario por el que sistemáticamente infravaloran el interés que despiertan en el sexo opuesto. Con estos mimbres el campo para que los hombres hagamos el ridículo es enorme y resbaladizo. Nosotros debemos acostumbrarnos a aplicar rutinariamente un factor corrector a nuestras expectativas, pero ustedes tengan paciencia y compasión mientras tanto.
Los psicólogos, consultores matrimoniales y abuelas suelen recomendar rutinariamente a las parejas que exploren sus aficiones comunes, pero en materia de emparejamiento -como recuerda Bill Maher- «las suyas nos aburren y a ellas les repugnan las nuestras». No es casual que el porno sea una mercancía de consumo mayoritariamente masculino, mientras que las consumidoras de novelas y películas románticas sean sobre todo mujeres (que sí, que a mí me gustó Love actually y usted, señora, valoró la penúltima interpretación de Rocco Sifreddi, pero las cifras son las que son). No siempre, claro, pero es frecuente que exista un campo intermedio entre las preferencias de ambos sexos que se cubre con la fantasía, el malentendido o la mentira. Cuando la web de citas Ashley Madison –una web de encuentros sexuales entre personas casadas de alto poder adquisitivo- fue hackeada, y se filtraron los nombres de los usuarios, se destapó algo mucho más interesante: el 99% de los perfiles femeninos eran falsos. Se habían creado para dar la impresión de que un montón de mujeres casadas atractivas estaban usando la red. En concreto, frente a casi 20 millones de hombres que usaban activamente la red, sólo había 1.492 mujeres que hacían lo propio.
En algún momento de estas entradas hablaremos de evolución cultural, de memes y de modas, pero les adelanto que su influjo es también muy potente. Los jóvenes de mi generación se iniciaron en los misterios del sexo con ayuda de prestigiosas publicaciones -como Playboy y Penthouse- que nos convencieron de que las mujeres experimentaban una atracción sexual irrefrenable hacia los hombres -independientemente de su aspecto físico e incluso de su poder adquisitivo- y de que siempre estaban dispuestas a organizar orgías. Esto nos llevó a algunas perplejidades al interactuar con mujeres que no habían accedido a esas fuentes de conocimiento. Luego esas mismas mujeres se informaron a su vez por otras fuentes como Cosmopolitan de que a los hombres nos encantan las sesiones eróticas larguísimas con velitas y -más sorprendente aún- que a ellas el encanta el sexo anal. En fin, disculpen esta digresión.
Déjenme terminar con esto: todos somos iguales, pero no somos iguales. Somos iguales en derechos y obligaciones –este es un pilar de la civilización occidental- pero diferimos profundamente entre nosotros; menos mal. De modo similar, no deben existir diferencias legales entre hombres y mujeres, pero la estadística desvela ciertas diferencias entre ambos sexos. Y aquí de nuevo las teorías de género se equivocan estrepitosamente: pretenden que estas diferencias estadísticas no existen y, cuando las observan, las atribuyen a la acción de las fuerzas del patriarcado, empeñado en construir roles para mantener la dominación sobre la mujer; entonces, para corregir la influencia –ficticia- del patriarcado, crean desigualdades –reales- ante la ley, y erosionan así un pilar de nuestras democracias liberales. Pasen una buena noche.
Comentarios
Es muy interesante lo de los burladores y cuál es la causa de que muchas mujeres, muchas de ellas bellas , astutas y sapientes, se dejen enbaucar por mentirosos. No son en muchos casos fracasos en la búsqueda del hombre posicionado y razonable que les procurará prole atendida y seguridad y razonable fidelidad. Puede que haya una fase en que la mujer que aún no busca el emparejamiento pierda el seso por el burlador. Vamos, que les gustan los burladores. (Hay una dirección de escena en la que Leporello recita la lista a Dña Elvira.Y el proceso emocional de la bella es primero asombrarse. Luego irritarse. Finalmente excitarse por la clase de hombre que va a tener entre sus brazos)
Claro, aquí se habla del sexo y las parejas y eso pertenecería a una fase anterior de exploración sexual pòr parte de la mujer. Seguro que ud. conoce estudios sobre los diversos comportamientos de las jovencitas en ese trance.
Hay que tener en cuenta que la especialización de las funciones es un hecho determinante en la evolución de los humanos. No sólo diversidad de funciones entre hombres, guerreros, pintores, herreros, jugadores, etc, y de jerarquías, por fuerza o por inteligencia o por carácter. En las mujeres no lo tengo claro. Pero , centrándose en el tema de la pareja, está claro que el hombre y la mujer deben de tener perfiles diferentes. Para bien y para mal. Y con eso volveríamos a empezar.
Por cierto esos porcentajes de la red de contactos lo que me indica es que todos esos hombres lo hacían con unas poquitas. Vamos, que esas señoritas no paraban. A cada una le tocaban 99. Eso multiplicado por la frecuencia de uso de cada caballero.
Fenómeno que nos llevaría a los canallas, engañados, que disfrutan burlando asimismo a los maridos o a las ventajas e inconvenientes para ambos de las relaciones extramaritales. Lo que nos lleva a abundante literatura.
Este artículo suyo me recuerda al libro "El Varón Domado" .De Esther Vilar. Una viejecita de 88 años, argentina / alemana, que lo escribió hace más de 30 años, y que dice más o menos, que las mujeres son tontas, que sólo les gusta ir de compras, y maquillarse, y que se hacen las víctimas para tener esclavizados, pagándoles con sexo, a los hombres, para que ellos se sientan obligados a mantenerlas , a cuidar de sus hijos, y a darles todos los caprichos...
Luego, toda relación es cuestión de intereses, inconscientes, que son una mezcla de instinto y cultura. EL instinto manda, ya sabemos. El hombre quiere a la fértil, la mujer al proveedor y mejor dotado para la descendencia. Luego también están el miedo a ser muerto por debilucho, echado del grupo por etc... De ahí todo lo demás. Muy bueno el artículo.