Publicado en El Mundo/El Día de Baleares 02/09/2016
La tradicional distinción entre izquierda y derecha sin duda tiene fundamento; no lo tiene, por el contrario, pensar que entre ambas hay un abismo infranqueable. En realidad esto siempre ha sido difícil de entender. Tomando una línea que va desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, se considera que la distribución estadística del electorado tiene la forma de una campana de Gauss, ancha en el centro y estrecha en los extremos. Si esto es así resulta que el grueso del electorado de izquierda está próximo al centro e ideológicamente adyacente al grueso del electorado de derecha, y que sólo existe una separación ideológica apreciable entre los extremos de ambos grupos. Este es el único abismo que podría existir, y resulta un tanto extraño: resultaría que la mayoría de electorado de izquierda y derecha no estaría separada por ese abismo, sino dentro de él. Quizás sea una buena alegoría de la situación.
Es evidente que el discurso político de los últimos años promueve la polarización, intentando presentar a los partidos, en lugar de en el centro, en los dos polos de la imaginaria línea ideológica. ¿Por qué ocurre esto? ¿Quiere decir que son los extremos – la minoría- los que dirigen la política de izquierdas y derechas imponiéndose a los gustos de la mayoría? Más bien parece que son los partidos los que promueven de forma artificial la diferenciación por motivos puramente electorales. Les resulta sencillo - venimos genéticamente equipados para apresurarnos a formar bandos irreconciliables en cuanto se nos da una oportunidad- pero sin duda es bastante irresponsable hacerlo. Cuando lo consiguen ya no estamos hablando de ideología, sino de algo parecido al hooliganismo.
Si para algo sirvió la sesión de investidura del miércoles fue para poner en evidencia que ese abismo infranqueable entre las izquierdas y derechas, en lo que se refiere a las propuestas y contenidos concretos, no existe. En el momento central del debate Albert Rivera exhibió con una mano el acuerdo que Ciudadanos alcanzó con el Partido Socialista en marzo, y a continuación enarboló con la otra mano el alcanzado ahora con el Partido Popular: ambos acuerdos se solapan. Cien de las ciento cincuenta medidas ahora pactadas, dos terceras partes del texto ahora firmado, estaban incluidas en el de marzo. Siendo así ¿por qué es tan difícil pactar? ¿Por qué es tan complicado llegar a formar gobierno? Obviamente las razones no son de contenido. Pueden ser electoralistas o personales, pero no de contenido.
La democracia española no se puede permitir unas terceras elecciones. Es necesario reconstruir la clase media que ha sido tan dañada por la crisis; son necesarias actuaciones urgentes en el mercado laboral y en el sistema educativo; hay que conseguir una verdadera regeneración democrática; es necesario afrontar la amenaza proveniente de aquellos que quieren romper la unidad, la igualdad, y la solidaridad de los españoles. Y los sucesivos acuerdos alcanzados por Ciudadanos con el Partido Socialista y el Partido Popular demuestran que existe un amplio campo para el consenso… siempre que no se vea enturbiado por motivos personales o partidistas. Ahora es el momento de demostrar altura de miras, y no cortoplacismo electoralista. Los ciudadanos no nos perdonarían un nuevo fracaso.
La tradicional distinción entre izquierda y derecha sin duda tiene fundamento; no lo tiene, por el contrario, pensar que entre ambas hay un abismo infranqueable. En realidad esto siempre ha sido difícil de entender. Tomando una línea que va desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, se considera que la distribución estadística del electorado tiene la forma de una campana de Gauss, ancha en el centro y estrecha en los extremos. Si esto es así resulta que el grueso del electorado de izquierda está próximo al centro e ideológicamente adyacente al grueso del electorado de derecha, y que sólo existe una separación ideológica apreciable entre los extremos de ambos grupos. Este es el único abismo que podría existir, y resulta un tanto extraño: resultaría que la mayoría de electorado de izquierda y derecha no estaría separada por ese abismo, sino dentro de él. Quizás sea una buena alegoría de la situación.
Es evidente que el discurso político de los últimos años promueve la polarización, intentando presentar a los partidos, en lugar de en el centro, en los dos polos de la imaginaria línea ideológica. ¿Por qué ocurre esto? ¿Quiere decir que son los extremos – la minoría- los que dirigen la política de izquierdas y derechas imponiéndose a los gustos de la mayoría? Más bien parece que son los partidos los que promueven de forma artificial la diferenciación por motivos puramente electorales. Les resulta sencillo - venimos genéticamente equipados para apresurarnos a formar bandos irreconciliables en cuanto se nos da una oportunidad- pero sin duda es bastante irresponsable hacerlo. Cuando lo consiguen ya no estamos hablando de ideología, sino de algo parecido al hooliganismo.
Si para algo sirvió la sesión de investidura del miércoles fue para poner en evidencia que ese abismo infranqueable entre las izquierdas y derechas, en lo que se refiere a las propuestas y contenidos concretos, no existe. En el momento central del debate Albert Rivera exhibió con una mano el acuerdo que Ciudadanos alcanzó con el Partido Socialista en marzo, y a continuación enarboló con la otra mano el alcanzado ahora con el Partido Popular: ambos acuerdos se solapan. Cien de las ciento cincuenta medidas ahora pactadas, dos terceras partes del texto ahora firmado, estaban incluidas en el de marzo. Siendo así ¿por qué es tan difícil pactar? ¿Por qué es tan complicado llegar a formar gobierno? Obviamente las razones no son de contenido. Pueden ser electoralistas o personales, pero no de contenido.
La democracia española no se puede permitir unas terceras elecciones. Es necesario reconstruir la clase media que ha sido tan dañada por la crisis; son necesarias actuaciones urgentes en el mercado laboral y en el sistema educativo; hay que conseguir una verdadera regeneración democrática; es necesario afrontar la amenaza proveniente de aquellos que quieren romper la unidad, la igualdad, y la solidaridad de los españoles. Y los sucesivos acuerdos alcanzados por Ciudadanos con el Partido Socialista y el Partido Popular demuestran que existe un amplio campo para el consenso… siempre que no se vea enturbiado por motivos personales o partidistas. Ahora es el momento de demostrar altura de miras, y no cortoplacismo electoralista. Los ciudadanos no nos perdonarían un nuevo fracaso.
Comentarios
Ya lo he dicho en otra parte, pero lo repito:
Espero que mañana ¡ Por fin! haya investidura. Y que gobierne el Sr Rajoy, pero con algunos ministros y vicepresidentes nuevos. Y espero, y mantengo los dedos cruzados para ello , que usted sea el nuevo Ministro de Sanidad.
Que ya estoy empezando a estar cascada, y quiero estar tranquila sabiendo que me van a cuidar cuando lo necesite , pero sin hacerme lo que me quede de vida imposible. Y con alguien tan tranquilo, tan claro, y tan ponderado como usted, sé que nos iría a todos estupendamente.
Pues eso
Yo tenía la esperanza de que hubiera suficientes "hombres buenos" para pensar por su cuenta, y ausentarse a la hora de la votación, dijeran lo que dijeran sus jefes de filas. Y No los hubo.
Me voy a dar al Chivas, a ver si me cambia las ideas...
La racionalidad en favor del bien común es posible, los acuerdos son demostradamente factibles. Ahora bien, a ella se oponen intereses personales e intereses de partido.
He ahí la lucha.
Si representáramos mediante una campana de Gauss esa disposición a la racionalidad, colocando el nivel más alto hacia la derecha y el más bajo hacia la izquierda (sin relación alguna con ser de derechas o de izquierdas) y lo aplicáramos a los diputados, creo que quedaría así:
Ciudadanos a la derecha (ha pactado con PSOE y con PP), justo a su izquierda quedaría el PP (sólo ha pactado con Ciudadanos pero ha llamado a los socialistas para pactar), un poco más a la izquierda quedaría el PSOE (pactó con Ciudadanos pero se niega a hablar con el PSOE, Sánchez se niega a ponerse al teléfono); y, finalmente, en el extremo de la irracionalidad, como les corresponde históricamente, los reaccionarios, populistas y nacionalistas, fanáticos éstos de la raza (ahora hablan de pueblo, cultura, lengua, etc, pero no dejan de ser racistas) y los otros de la clase, totalitarios de derechas y de izquierdas, respectivamente.
Si aplicáramos esa distribución a la población, la línea que separa la racionalidad de la irracionalidad sería una función de la situación, donde incluyo sobre todo al sistema educativo y a los medios de comunicación. Ahora bien, ya me he extendido demasiado.
Saludos.