En 1913 el ingeniero austriaco Hans Hörbiger publicó el libro “Glazial Kosmologie” (“Cosmología Glacial”). Hörbiger era ingeniero, y se había hecho famoso diseñando y patentando un tipo de válvula. Pero además era un físico aficionado que había desarrollado su teoría en dos etapas. La primera tuvo lugar una noche en la que, al contemplar la luna llena, llegó a la conclusión de que su brillo azulado era idéntico al del hielo. La segunda se desarrolló en un sueño en el que Hörbiger, flotando en el espacio, contemplaba el movimiento de un péndulo que iba creciendo en amplitud hasta que se rompía. A partir de esta visión concluyó que Newton estaba equivocado. Para resumir la teoría de Hörbiger, el hielo es el principio básico del universo: los planetas, las lunas, el éter, todo está compuesto por este material. Pero también está el fuego. En principio existía en nuestro universo una estrella millones de veces más grande que el sol contra la que se estampó un fragmento de hielo cósmico de proporciones igual de notables. Del estallido surgieron los planetas, el sol, la vía láctea, y, con el tiempo, la vida, los alemanes, y la válvula Hörbiger.
La comunidad científica acogió fríamente (discúlpenme) la Cosmología Glacial de Hörbiger, que después de la Primera Guerra Mundial decidió enfocarse hacia el gran público. Fueron creadas sociedades que programaron conferencias, editaron revistas, patrocinaron programas de radio e incluso publicaron alguna novela, y la teoría pasó a conocerse como Welteislehre (Teoría del Mundo de Hielo). Uno de los primeros autores que se entusiasmó con la teoría fue Houston Stewart Chamberlain, de quien hablaré en otro episodio.
Tras la muerte de Hörbiger en 1931 el partido nacionalsocialista se interesó en la Welteislehre, y había sólidas razones para ello. En primer lugar, un universo nacido del choque de los principios opuestos del fuego y el hielo encajaba muy bien en la visión yin-yang tan característica de los nazis, y satisfacía su gusto por lo teatral. Pero, además, la Welteislehre representaba la respuesta de la ciencia germánica frente a la ciencia judía de Einstein, y desde este punto de vista su carácter básicamente intuitivo se convertía en una virtud frente al grosero racionalismo judío.
Himmler fue un creyente entusiasta en la Welteislehre. En 1936 se firmo el Protocolo de Pyrmont por el cual la Ahnenerbe se comprometía a patrocinar todas las investigaciones encaminadas a demostrar científicamente la Teoría Glacial. Además, en virtud de él se creaba un Departamento Meteorológico en la Ahnenerbe, pues se creía que la Welteislehre podía proporcionar predicciones fiables a largo plazo. Una de las expediciones previstas de la Ahnenerbe, finalmente frustrada, iba a ser dirigida por Edmund Kiss, arquitecto y autor de “Las causas cósmicas de las grandes migraciones”, a Tiahuanaco. Kiss pensaba que el origen de los arios era extraterrestre. Concretamente provenían de cierto protoplasma conservado en hielo cósmico que había caído a la tierra, y sobre estas pintorescas teorías sobre los arios volveré a hablar en alguna entrada.
El propio Hitler era partidario de la Teoría del Mundo de Hielo. De hecho, dentro de los proyectos de engrandecimiento de Linz, pensaba construir un gigantesco planetario, cuyo sótano estaría dedicado a la astronomía geocéntrica de Tolomeo, su primera planta a la heliocéntrica de Copérnico, y su planta superior a la culminación de la teoría germánica de Hörbiger. El hielo ejercía fascinación en Hitler, que parecía contemplarlo, no sólo como origen sino como Némesis de lo ario. Por eso, algunas de sus decisiones en el frente ruso parecían estar motivadas, no sólo por consideraciones estrictamente militares, sino teatrales.
* El Völkisch (literalmente “del pueblo”), llamado a veces “ideología germánica”, es una visión del mundo (una seudo-religión según Kohn) que se va desarrollando a lo largo del s.XIX y XX con aportaciones populistas, racistas, filosóficas y esotéricas que, en la ideología nazi, acabarían cristalizando en torno a una idea principal: la historia como un combate mortal entre lo ario y lo judío. El Völkisch es un pensamiento-nebulosa, en el que cada uno de sus componentes es difuso y poco apto para el análisis intelectual. Las partes etéreas que lo componen se van agregando en forma de nube, sin que se exija una especial coherencia para que el conjunto se mantenga. Por ello, a pesar de su aparente debilidad, la ideología nube presenta innegables ventajas. Por un lado, cualquiera de sus partes puede ser demolida intelectualmente sin que se resienta el conjunto, al que realmente no está unida. Y, por otro, la acumulación de conceptos proporciona una apariencia de volumen y solidez. El pensamiento nube no es muy adecuado cuando se practica la honestidad intelectual, pero es perfectamente idóneo cuando lo que se pretende es algo con apariencia de ideología que sirva de cauce a las emociones. En ese sentido, el Völkisch servía perfectamente para proporcionar un refugio a la incertidumbre provocada por los cambios en la sociedad, un bálsamo contra el complejo de inferioridad, y una justificación para atacar al chivo expiatorio que constituían los judíos. Las aportaciones que componían el Völkisch no sólo eran peligrosas, sino, con frecuencia, extraordinariamente ridículas. Por eso planteo la denominación “Völkitsch”.
______________
Gracias BEN GUNN. El “Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo” de Rosa Sala Rose es magnífico. En principio no entendía la elección del formato diccionario, pero en realidad se ajusta muy bien a este pensamiento-nube.
IMÁGENES
1.- Hans Hörbiger
2.- La Puerta del Sol de Tiahuanaco, ciudad que, según Kiss, había sido construida por los atlantes, antecesores a su vez de los arios.
3.- Adolf Hitler inspeccionando una maqueta de Linz.
Comentarios
me hice seguidora del suyo porque las entradas de IG Farben me fueron muy útiles para un ensayo que tuve que escribir sobre Auschwitz.
Un saludo desde México DF
Gracias doña MARALINHO, y sea usted muy bienvenida. Me pareció entender que vive usted en Edimburgo, ¿es así? Preciosa ciudad. Saludos.
Una vez más, muchas gracias YAPOCO. Es un placer verlo por aquí.
Por ello no extraña que despreciara la ciencia y considerara que las ideas científicas eran intercambiables u opinables. Se podría hacer un paralelismo interesante con Stalin y la “ciencia” genética de Lysenko.
Siempre resulta interesante leerle, Navarth.
Se ‘patrocina’ a la Ciencia como quien le pone piso a la querida. Yo pongo la hipótesis y el dinero; tu el marchamo ‘científico’ que suene a ‘demostración’.
Lo peor es que sigue funcionando.
En mi blog he puesto cuando puedo decir de estos trabajos suyos de investigación y divulgación, querido Navarth.
Con un fuerte abrazo.
Sabe, Don Navarth, por qué me fascina tanto el tema del nazismo y aledaños? Pues porque soy vasco y lo que he visto en mi tierra desde pequeñito, la llamada "construcción nacional" -a sangre y fuego y cueste lo que cueste- se le parece un huevo.
Tiene razón D. NONPOSSUMUS al comparar los delirios de Hörbiger con los de Lyssenko. Al contrario que dictaduras más moderadas (la de Franco, digamos) que en cierta medida se acomodan a la sociedad tal y como se la encuentran, los totalitarismos aspiran a modelarla y remodelarla constantemente en nombre de un ideal. Se trata de convertir a la sociedad en una materia prima dócil, que no ofrezca ninguna resistencia a la voluntad del tirano. Eso requiere una enorme concentración de poder y una ausencia completa de frenos y cortapisas a la acción del Estado. Lo que a su vez requiere destruir cualquier fuente de conocimiento y autoridad independiente de ese Estado. Una dictadura "clásica" puede pactar con la ciencia, reconocierle cierta autonomía, aunque inevitablemente haya zonas de fricción. El Estado totalitario , en cambio, necesita corromperla y someterla a las necesidades de la propaganda. Su propia lógica le obliga a perseguir a los científicos serios y a entronizar a charlatanes como Hörbiger o Lyssenko. No puede no hacerlo.
Respecto al vaskitch... sería muy interesante un estudio comparado del Mein Kampf y las obras de Sabino Arana. Lo malo es que debería emprenderlo alguien con la paciencia (por no decir el masoquismo) de leerse ambas cosas, y no abundan los santos varones con tan raras y excelentes virtudes ¿Se anima usted, NAVARTH?
muy interesante su entrada, como siempre.
Me gustaría hacerle una pregunta: ¿ha leído algo sobre la reacción de la, digamos, academia oficial a estas ideas? Pongamos el contexto: durante los 20 y los 30 la ciencia alemana estaba en su momento de gloria (sólo mirar los premios Nobel de física y química asusta), IG Farben una máquina de patentes y productos. El contraste es ... brutal.