”Este libro (…) converge hacia todo un contexto de lucha para derribar al enemigo de clase en su terreno y en nuestro terreno. Esta crítica no puede entenderse como anárquica. No son cañonazos al aire como quisieran Hugo, Paco y Luís*, sino otra forma de golpear unida a todo el proceso de una potencial revolución chilena que entronca en la necesidad de ahondar más y más el cambio cultural. Es justamente para saber cuánto de Pato Donald queda todavía en todos los estratos de la sociedad chilena. Mientras su cara risueña deambule inocentemente por las calles de nuestro país, mientras Donald sea poder y representación colectiva, el imperialismo y la burguesía podrán dormir tranquilos”.
* Son los sobrinos del pato Donald
En 1970 la Unidad Popular de Salvador Allende obtuvo el 36,2% de los votos, una mayoría exigua frente al 34,9% del conservador Jorge Alessandri y el 27,8% de los demócrata-cristianos de Radomiro Tómic. Los conservadores ofrecieron la presidencia a éstos siempre que el candidato fuera Eduardo Frei, previo presidente de Chile, y no Tomic, considerado excesivamente radical. En un error histórico, la democracia cristiana escogió apoyar a Allende. Hasta ese momento Chile era probablemente el país sudamericano con un nivel cívico más elevado y una tradición democrática más sólida. Allende sólo tenía el voto de uno de cada tres electores, pero a cambio era un marxista convencido lo que implicaba que a) creía que la historia sigue un cauce inexorable descubierto por Marx, b) creía que la mitad de la sociedad se interponía en el camino al paraíso de la otra mitad, que era la buena, y c) no era demócrata.
Nada más acceder a la presidencia Allende comenzó a trasladar a la realidad chilena el modelo de lucha de clases que tenía en su cabeza dejando claro, como cuenta Carlos Rangel, que “no sería presidente de todos los chilenos sino que inspiraría sus actuaciones en la premisa de existir en el seno de la sociedad chilena conflictos de clase irreconciliables” [1]. La táctica de Allende para lograr su objetivo fue la habitual en estos casos: atenerse formalmente a la “legalidad burguesa” (léase, la democracia) mientras se dirigía firmemente hacia una dictadura comunista. A continuación, algunas escenas del panorama.
Cada vez que los de la Unidad Popular perdían unas elecciones sindicales, estudiantiles o campesinas, las ignoraban y atribuían la representación a organizaciones paralelas creadas y controladas por ellos: llegaron a plantear la sustitución del Congreso por una “Asamblea Popular”, más comprensiva con la revolución, y la sustitución de los tribunales de justicia por “tribunales populares”, algunos de los cuales llegaron a funcionar. Las decisiones judiciales adversas al Gobierno eran sistemáticamente ignoradas, algo que la Corte Suprema de Justicia (en la mente de un marxista, mera superestructura burguesa) denunció unánimemente . Entretanto guerrilleros de todo el continente acudían a Chile y eran integrados en el sector público. La embajada de Cuba se convirtió en una especie de Ministerio, y, ante la evidencia de que no había conseguido trasladar la revolución al ejército, Allende comenzó la importación secreta de armamento para la creación de uno paralelo [2]. Mientras tanto, lastrada por un gasto público desaforado, la economía chilena se hundía a gran velocidad pasando en un año de gobierno allendista de un superávit de 91 millones de dólares en la balanza comercial a un déficit de 315 millones. En tres años de dominio allendista el 40% de los chilenos llegó a convencerse de que el 60% restante era el obstáculo que se interponía malévolamente a su felicidad. Y , lógicamente, ese 60% comprendió cuál era su destino si la revolución allendista llegaba a término.
Desde el primer momento Allende experimentó la necesidad de “concientizar” a una sociedad chilena que andaba algo despistada con respecto al advenimiento inexorable del comunismo: ”Entre los objetivos que persigue el gobierno de la Unidad Popular figura la creación de una nueva mentalidad en las generaciones juveniles” [3]. Y en las elecciones de 1973 Allende anunció una reforma educativa que se preveía como un intento masivo de adoctrinamiento de la infancia. Todo esto puede ayudarnos a entender que, en plena revolución ideológica, Patolandia era un objetivo a conquistar. Sin temor al esfuerzo (ni aparentemente al ridículo), y empleando una jerga exquisitamente marxista, Ariel Dorfman y Armand Mattelart se pusieron valientemente a la tarea:
“Toda realidad puede entenderse como la incesante interacción dialéctica entre una base material y una superestructura que la representa y la anticipa en la cabeza de los seres humanos (...) Las ideas de Disney resultan así producciones materiales de una sociedad que ha alcanzado un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas. Es una superestructura de valores, ideas y juicios que corresponde a las formas en que una sociedad posindustrial debe representarse su propia existencia para poder consumir con inocencia su traumático tiempo histórico”.
Dorfman y Mattelart desvelaban que, a pesar de su aspecto simpático, “Donald se desenvuelve en un mundo puramente superestructural, pero que corresponde formalmente, rasgo por rasgo, a la infraestructura”, y presentaban ejemplos concretos de cómo el insidioso pato estaba modelando las mentes de sus lectores. Como éste: es bien sabido que ”en el mundo cotidiano (…) el obrero produce plusvalía como condición necesaria para que se produzca el sistema capitalista”. Pues bien, Disney ha hecho desaparecer arteramente la plusvalía de Patolandia:
”En las historietas de Disney jamás se podrá encontrar un trabajador o un proletario, jamás nadie produce industrialmente nada. Pero esto no significa que esté ausente la clase proletaria. Al contrario, está presente bajo dos mascaras, como buen salvaje y como criminal lumpen”. (Éste último materializado en los Golfos Apandadores)
“Es el mundo que han soñado desde siempre, acumular la riqueza sin enfrentar su resultado, el proletariado. Ha limpiado de culpa los objetos. Es un mundo de pura plusvalía sin un obrero (…) El proletariado (…) es expulsado de este mundo que él creó, y con él cesa todo antagonismo, toda lucha de clase y contradicciones de intereses, y por lo tanto toda clase social”.
Esto es muy peligroso, porque en un mundo sin lucha de clases, sin sociedades antagónicamente divididas, y sin contradicciones insuperables de intereses no cabe el marxismo. Otro ejemplo. En el mundo de Marx el burgués explota al proletario y “transforma su fuerza en riqueza para su propia clase”. Pero en Patolandia se da un valor preponderante a las buenas ideas del emprendedor frente al trabajo del obrero, que como todo el mundo sabe es la única fuente creadora de valor:
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjwUPCcBj5biGo0DjYs10upd0XR_EuCJUtJWgpDgWuxZkGqBIzC-jtulmzJjF8ZEgbtXo9NVWB0-Co5oq9RONH3lpMZVL_BkUyd9cf1Rl6H1qCCqZanF3cerxmKfLwNjLxRBiC7ESEW-pi4/s1600/allende+guerrilero.jpg)
“Si (en Patolandia) los burgueses tienen el capital y son los dueños de los medios de producción ahora, no es porque alguna vez explotaron a alguien o acumularon inválidamente: se afirma (..) que sus ideas siempre le dieron la ventaja en la carrera hacia el éxito”.
Eso sí, a pesar de sus esfuerzos ideologizantes, Disney tiene menos éxito en el ámbito internacional que en el doméstico: no puede ocultar eficazmente la acción del imperialismo opresor y permite entrever a los inocentes habitantes del Tercer Mundo alegremente desposeídos de sus materias primas a cambio de baratijas:
”Los árabes consienten en su propia enajenación. ‘Joyas tenemos, pero de nada sirven. No hacen reír como las pompas mágicas’ (…) ¿Por qué el saqueo colonial, para llamarlo por su nombre, y por qué la sumisión colonial, no aparecen en su carácter de tales?”.
Así las cosas los autores se lanzan con toda seriedad a analizar la situación socio-política de Lejanostán, el archipiélago Frigi-Frigi, y Congolia. En concreto, dedican especial atención a Inestablistán, sospechosamente parecido a Vietnam:
”Mientras los marines pasan a los revolucionarios por las armas, Disney los pasa por sus revistas. Son dos formas del asesinato: por la sangre y por la inocencia”.
La prensa prestó atención al esfuerzo de Dorfman y Mattelart, e incluso en Europa el diario France Soire publicó un artículo titulado “Allende contra el Pato Donald”, algo que los autores consideraron una frívola “simplificación”.
Para leer al pato Donald. Ariel Dorfman y Armand Mattelart, 1971.
Notas:
[1] Carlos Rangel: Del buen salvaje al buen revolucionario.
[2] En este sentido es muy interesante la carta que Eduardo Frei dirigió en 1973 a la Unión Mundial de la Democracia Cristiana.
[3] El Mercurio, 13 de agosto de 1971.
* Son los sobrinos del pato Donald
En 1970 la Unidad Popular de Salvador Allende obtuvo el 36,2% de los votos, una mayoría exigua frente al 34,9% del conservador Jorge Alessandri y el 27,8% de los demócrata-cristianos de Radomiro Tómic. Los conservadores ofrecieron la presidencia a éstos siempre que el candidato fuera Eduardo Frei, previo presidente de Chile, y no Tomic, considerado excesivamente radical. En un error histórico, la democracia cristiana escogió apoyar a Allende. Hasta ese momento Chile era probablemente el país sudamericano con un nivel cívico más elevado y una tradición democrática más sólida. Allende sólo tenía el voto de uno de cada tres electores, pero a cambio era un marxista convencido lo que implicaba que a) creía que la historia sigue un cauce inexorable descubierto por Marx, b) creía que la mitad de la sociedad se interponía en el camino al paraíso de la otra mitad, que era la buena, y c) no era demócrata.
Nada más acceder a la presidencia Allende comenzó a trasladar a la realidad chilena el modelo de lucha de clases que tenía en su cabeza dejando claro, como cuenta Carlos Rangel, que “no sería presidente de todos los chilenos sino que inspiraría sus actuaciones en la premisa de existir en el seno de la sociedad chilena conflictos de clase irreconciliables” [1]. La táctica de Allende para lograr su objetivo fue la habitual en estos casos: atenerse formalmente a la “legalidad burguesa” (léase, la democracia) mientras se dirigía firmemente hacia una dictadura comunista. A continuación, algunas escenas del panorama.
Cada vez que los de la Unidad Popular perdían unas elecciones sindicales, estudiantiles o campesinas, las ignoraban y atribuían la representación a organizaciones paralelas creadas y controladas por ellos: llegaron a plantear la sustitución del Congreso por una “Asamblea Popular”, más comprensiva con la revolución, y la sustitución de los tribunales de justicia por “tribunales populares”, algunos de los cuales llegaron a funcionar. Las decisiones judiciales adversas al Gobierno eran sistemáticamente ignoradas, algo que la Corte Suprema de Justicia (en la mente de un marxista, mera superestructura burguesa) denunció unánimemente . Entretanto guerrilleros de todo el continente acudían a Chile y eran integrados en el sector público. La embajada de Cuba se convirtió en una especie de Ministerio, y, ante la evidencia de que no había conseguido trasladar la revolución al ejército, Allende comenzó la importación secreta de armamento para la creación de uno paralelo [2]. Mientras tanto, lastrada por un gasto público desaforado, la economía chilena se hundía a gran velocidad pasando en un año de gobierno allendista de un superávit de 91 millones de dólares en la balanza comercial a un déficit de 315 millones. En tres años de dominio allendista el 40% de los chilenos llegó a convencerse de que el 60% restante era el obstáculo que se interponía malévolamente a su felicidad. Y , lógicamente, ese 60% comprendió cuál era su destino si la revolución allendista llegaba a término.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhI2XGa7H4dn6mIY0azQEfjXQUH2Bl4uKohO22ubPakHgJvt7dMAJ22rdcJYl-FoBQFPEOqJHLcKvhq7qy-j2LaH0sHAn5kQ-QLRQ8kA84mJuzPZBsKtR8TyTzd2fnreSE-orMLxX3Vh9ul/s1600/donald+thinker.jpg)
“Toda realidad puede entenderse como la incesante interacción dialéctica entre una base material y una superestructura que la representa y la anticipa en la cabeza de los seres humanos (...) Las ideas de Disney resultan así producciones materiales de una sociedad que ha alcanzado un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas. Es una superestructura de valores, ideas y juicios que corresponde a las formas en que una sociedad posindustrial debe representarse su propia existencia para poder consumir con inocencia su traumático tiempo histórico”.
Dorfman y Mattelart desvelaban que, a pesar de su aspecto simpático, “Donald se desenvuelve en un mundo puramente superestructural, pero que corresponde formalmente, rasgo por rasgo, a la infraestructura”, y presentaban ejemplos concretos de cómo el insidioso pato estaba modelando las mentes de sus lectores. Como éste: es bien sabido que ”en el mundo cotidiano (…) el obrero produce plusvalía como condición necesaria para que se produzca el sistema capitalista”. Pues bien, Disney ha hecho desaparecer arteramente la plusvalía de Patolandia:
”En las historietas de Disney jamás se podrá encontrar un trabajador o un proletario, jamás nadie produce industrialmente nada. Pero esto no significa que esté ausente la clase proletaria. Al contrario, está presente bajo dos mascaras, como buen salvaje y como criminal lumpen”. (Éste último materializado en los Golfos Apandadores)
“Es el mundo que han soñado desde siempre, acumular la riqueza sin enfrentar su resultado, el proletariado. Ha limpiado de culpa los objetos. Es un mundo de pura plusvalía sin un obrero (…) El proletariado (…) es expulsado de este mundo que él creó, y con él cesa todo antagonismo, toda lucha de clase y contradicciones de intereses, y por lo tanto toda clase social”.
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“Si (en Patolandia) los burgueses tienen el capital y son los dueños de los medios de producción ahora, no es porque alguna vez explotaron a alguien o acumularon inválidamente: se afirma (..) que sus ideas siempre le dieron la ventaja en la carrera hacia el éxito”.
Eso sí, a pesar de sus esfuerzos ideologizantes, Disney tiene menos éxito en el ámbito internacional que en el doméstico: no puede ocultar eficazmente la acción del imperialismo opresor y permite entrever a los inocentes habitantes del Tercer Mundo alegremente desposeídos de sus materias primas a cambio de baratijas:
”Los árabes consienten en su propia enajenación. ‘Joyas tenemos, pero de nada sirven. No hacen reír como las pompas mágicas’ (…) ¿Por qué el saqueo colonial, para llamarlo por su nombre, y por qué la sumisión colonial, no aparecen en su carácter de tales?”.
Así las cosas los autores se lanzan con toda seriedad a analizar la situación socio-política de Lejanostán, el archipiélago Frigi-Frigi, y Congolia. En concreto, dedican especial atención a Inestablistán, sospechosamente parecido a Vietnam:
”Mientras los marines pasan a los revolucionarios por las armas, Disney los pasa por sus revistas. Son dos formas del asesinato: por la sangre y por la inocencia”.
La prensa prestó atención al esfuerzo de Dorfman y Mattelart, e incluso en Europa el diario France Soire publicó un artículo titulado “Allende contra el Pato Donald”, algo que los autores consideraron una frívola “simplificación”.
Para leer al pato Donald. Ariel Dorfman y Armand Mattelart, 1971.
Notas:
[1] Carlos Rangel: Del buen salvaje al buen revolucionario.
[2] En este sentido es muy interesante la carta que Eduardo Frei dirigió en 1973 a la Unión Mundial de la Democracia Cristiana.
[3] El Mercurio, 13 de agosto de 1971.
Comentarios
Marxismo Interpretativo: En los USA, el Pato Donald es una superesducktura.
La descripción del Chile de Allende parecería a cualquier progre una enorme blasfemia. Como acabó mal, asesinado y demás, pasó directamente a los altares.
Determinismo Histórico Marxista.
La Fases del Imperialismo: del Pato Donald al Pato Ronald (Reagan)
+
Lo siento mucho, Navarth, espero que lo de la pantalla sean sólo unas gotas.
Mucho más fácil la facilidad y, perdón por el tonto juego de palabras.
Pero hay otra cosa. Me he pensado en aquellos años y en aquel "el pueblo unido jamás será vencido" cantado tan estúpidamente sentido y me ha llevado a los jóvenes actuales, tan acríticos como yo entonces. Aunque en mi descargo (oh, necesito justificarme, caramba) estábamos en los estertores franquistas y eso emocionalmente funcionaba muy bien. Quiero decir que puedo entender las empanadas mentales de unos jóvenes muy mal preparados intelectualmente pero con las pulsiones propias de la edad.
He pensado en Leguina, personaje respetable a pesar de los pesares, como destinatario perfecto de este texto.
Una de dos, o le daba un patatús o le mandaba a usted a una leprosería.
Fabuloso, querido Navarth.
Luigi, menos mal que esta vez no tenía café. Genial.
Estimado Bruno, me alegro de haberlo rejuvenecido. Ya ve que incluso puede ir más allá porque la jerga es tan versátil que se adapta incluso al pato Donald, ese pequeñoburgués.
Querida Candela, no cabe duda acerca de que la juventud está seriamente sobrevalorada. Es posible que las chorradas juveniles, en dosis homeopáticas, no vengan del todo mal para que la sociedad no se estabilice en exceso. Al fin y al cabo, la democracia, aunque Allende no lo entendiera, es un juego de equilibrios. Pero no puedo aguantar las ideologías del rencor, como el marxismo, o la de sus subproductos podemitas. Por cierto, resulta que Monedero es más o menos de mi quinta pero parece mi hijo, el tío. Eso sí que es rejuvenecer.
Como esas especies vegetales que, trasplantadas a otro continente, crecen sin el control de las plagas de su origen, entiéndase en este caso sin crítica, exuberantes, dejando boquiabiertos a los indígenas.
NO sé si no pasó lo mismo con el freudismo al otro lado de los Andes: los discípulos transterrados, ya completamente desinhibidos, dispuestos a llevar a sus últimas consecuencias todas las inconsecuencias de sus maestros.
¡pero qué bien lo explica usted!
Resulta que si uno piensa en la sociedad y en la división del trabajo se encuentra con celdas de puestos ordenadas verticalmente por responsabilidad y horizontalmente por especialidad. Como me parece que ud. ha tenido responsabilidad en un hospital lo verá sin problemas. En la sociedad hay la tira de configuraciones de estas que se van transformando según la técnica, la formación, la política económica, la organización, etc.
Luego están las personas reales que se van encajando en esos puestos. Dos configuraciones que se van transformando y acoplando, casi siempre no racionalmente, sobre todo en lo público. Hay puestos buenos y puestos malos. Pero casi todas las funciones son necesarias. Eso si que son superestructuras y no las de la jerga. Y los que ocupan los puestos malos envidian a los de los puestos buenos. Mucho más cuando las dos estructuras no encajan y/o las personas no encuentran o no están a gusto en su celda-puesto.
Felicidades por otro artículo tan interesante y tan ameno.
Carlota, me quedo eso de "marxismo de Indias".
Marxismo.
Ingeniería Social.
En los tiempos del Capitalismo Global lo que produce la Economía son Megaestructuras.
No es una ocurrencia mía, sino el titulo de un libro del argentino Jorge Abelardo Ramos. Un título que presagia el contenido.
Sería mucho decir que yo lo leí, pero saqué una idea. A finales de los setenta y principios de los ochenta me interesaba por el marxismo para estar a la altura del ambiente y seguir las explicaciones de "Historia de las ideas políticas" de cierto profesor.
Cuando acudí a él en busca de iniciación en los misterios de la secta tuve la suerte de que me recomendara una especie de catecismo de Marta Harnecker con los rudimentos. Eso fue mi salvación.
Debería agradecérsele a esa señora todo lo que ha hecho para evitar que muchos mozalbetes se empantanasen en la ciénaga marxista.
Llevo más de dos semanas que no levanto cabeza, entre el virus y las crisis de todo tipo en el trabajo. Así que, aunque he leído sus entradas sobre Marx, como la cabeza no me daba de sí, he pasado de ellas hasta más adelante.
Pero esta vez, he visto al Pato Donald, y a Allende ( al que siempre consideré funesto , que conozco a muchos chilenos que me contaban entonces...), y aquí he venido a leer.
Y he disfrutado una barbaridad
Muchas gracias
PS : Decir que, lo que fue el comienzo del fin para "El Régimen de Allende", al menos según me cuentan mis amigos chilenos, no fueron ni los políticos demócratas reales, ni los estudiantes, ( todos ellos acoquinados, dándose golpes de pecho ), ni los yankis, ( esos ayudaron más tarde ). Los que, por lo visto lo hundieron, fueron los camioneros. Que hicieron una huelga salvaje en contra del Régimen, que les quería pisar, y expropiar sus camiones ( solían ser dueños de su propio camión, o sea capitalistas puros ), y consiguieron en unos días paralizar todo el país...