Los antropólogos llaman “culturas de honor” a las sociedades en las que concurren dos supuestos: 1) no existe un poder estatal efectivo, de modo que las personas no están protegidas por leyes; por lo anterior 2) las personas pueden verse fácil y súbitamente desprovistas de sus propiedades y sus vidas.
”En estas regiones el estado a menudo tiene poco poder para garantizar el cumplimiento de la ley, y los ciudadanos tienen que crear su propio sistema de orden. El medio para hacerlo es la regla de la venganza: si te metes conmigo te castigaré”.
En estas circunstancias mantener una reputación, la de alguien capaz de defenderse recurriendo en su caso a la violencia, puede garantizar una existencia más larga y próspera. Entre las culturas de honor están el far west, la mafia y los beduinos [1].
”Para mantener un creíble poder de disuasión, el individuo debe proyectar una imagen de disposición a responder agresivamente, a afrontar heridas y arriesgar la vida. De este modo debe estar constantemente en guardia contra afrentas que podrían ser interpretadas como falta de respeto. Cuando alguien permite ser insultado, se arriesga a dar la impresión de que carece de la determinación para defenderse lo que es suyo”.
Honor, por tanto, equivale aquí a reputación. En las culturas de honor las personas tienen que estar muy atentas al insulto, porque dejar pasar uno sin respuesta puede indicar que la víctima no tiene el suficiente coraje como para plantear resistencia. El insulto funciona entonces como un tanteo: en caso de no obtener respuesta, el siguiente paso sería la agresión. Desde luego las culturas de honor son altamente violentas y constituyen el hábitat idóneo para los individuos más primitivos, brutales y desagradables. Pero también tienen algunos efectos secundarios benéficos. Para empezar, al ser sociedades en las que un insulto, incluso inadvertido, puede tener consecuencias desagradables para el que lo emite, tienden a desarrollar estrictas normas de cortesía. Además la consideración de la reputación como algo inmaterial vulnerable al insulto favorece el desarrollo de los conceptos de respeto y dignidad.
Posiblemente la película que mejor muestra la sensibilidad ante el insulto en una cultura de honor sea Horizontes de grandeza, de William Wyler, pero hay muchos otros ejemplos. En True Grit, el estupendo remake de los Cohen, el ambiente produce una niña dispuesta a todo para vengar a su padre asesinado, actitud que no deja de despertar admiración entre buenos, malos y espectadores. El hombre que mató a Liberty Valance [2] representa el tránsito de una cultura de honor a una sociedad con leyes. El tránsito es obviamente una bendición, pues supone la destrucción del caldo de cultivo de todos los candidatos a ser Liberty Valance. Pero también implica la desaparición de tipos de una pieza como Tom Doniphon, que tienen que asistir a su propia extinción y a que su chica se largue con el abogado. Esta paradoja, la aparición benéfica de la ley y la nostálgica desaparición de tipos recios, es también tratada en los llamados westerns “crepusculares” como Grupo salvaje. Dentro de las sociedades sin ley, los antropólogos han llegado a la conclusión de que las sociedades basadas en la ganadería son más tendentes a crear culturas de honor que las sociedades agrícolas, quizás porque están más expuestas al robo. Hollywood también refleja los continuos conflictos entre violentos barones ganaderos y colonos más pacíficos. Véase La línea del cielo (si se dispone de abundante tiempo sobrante y gafas), Shane, o Chisum.
Curiosamente, dentro de las sociedades con ley se puede detectar la pervivencia de culturas de honor. Por ejemplo, según han demostrado los psicólogos Richard E. Nisbett y Dov Cohen, en el sur de Estados Unidos:
”La tesis de este libro es que el Sur tuvo – y en un grado sustancial aún tiene – un tipo de cultura de honor”.
“La frontera que marca la ausencia de ley se fue moviendo más hacia el sur y más hacia el oeste con cada década desde el comienzo del siglo XVII hasta el final del XIX. La economía ganadera en sus diversas formas se fue desplazando con ella. En el Sur, la frontera ahora ha desaparecido, y pocos continúan viviendo de la ganadería. Pero todo parece indicar que la violencia y la ideología dirigida a la violencia creada por estas condiciones ha pervivido”.
Los experimentos de Nisbett y Cohen en la Universidad de Michigan son brillantes. Selecciónese a unos cuantos participantes norteños y sureños, que no deben conocer el objeto real del experimento, y encárguese a cada uno ciertas tareas que no tienen nada que ver con el mismo. Pídase en un momento dado a cada uno que vaya a recoger algo de un despacho situado al final de un pasillo. Sitúese en el mismo a un cómplice para que los golpee con el hombro al pasar y les llame “gilipollas”. Sométase a continuación al participante a una serie de análisis y pruebas [3].
“Demostramos que después de ser insultados los sureños expresan más cólera que los norteños, sufren más cambios hormonales indicativos de estrés y preparación para la agresión, actúan más agresivamente hacia otros individuos, y exhiben más dominación. Además, el sureño insultado cree que la afrenta lo humilla a los ojos de los otros en un grado muy superior a los norteños”.
Nisbett y Cohen demuestran además que los sureños están mucho más dispuestos a recurrir a la violencia que los norteños, pero no indiscriminadamente sino selectivamente:
“Los sureños no apoyan la violencia de cualquier tipo, sino precisamente los tipos de violencia que se supone que las culturas de honor promueven. Los sureños, comparados con los norteños, están más inclinados a favor de la violencia cuando es para proteger la propiedad, o como respuesta a un insulto”.
En un proceso de selección de personal, tanto en el norte como en el sur se tiende a rechazar a un candidato que presenta antecedentes penales por robo. Sin embargo, en el sur se puede ver con benevolencia a alguien que acaba de salir de la cárcel por matar a aquel que insultó a su novia.
“Las altas tasas de homicidios en el Sur reflejan valores de autoprotección, sensibilidad ante el insulto, y disposición a asumir los asuntos relativas a castigos en las propias manos”.
Richard E. Nisbett y Dov Cohen: Culture of honor: the psychology of violence in the South.
[1] También, al parecer, los españoles éramos una cultura de honor, como demuestra Iñigo Montoya. O los corsos, según Goscinny.
[2] En el idioma original, The man who shot Liberty Valance. Shoot puede entenderse como “pegar un tiro” y como “matar a tiros”. En un divertido artículo del Huffington Post Daniel Gamero defiende que la traducción en español es mala porque hace desaparecer la ambigüedad y se carga el suspense de la escena, cuando no se sabe si Valance está vivo o, afortunadamente, muerto. También se mete con la sorprendente traducción de una sabrosa comida, compuesta por un chuletón, alubias y patatas, convertida súbitamente en un dietético asado con guisantes. Y con otra más chocante aún: la apetitosa tarta de manzana queda convertida en español en ¡una piña!
[3] He seleccionado un gráfico (para verse correctamente se debe hacer click sobre él) que me parece especialmente representativo. Muestra los cambios producidos en la producción de cortisol, hormona relacionada con altos niveles de estrés y ansiedad, y de testosterona, hormona relacionada, entre otras cosas, con la preparación para la agresión y la dominación. Obsérvese la espectacular diferencia de efecto que produce el insulto en norteños y sureños.
”En estas regiones el estado a menudo tiene poco poder para garantizar el cumplimiento de la ley, y los ciudadanos tienen que crear su propio sistema de orden. El medio para hacerlo es la regla de la venganza: si te metes conmigo te castigaré”.
En estas circunstancias mantener una reputación, la de alguien capaz de defenderse recurriendo en su caso a la violencia, puede garantizar una existencia más larga y próspera. Entre las culturas de honor están el far west, la mafia y los beduinos [1].
”Para mantener un creíble poder de disuasión, el individuo debe proyectar una imagen de disposición a responder agresivamente, a afrontar heridas y arriesgar la vida. De este modo debe estar constantemente en guardia contra afrentas que podrían ser interpretadas como falta de respeto. Cuando alguien permite ser insultado, se arriesga a dar la impresión de que carece de la determinación para defenderse lo que es suyo”.
Honor, por tanto, equivale aquí a reputación. En las culturas de honor las personas tienen que estar muy atentas al insulto, porque dejar pasar uno sin respuesta puede indicar que la víctima no tiene el suficiente coraje como para plantear resistencia. El insulto funciona entonces como un tanteo: en caso de no obtener respuesta, el siguiente paso sería la agresión. Desde luego las culturas de honor son altamente violentas y constituyen el hábitat idóneo para los individuos más primitivos, brutales y desagradables. Pero también tienen algunos efectos secundarios benéficos. Para empezar, al ser sociedades en las que un insulto, incluso inadvertido, puede tener consecuencias desagradables para el que lo emite, tienden a desarrollar estrictas normas de cortesía. Además la consideración de la reputación como algo inmaterial vulnerable al insulto favorece el desarrollo de los conceptos de respeto y dignidad.
Posiblemente la película que mejor muestra la sensibilidad ante el insulto en una cultura de honor sea Horizontes de grandeza, de William Wyler, pero hay muchos otros ejemplos. En True Grit, el estupendo remake de los Cohen, el ambiente produce una niña dispuesta a todo para vengar a su padre asesinado, actitud que no deja de despertar admiración entre buenos, malos y espectadores. El hombre que mató a Liberty Valance [2] representa el tránsito de una cultura de honor a una sociedad con leyes. El tránsito es obviamente una bendición, pues supone la destrucción del caldo de cultivo de todos los candidatos a ser Liberty Valance. Pero también implica la desaparición de tipos de una pieza como Tom Doniphon, que tienen que asistir a su propia extinción y a que su chica se largue con el abogado. Esta paradoja, la aparición benéfica de la ley y la nostálgica desaparición de tipos recios, es también tratada en los llamados westerns “crepusculares” como Grupo salvaje. Dentro de las sociedades sin ley, los antropólogos han llegado a la conclusión de que las sociedades basadas en la ganadería son más tendentes a crear culturas de honor que las sociedades agrícolas, quizás porque están más expuestas al robo. Hollywood también refleja los continuos conflictos entre violentos barones ganaderos y colonos más pacíficos. Véase La línea del cielo (si se dispone de abundante tiempo sobrante y gafas), Shane, o Chisum.
Curiosamente, dentro de las sociedades con ley se puede detectar la pervivencia de culturas de honor. Por ejemplo, según han demostrado los psicólogos Richard E. Nisbett y Dov Cohen, en el sur de Estados Unidos:
”La tesis de este libro es que el Sur tuvo – y en un grado sustancial aún tiene – un tipo de cultura de honor”.
“La frontera que marca la ausencia de ley se fue moviendo más hacia el sur y más hacia el oeste con cada década desde el comienzo del siglo XVII hasta el final del XIX. La economía ganadera en sus diversas formas se fue desplazando con ella. En el Sur, la frontera ahora ha desaparecido, y pocos continúan viviendo de la ganadería. Pero todo parece indicar que la violencia y la ideología dirigida a la violencia creada por estas condiciones ha pervivido”.
Los experimentos de Nisbett y Cohen en la Universidad de Michigan son brillantes. Selecciónese a unos cuantos participantes norteños y sureños, que no deben conocer el objeto real del experimento, y encárguese a cada uno ciertas tareas que no tienen nada que ver con el mismo. Pídase en un momento dado a cada uno que vaya a recoger algo de un despacho situado al final de un pasillo. Sitúese en el mismo a un cómplice para que los golpee con el hombro al pasar y les llame “gilipollas”. Sométase a continuación al participante a una serie de análisis y pruebas [3].
“Demostramos que después de ser insultados los sureños expresan más cólera que los norteños, sufren más cambios hormonales indicativos de estrés y preparación para la agresión, actúan más agresivamente hacia otros individuos, y exhiben más dominación. Además, el sureño insultado cree que la afrenta lo humilla a los ojos de los otros en un grado muy superior a los norteños”.
Nisbett y Cohen demuestran además que los sureños están mucho más dispuestos a recurrir a la violencia que los norteños, pero no indiscriminadamente sino selectivamente:
“Los sureños no apoyan la violencia de cualquier tipo, sino precisamente los tipos de violencia que se supone que las culturas de honor promueven. Los sureños, comparados con los norteños, están más inclinados a favor de la violencia cuando es para proteger la propiedad, o como respuesta a un insulto”.
En un proceso de selección de personal, tanto en el norte como en el sur se tiende a rechazar a un candidato que presenta antecedentes penales por robo. Sin embargo, en el sur se puede ver con benevolencia a alguien que acaba de salir de la cárcel por matar a aquel que insultó a su novia.
“Las altas tasas de homicidios en el Sur reflejan valores de autoprotección, sensibilidad ante el insulto, y disposición a asumir los asuntos relativas a castigos en las propias manos”.
Richard E. Nisbett y Dov Cohen: Culture of honor: the psychology of violence in the South.
[1] También, al parecer, los españoles éramos una cultura de honor, como demuestra Iñigo Montoya. O los corsos, según Goscinny.
[2] En el idioma original, The man who shot Liberty Valance. Shoot puede entenderse como “pegar un tiro” y como “matar a tiros”. En un divertido artículo del Huffington Post Daniel Gamero defiende que la traducción en español es mala porque hace desaparecer la ambigüedad y se carga el suspense de la escena, cuando no se sabe si Valance está vivo o, afortunadamente, muerto. También se mete con la sorprendente traducción de una sabrosa comida, compuesta por un chuletón, alubias y patatas, convertida súbitamente en un dietético asado con guisantes. Y con otra más chocante aún: la apetitosa tarta de manzana queda convertida en español en ¡una piña!
[3] He seleccionado un gráfico (para verse correctamente se debe hacer click sobre él) que me parece especialmente representativo. Muestra los cambios producidos en la producción de cortisol, hormona relacionada con altos niveles de estrés y ansiedad, y de testosterona, hormona relacionada, entre otras cosas, con la preparación para la agresión y la dominación. Obsérvese la espectacular diferencia de efecto que produce el insulto en norteños y sureños.
Comentarios
Llevo tres o cuatro días sin poder escribir en ningún sitio, y leyendo a cachitos, cuando puedo.
Sólo quería felicitarles las Pascuas y el Año Nuevo, a usted y a Dª Brunilda, por si no puedo volver hasta después de las fiestas.
Y decir que a mí lo del Honor como pilar de una sociedad me parece fantástico. El abuelo paterno de mi madre, escribió un tratado sobre ello, y sobre los lances entre caballeros, y se batía en duelo con mucha facilidad, y siempre vencía, aunque nunca mató ni hirió de verdad a ningún rival.( llevaba siempre unos guantes de cabritilla para sus desafíos ),o, al menos así lo cuenta la leyenda familiar.
Y ese código de Honor le llevó a terminar de arruinarse, ( que nunca fue rico ), poniendo un pleito por corrupción contra un político de los que partían el bacalao, en defensa de los pobres de a pié perjudicados por sus artimañas...
El hombre fue siempre de "señor", con su levita y su chistera, pero cuando los paseos de la Guerra Incivil, los anarquistas de la FAO y de la CNT, le pusieron vigilancia en su portal, en Madrid, para que a nadie se le ocurriera meterse con él. Se murió, en el 37, pero fue a consecuencia de su edad, y de las privaciones que la guerra impuso a todos a los que les pescó en Madrid, y nadie le tocó un pelo...
Por ello, en mi familia, tenemos verdadero cariño a los anarquistas, a los que consideramos, ( aunque con excepciones, por supuesto ) gente de Honor.
Si este comentario le parece mal, no me ofenderé de que lo borre y se quede solamente con esto:
¡ Muchas Gracias y Muy Felices !
Interesante entrada, ya había leído sobre la cultura del honor en el libro de Steven Pínker Los ángeles que llevamos dentro, donde explica el experimento de los sureños susceptibles en la página 151.
Espero que haya leído El gen egoísta. Explica el origen evolutivo de la cultura del honor, que no es sino una variación de la disposición innata a alcanzar un elevado status.
Un saludo.
con retraso, permítame felicitarle por este magnífico escrito. Sólo hay una cuestión que me dá que pensar sobre las culturas de honor y es precisamente el uso de la palabra "cultura".
Solemos entenderla como algo asociado a un grupo grande de personas, a países o naciones. Es decir, cultura desencadena una serie de inferencias mentales que creo que enmascaran el valor fundamental de este experimento: la influencia del ambiente, de los "valores" ocurre en cualquier grupo humano, independientemente del tamaño.
Supongo que habrá terminado ya "El Gen Egoísta". Aparte de la teoría de los memes, a mí todavía me fascina su explicación de las EEE, estrategias evolutivamente estables. Aunque su exposición es necesariamente simplificada, aporta una metáfora sumamente útil para intentar entender dinámicas y, sobre todo, que tiene que haber un equilibrio entre estrategias para que la mayoritaria no se convierta en frágil. Un 100% no es deseable. Supongo que alguna entrada suya estará preparándose sobre algún otro tema.
Por último, un par de recomendaciones. La primera es el libro "The signal and the noise" de Nate Silver. Lo estoy leyendo ahora y su lectura es muy amena, los ejemplos muy ilustrativos sin caer en tecnicismos y supone una buena síntesis entre las tesis de Kahneman y Gigerenzer. Tengo el libro en formato epub, se lo puedo enviar si desea.
La otra son los podcast en inglés de Radiolab. Son como las historias de Malcolm Gladwell pero para la radio. Muy bien producidas, tratan de historias con trasfondo científico y, aunque hay que tomarlas con una pizca de sal, enganchan por lo ameno y lo interesante. Aquí le dejo el enlace: http://www.radiolab.org/series/podcasts/
Un cordial saludo
Entre otras razones se encuentra, precisamente, su hiperdesarrollada cultura del honor. Todo parece humillarles:las cruzadas, la existencia de Israel, la colonización, la existencia de sociedes abiertas... y su propio atraso.
Pues sí, ya he terminado el deslumbrante libro de Dawkins, y de hecho le estoy dando una segunda lectura. Me gustaría escribir algo, desde luego, pero no sé muy bien por dónde empezar. Quizás las EEE serían una buenísima opción. De todas formas, creo que la próxima entrada estará dedicada a Thomas Müntzer, un milenarista-igualitarista-revolucionario del siglo XVI que me recuerda bastante a Monedero e Iglesias (las semejanzas entre los movimientos milenaristas revolucionarios y Podemos son bastante notables
Me encantaría el libro de Nate Silver, si me lo puede proporcionar. Y ayer intenté infructuosamente entrar en los podcast de Radiolab (algo haría mal) Volveré a intentarlo esta noche. Saludos.
El libro de Dawkins merece la relectura, estoy de acuerdo. De su teoría general se pueden extraer muchas explicaciones de la conducta humana. No me refiero a causalidades sino a propensiones.
Verá que sigo a Popper en muchos de mis razonamientos. Su teoría de las propensiones la extraigo del libro Un mundo de propensiones.
Todo aprendizaje, toda conducta, costa de modificaciones de un conocimiento anterior y,en última instancia, consta de de disposiciones innnatas.
La disposición a conseguir y mantener un estatus elevado tiene su explicación evolutiva: las mujeres buscan al macho de mayor estatus porque les garantiza una mejor crianza de sus hijos (portadores de sus genes egoístas que buscan replicarse) y porque esos hijos, a su vez, probablemente heredarán esa disposición a ser líderes.
Esa propensión innata a defender el estatus puede modificarse en diversas direcciones. En occidente ha sido domesticada, al igual que la religión.
En occidente la revolución de la razón, la Ilustración, nos llevó a diferenciar entre argumento y argumentador, de manera que para atacar al primero no necesitamos atacar al segundo; ver que atacan nuestras ideas no lo interpretamos como un ataque a nuestro estatus, no nos impele a defendernos físicamente, aunque evolutivamente el origen de nuestra defensa pueda ser el orgullo.En el Islám (y no tan lejos, en el pensamiento de las berzas, en el fanatismo aberzal) no son capaces de ver el mundo del conocimiento como un mundo objetivo (los memes de Dawkins).
Y esto me lleva a señalar que Dawkins cita a Popper en su capítulo de los memes. La teoría del conocimiento de Popper, más general, habla del mundo 3 de los productos de la mente humana. La combinación de Popper con Dawkins puede ser muy fructífera.
Una de las aplicaciones de la teoría del gen egoísta muy interesante es la siguiente (no sé dónde la he hallado pero lo importante es su coherencia):
¿Por qué una cierta proporción de mujeres se sienten atraídas por los canallas? Es sabido que muchos psicópatas despiertan la atracción de mujeres que acuden a sus juicios como a conciertos de rock, o que se cartean con ellos o que, incluso, se casan con ellos. Como todas las conductas es éste un comportamiento
que resulta de la lucha de diferentes módulos mentales (ahí parece encontrarse el yo, en ese parlamento interior). Pues bien, una de esas fuerzas interiores (disposición o propensión innata) es la que busca la perpetuación de los genes; un padre psicópata es una máquina muy eficiente de explotación, de manera que engañará a la mujer (tendrá hijos con otras, la maltratará... perjudicará a la desafortunada; sin embargo, unos hijos de ambos heredarán esa disposición e, igualmente, tendrán mucha descendencia, lo cual genera esa fuerza interior, ese sentimiento de atracción hacia el bicho.
La relación entre la cultura del honor y la psicopatía también tiene su enjundia.
Saludos
Pues bien, sin mucho ingenio pueden encontrarse muchos puntos de vista para asimilar nacionalismo y psicopatía. Uno de ellos es la cultura del honor.
No me extiendo, don Fernando.
Le felicito por el archivo de la denuncia contra usted.