Theodor Fritsch nace en 1852 en una familia campesina en Wiesenau, cerca de Leipzig,. En esta ciudad realiza sus estudios, y adquiere los conocimientos técnicos necesarios para el diseño y mantenimiento de molinos. Adicionalmente desarrolla ciertas habilidades para la organización, y en 1880 lanza su primera publicación, el “Periódico de los pequeños molinos”, título que en alemán suena menos cursi. Dos son las preocupaciones básicas de Fritsch. La primera, la protección de los pequeños artesanos y comerciantes (1), a los que considera seriamente amenazados por el avance del capitalismo industrial y las grandes compañías. La segunda, los judíos, a los que considera responsables de todo lo anterior. En 1887 escribe su ”Manual de la cuestión judía”, más conocido como “Catecismo antisemita”, que en el Tercer Reich se convertirá en uno de los libros de texto de su particular educación para la ciudadanía.
En 1889 se celebra en Bochum una peculiar conferencia antisemita internacional, a raíz de la cuál nacen dos partidos alemanes antisemitas con vocación parlamentaria, el Partido Popular Antisemita, y el Partido Social Alemán. En realidad lo que distingue a estos partidos no es su antisemitismo, algo que comparten otros, sino el convertirlo en el núcleo central de su ideología y de su programa. Fritsch permanece ajeno a ambos, porque cree que la fragmentación de los antisemitas dificulta sus posibilidades electorales y que su mayor posibilidad está en la actividad extra parlamentaria. Tras algunos intentos frustrados, en 1902 funda el periódico Hammer, de tirada mensual en su origen y posteriormente quincenal. Además, comienza a organizar una especie de club entre los lectores del periódico, con sedes en varias regiones.
Fritsch se inspira en los autores que, en el último cuarto del siglo XIX, han intentado dotar al racismo alemán de un barniz científico. Por ejemplo Wilhelm Marr, autor de “La victoria del Judaísmo sobre lo Germano considerada desde un punto de vista no sectario”, cuyo sorprendente título parece revelar las dudas del autor sobre su ecuanimidad. O Eugen Dühring, profesor de economía y filosofía en la Universidad de Berlín, que había escrito “La cuestión judía como cuestión de raza, moral, y civilización”. La peculiaridad de estos autores se encuentra en que sitúan el origen de la indiscutible maldad de los judíos, no en su religión, sino en su sangre, lo que hace imposible su redención. Y, consiguientemente, los encamina al matadero. En 1911 Fritsch publica “El falso Dios”, donde defiende la naturaleza parásita de los judíos y exige su separación de la sociedad alemana y la privación de todos sus derechos, solicitud que no sería atendida hasta 1935 con la promulgación de la Leyes de Nuremberg.
Las elecciones al Reichstag de enero de 1912, en las que los socialdemócratas ascienden de 43 a 110 escaños, alarman profundamente a Fritsch, que se embarca en la creación de una organización para adoctrinar a los alemanes en los valores arios, es decir, en el odio a los judíos. Nace así el Reichshammerbund, una confederación de todas las agrupaciones Hammer existentes hasta eses momento. Pero Fritsch, como tantos otros europeos, cree firmemente en la existencia de una conspiración secreta judía destinada a dominar el mundo(2). Por eso, para combatir al enemigo con sus propias armas, crea a su vez una organización secreta paralela al Reichshammerbund: la Germanenorden (Orden de los Germanos). En ambas organizaciones ocupan puestos clave ariosofistas discípulos de Guido von List. Por eso, el órgano de dirección de la primera se denomina el Armanen-rat, y se escoge como símbolo de la Germanenorden una esvástica superpuesta a una cruz. Los iniciados a la orden son recibidos con los ojos vendados por los adeptos, que cantan el coro de los Peregrinos del Tannhauser de Wagner y dibujan esvásticas. A continuación son conducidos ante el Maestre de la Orden que, armado con la lanza de Wotan, les toma juramento. Y todo así.
Mientras tanto Fritsch continúa publicando propaganda antisemita, entre ella los “Protocolos de los Sabios de Sión”. Y también “El judío internacional”, editado por el industrial norteamericano Henry Ford.
¿Henry Ford? Pues sí. Una vez que esa tosca colección de patrañas antisemitas conocida como “Los Protocolos de los Sabios de Sión” se ha popularizado en Rusia, se ha extendido por el mundo con diferente grado de éxito dependiendo de la predisposición antisemita del país receptor. No es extraño, por tanto, que haya triunfado en Alemania, Francia, y Polonia, y que haya pasado sin causar gran impresión por Italia. Más sorprendente resulta que, en Inglaterra, periódicos como The Times hayan dedicado a los Protocolos una seria atención, y muy notable es lo que ocurre en Estados Unidos. De mayo a octubre de 1920 el Dearborn Independent, periódico de Henry Ford, se dedica a publicar una serie de artículos basados en los Protocolos, estos artículos se recopilan finalmente en un libro, ”El judío internacional: primer problema del mundo”. El Dearborn tiene una tirada de 300.000 ejemplares, y el prestigio de Ford consigue que el “El judío internacional” coseche un gran éxito. Es traducido a dieciséis idiomas, incluido el alemán, y de este modo los Protocolos, esta vez en su versión americana, vuelven a triunfar en Alemania. El propio Hitler considerará que tiene una deuda de gratitud con Ford, y durante años tendrá en su escritorio una foto suya. Hay que decir que, ante el revuelo producido en su país, donde el propio Wilson ha criticado duramente las publicaciones del Dearborn, el magnate se ve obligado a retractarse, pero sólo de boquilla. De hecho, está tan convencido de la existencia de una organización secreta judía dedicada a conspirar para dominar el mundo, que ha organizado un cuerpo de detectives para encontrarla. El antisemitismo siempre encuentra un campo abonado entre los pequeños comerciantes que ven una amenaza en el progreso, y por eso resulta asombroso que el inventor de la cadena de montaje, y ejemplo de la modernidad, comparta esta inquietud. La explicación de esta paradoja está en que, en el fondo, Ford detesta la modernidad y siente una gran nostalgia por la era preindustrial (3).
Hay que decir que el mito de la conspiración judía es extraordinariamente adaptable a las fobias de cada uno. De este modo, los judíos han podido ser sucesivamente acusados de conspirar para traer la Revolución Francesa, el liberalismo, el capitalismo industrial, y el bolchevismo. “El judío internacional” imputa a la conspiración judía un cargo adicional: el de acabar con la moralidad puritana y las buenas costumbres. De hecho, culpa a los judíos de haber diseñado en la sombra la nueva ropa de sport americana (3).
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(1) La utilización de la inquietud de los pequeños comerciantes ante el avance de las grandes compañías sigue siendo utilizada por los movimientos de masas. Por ejemplo, el nacionalismo catalán siempre se erige en defensor de los “botiguers” contra los grandes hipermercados.
(2) La historia de esta creencia es tan sorprendente que merece una entrada aparte en esta serie sobre el Völkitsch. Los Protocolos de los sabios de Sión es su fruto más famoso.
(3) Esta, al menos, es la explicación que da Norman Cohn.
(4) Quizá por esa la más famosa marca de vaqueros se llamará Levi’s.
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Imágenes:
1.- Theodor Fritsch.
2.- Eugen Dühring.
3.- Henry Ford.
4.- Portada del “Dearborn Independent”.
5.- “El judío internacional”.
Comentarios
Saludos.
felicitaciones de nuevo por este magnífico artículo y toda la serie VölKitsch.
Así se muestra que la mitología nazi no salió de la nada, su período de incubación fue muy largo y que muchas mentes brillantes en otros campos la compraron emocionalmente.
Esa tesis de las emociones me está haciendo cambiar posiciones sobre el aprendizaje humano.
Saludos
No se si ha leído esta novela: http://www.amazon.com/Plot-Against-America-Novel/dp/0618509283 , si no es así, se la recomiendo. En ella se habla largo y tendido de las tendencias antisemitas de Henry Ford y, sobre todo, de las de otro héroe de la época: Charles Lindbergh (bisabuelo de Garikoitz). No tiene desperdicio, pero viene además a recordarnos que en esa época el mundo estaba plagado de sujetos con esas inclinaciones, entre ellos nada menos que el que fue, brevemente, Rey Eduardo VIII.
Otro libro muy interesante sobre los especímenes que pululaban en la Gran Bretaña de la preguerra y de la guerra es este: http://www.casadellibro.com/libro-las-hermanas-mitford/9788477652137/924395 . Y aquí tiene una reseña de la turbulenta historia de las Hermanas Mitford que es muy interesante, sobre todo su final:
http://www.almendron.com/politica/pdf/2004/reflexion/reflexion_0313.pdf
Por cierto que hoy, en el año 2012, el antisemitismo no ha desaparecido. De hecho en España está en pleno auge.
Un saludo,
Gorka T.
es cierto, lo de las hermanas Mitford es una historia tremenda, justo antes de la WWII con el protofascismo inglés y el alemán a todo pulmón de fondo.
Ahí también estaba metido el personaje de Oswald Mosley (padre de Max Mosley, que fue presidente de la FIA y The Sun le sacó fotos de una especie de ...orgía con vestimentas nazis....ironías del destino).
Mosley fue el líder de las camisas negras inglesas y básicamente acabó en la cárcel cuando la guerra empezó.
Pensemos, por ejemplo, en la brujomanía europea, desde la Baja Edad Media hasta casi el Siglo de las Luces.
En otro orden de cosas, la mayor parte de la Medicina precientífica, con base en aforismos gratuitos y hueros.
O el juridicismo rampante: la idea de que cuestiones no jurídicas se zanjan de una vez por todas con una sentencia judicial (como puede ser una definición dogmática)…
Sin duda, esa patología tiene sus constantes.
Por ejemplo, se trata por lo general de errores (como digo) burdos, sorprendentemente fáciles de refutar, o por lo menos de poner en cuarentena.
También es fácil reconocer cierto componente vago de misterio, algo que impone respeto irracional y paraliza el juicio crítico.
Yo diría que los estudiosos han sido más proclives a detectar errores de adversario (opiniones de escuela), que a rastrear los grandes errores comunes. [¡Ahora ya no!, ¿verdad, NAVARTH?]
Por ejemplo, en la brujomanía, proliferan los ensayos sobre el cómo, por qué etc., pero la cuestión previa –el sí o no de la cosa–, pocos se atreven a plantearla y discutirla en serio (salvo por puro formalismo, para salir por la afirmativa: ‘la brujería satánica existe’).
NB. Creo que uno de los primeros ensayistas sobre errores comunes fue sir Francis Bacon en la Instauratio Magna, donde los clasifica como ‘ídolos’.
¡Ánimo, NAVARTH! Un abrazo.
Sigue usted en su línea, Navarth. Espléndido.