En una época remota recorrieron las tierras altas de
Escocia el caudillo Fingal y sus guerreros. Eran tiempos heroicos y trágicos: los personajes deambulaban entre las nieblas de las highlands y de su propio destino,
entre luchas sangrientas y amores desgraciados. Su epopeya fue recogida por el bardo Ossian, hijo de Fingal,
cuando ya era un anciano ciego. Perdidos en la bruma del tiempo, los poemas de Ossian fueron rescatados
por el escritor y poeta James Macpherson, que en 1760
publicó Fragmentos de poesía antigua recogidos en las highlands de
Escocia, y traducidos del gaélico o lenguaje erse. Macpherson, según
contaba, había reunido el material disperso a partir de diversas fuentes, que
incluían la tradición oral de las highlands y la copia de
ciertos manuscritos a los que había tenido acceso en sus interminables desplazamientos.
Un par de años más tarde publicaría una nueva selección de poemas sobre
Fingal, y finalmente en 1765 recopilaría todos los documentos en Las
obras de Ossian. El propio Macpherson situó a Fingal en el
siglo III, e identificó al personaje “Caracul” de los poemas con el emperador
Caracalla.
La importancia de la obra de Macpherson era enorme. La creencia
general era que el gaélico hablado en las tierras altas de Escocia era una
variedad del irlandés. Tenía su origen en la invasión de los escotos [1], un
pueblo celta irlandés que en el siglo V había cruzado el mar desde el Ulster invadiendo Argyll y las islas intermedias. La cultura y tradiciones de los
highlanders, se pensaba, no eran más que reflejos de la cultura y costumbres
irlandesas. Pero el descubrimiento de Macpherson invertía por completo la
secuencia. Al identificar a Fionn mac Cumhaill y al bardo Oisín, protagonistas
del ciclo feniano de poesía irlandesa, con el rey Fingal y el bardo Ossian, demostraba
que los personajes irlandeses se habían basado en los escoceses. En realidad la
poesía irlandesa tenía un origen escocés, y el ciclo feniano no era más que una
copia de los poemas de Ossian.
Entusiasmado con el descubrimiento, el reverendo John
Macpherson [2] de la isla de Skye escribió una Disertación
crítica en la que afirmaba la existencia de celtas hablantes de
gaélico en las highlands del siglo III, y describía la literatura
irlandesa como una mera imitación o apropiación de la escocesa. Para cerrar el
círculo James Macpherson escribió una Introducción a la historia
de Gran Bretaña e Irlanda en la que recogía todas las tesis del
segundo Macpherson, que previamente se habían inspirado en las suyas.
Traducida a otros idiomas, la obra de James Macpherson fue
recibida con entusiasmo. Para algunos Ossian era equivalente a Homero, y para
otros aún mejor. Las tierras altas
escocesas comenzaron a ser vistas como un lugar poético y misterioso, y sus
habitantes como los aguerridos portadores de una cultura ancestral, un cambio
notable puesto que hasta este momento los highlanders eran
casi unánimemente vistos por sus vecinos lowlanders como una
pandilla de palurdos, vagos y maleantes.
Hay que descubrirse ante la desfachatez de los Macpherson,
porque todo el asunto no era más que una gigantesca patraña. Ossian, Fingal y
sus escoceses del siglo III eran burdas invenciones.
Racial y culturalmente el oeste de Escocia y las Hébridas habían
sido, sencillamente, una colonia de Irlanda. De hecho habían estado políticamente
unidas durante mucho tiempo: así había ocurrido desde que los escotos, tras la
invasión, habían constituido el reino de Dalriada, que abarcaba el Ulster
irlandés, las tierras altas escocesas y las islas entre ambos. La actual Escocia no constituyó una unidad política
hasta el siglo IX, cuando el rey escoto Kenneth MacAlpin consiguió ser
reconocido también por los pictos (estos sí, oriundos de Escocia) Pero incluso
entonces, y a lo largo del resto de la Edad Media, los Señores Macdonald de las
Islas habían
gobernado un territorio a caballo sobre el norte de Irlanda y el oeste de
Escocia (sometidos a la soberanía de los reyes de Escocia e Inglaterra). En el señorío de los Macdonald todos los bardos y arpistas (pues la
tradición escocesa de la gaita también es una invención) provenían de Irlanda. Desaparecido
el señorío de las islas, los Macdonald continuaron siendo poderosos en ambas
orillas y se mantuvo la unidad cultural del territorio. Sin embargo poco a poco la cultura fue decayendo en las en las
highlands, que se convirtieron en receptoras de los peores bardos irlandeses, de aquellos que no
conseguían trabajo en Irlanda. En general las tierras altas escocesas se fueron
empobreciendo, y se fue ampliando una brecha con sus vecinos, más civilizados, de las tierras bajas.
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Dada la relación entre highlanders e
irlandeses, sus habitantes vestían de forma similar. ¿De dónde salió el kilt? El
caso es que ni siquiera Macpherson describía a sus imaginarios escoceses
ataviados con esa prenda. Tampoco hacía referencia a que el diseño y color del tartán, el
tejido del kilt, dependieran del clan al que su portador estuviera adscrito. El
nombre “kilt” apareció por primera vez en 1726, y no hacía referencia a la actual
falda con pliegues sino a una forma peculiar de llevar el manto: cubriendo la parte
superior del cuerpo y ceñido en la cintura de manera que la parte inferior sirviera
como falda. Esta forma de vestir de los highlanders era
considerada primitiva e indecorosa ya que la parte inferior solía llevarse “tan corta que en
un día de viento, subiendo una colina, o al agacharse, mostraba inmediatamente
las indecencias”.
El ancestral kilt fue inventado en 1727 por Thomas
Rawlinson, un cuáquero inglés de Lancashire. Rawlinson, que provenía
de una familia de herreros, se había trasladado a Inverness para fundir
material de hierro utilizando la abundante madera local como combustible. En
seguida descubrió que, si bien el manto con cinturón era una vestimenta adecuada
para triscar por los brezales, resultaba perturbador cuando su portador se
subía a un árbol para talarlo, o se agachaba para recoger unas piedras para
construir un horno. Siendo un hombre emprendedor se puso a manos a la obra:
separó la falda del manto, la cosió de manera que quedara plisada, y alumbró
así una tradición milenaria que rápidamente
se puso de moda entre la población local.
En 1745, cuando los clanes levantaron su bandera en
Glenfinnan a favor del pretendiente Carlos Estuardo, los highlanders llevaban
mayoritariamente el kilt. El diseño y color de los cuadros no era relevante,
porque aún no habían descubierto las centenarias diferencias de cada clan. Tras
la derrota de Culloden el vestuario highlander fue
proscrito, y en una generación las clases bajas lo sustituyeron sin mayores
problemas por el pantalón. Sin embargo el kilt se popularizó entre los sectores
más cultivados de la población, aquellos que jamás lo habían utilizado, que
comenzaron a adoptarlo como un desafío (prudente, de momento sólo en sus
casas). Mientras tanto el ejército británico comenzó a reclutar regimientos highlanders,
y éstos, que no estaban incluidos en el ámbito de la prohibición sobre el
vestuario, adoptaron también el kilt.
La cosa empezaba a ser imparable. En 1778 nació en Londres
la Highland society, que se encargó de publicar el Ossian
de Macpherson, de luchar contra la prohibición de la indumentaria Highland,
y de revitalizar las tradiciones escocesas. Para ellos realizaban reuniones:
“llevando la indumentaria que había sido tan
aplaudida como vestido de los ancestros celtas (recientemente inventada por un cuáquero inglés) y (…) con el objetivo de conversar
en esta lengua enfática (el gaélico irlandés), escuchar la
música maravillosa (de la recién adoptada gaita), recitar la
antigua poesía (inventada por los desenfadados Macpherson) y
observar las típicas costumbres de su país” (los comentarios entre paréntesis son míos).
En 1805 el kilt se había afianzado tanto que sir Walter
Scott, que había denunciado las falsedades históricas del
Ossian, defendía que nadie podía dudar que los antiguos escoceses
lo habían vestido, algo que ni siquiera los fabulosos Macpherson se habían
animado a afirmar. Para el año 1822 se había programado una visita de Jorge V a
Edimburgo, la primera de un monarca de la casa Hannover a Escocia. El propio
Walter Scott fue nombrado maestro de ceremonias, y presionó a los jefes de los
clanes para que acudieran correctamente vestidos a la usanza escocesa. Unos
meses antes de la vista, cuando ésta ya se había anunciado, los fabricantes de
tartán William Wilson & Son, de Bannockburn, decidieron crear
un muestrario de diseños de tartán diferenciados para cada clan. A tal fin se
aliaron con la Highland society, que certificó con
entusiasmo la antigüedad de los diseños. A continuación, Willian Wilson & Son
envío muestras a los jefes de los clanes.
La acción conjunta de Walter Scott y los fabricantes de tartán consiguió la proeza de convertir Edimburgo en un circo. Hay que decir que no
todos los escoceses estuvieron de acuerdo. El propio hijo de Scott se asombró
ante el hecho de que los escoceses se identificaran con las tribus celtas que
“siempre habían constituido una parte de la población escocesa muy pequeña y
casi siempre sin importancia”. Y Lord Macaulay, aunque no cuestionaba la
autenticidad del kilt, protestó ante la profusión de “enaguas a rayas” y ante
el hecho de que se considerase que “no podía dar una mejor prueba de respeto
hacia las costumbres que habían predominado en Escocia antes de la Unión que
disfrazarse delo que, antes de la Unión, era considerado por nueve de cada diez
escoceses el vestido de un ladrón”. Pero la acción conjunta del sentimiento y el comercio
resultó ser imparable, y es previsible que el kilt se extienda hacia el futuro
con tanto éxito como lo ha hecho hacia el pasado.
[1] El nombre no debe inducir a error. Los escotos eran un
pueblo celta irlandés que invadió el oeste de Escocia y acabaría dando el
nombre a todo el país.
[2] Los Macpherson no estaban emparentados entre sí, pero se
hicieron grandes amigos.
Imágenes: 1) Ossian, por François Gerard; 2) James Macpherson; 3) Guerreros escoceses provistos de kilts retroactivos; 4) “La delgada línea roja”. A pesar de la falda, miembros del regimiento Argyll and Sutherland Highlanders resisten una carga de la caballería rusa, numéricamente muy superior, en Balaclava, un episodio que contribuyó a la reforzar la fama militar de los highlanders; 5) El folklore escocés en la actualidad.
* Todo esto puede encontrarse en La tradición de
las highlands en Escocia, de Hugh Trevor-Roper.
Comentarios
La invención de la tradición escocesa autóctona se hizo en pugna contra la evidencia histórica de la aculturación irlandesa, ya desde los antiguos monjes misioneros, desde la migración de san Columbano a Iona (s. VI). Héroe y fecha convencionales, porque la cosa venía de atrás.
Lo que no podían tolerar los ilustrados escoceses era haber aprendido de irlandeses, y encima cristianos y monjes. Tenían que ser druidas autóctonos.
Por supuesto, ni los escoceses más forofos se toman sus tonterías tan a pechos como nuestros impávidos sabinianos.
Salmond ha perdido, por no incluir en su programa la imposición del gaélico irlandés como lengua vehicular, ¿no le parece?
Y tendría estatua en Albia, retirando la de Trueba a sitio más discreto.
Espero que Dª Carmen Leal, Sra de Bod, venga a leer esto, que le iba a encantar.
En cuanto a mí, siempre he sido forofa de Sir Walter Scott, y me gustan muchísimo su whisky , sus telas , sus sueters, sus leyendas, su acento , y sus fantásticos escritores de novela policiaca. Pero no me preocupa mucho que su tradición sea importada, y de antesdeayer.
Tuve en casa cuando mis hijos eran pequeños, algunas estudiantes escocesas, y aunque les molestaba que se las llamase inglesas, les parecía de perlas lo de Británicas. No debían ser nacionalistas de los de ahora. Y les encantaban mis libros , muchos de autores escoceses que ellas no habían leído, ( alguno me lo birlaron ).
Lo único que no me convencía de las costumbres típicas escocesas, (según ellas ), era lo del porridge para desayunar, y lo poco que les gustaba el agua caliente. Que presumían de que ellos se calentaban el agua y las casas a base de turba, que cavaban y quemaban, y les escandalizaba que todos nos bañásemos cada día, y cada cual con su agua calentita propia.
Supongo que ahora con el petróleo ya no les ocurrirá.
Y muchas gracias, que como siempre, me he divertido muchísimo leyéndole.
Eso sí, a Sean Connery sí que le identificaban todas como nacionalista escocés. Yo creo que eso del nacionalismo secesionista es más bien una cuestión de clase social, que cuanto más ilustrada, menos secesionista. Y Connery, es muy guapo, y tiene bonita voz,pero yo no le pondría como ejemplo de ilustrado.
Que los secesionistas, a no ser como en América, en que a los grandes terratenientes del sur, les iba la supervivencia en el mantenimiento de sus esclavos, suelen venir de la muy pequeña burguesía local, con poca amplitud de miras, que creen que con una secesión, ellos serían las cabezas de ratón, los que mandasen en su territorio, olvidándose de que el tener un ámbito grande para comerciar, por ejemplo, aunque uno esté en el medio, es mucho más enriquecedor que el estar en un ámbito pequeño aislado. Aunque en ese ámbito pequeño uno estuviese a la cabeza.
Bueno, me callo ya. Y si borra este comentario, no me ofenderé en absoluto. Puede dar la papelera por pulsada, que estaré de acuerdo .