Para defenderse de los ataques recibidos tras la liberación de De Juana Chaos, el Gobierno está empleando una vez más el método de la “avalancha de razones fingidas” contra el PP. Como lo está haciendo de manera muy intensa, es un buen momento para analizarlo.
Con respecto a los adeptos, la finalidad de esta avalancha de razones fingidas está en proporcionarles una apariencia de racionalidad para sus creencias previas. Estas creencias pertenecen al ámbito de las emociones y no de la razón, y, por consiguiente, permanecen inalterables al contacto con ésta. Sin embargo las razones fingidas permiten que el adepto crea que actúa bajo los dictados racionales en lugar de emocionales, lo que les proporciona tranquilidad y satisfacción.
Es importante entender, por tanto, que las razones fingidas son meros pretextos para que las creencias previas pervivan disfrazadas de razón, y de este carácter de pretexto se derivan una serie de importantes consecuencias:
- Las razones fingidas pueden ser completamente demolidas mediante la razón sin que se altere la creencia subyacente.
- Las razones fingidas son intercambiables, y permiten al usuario ir desplazándose de aquellas que van quedando gastadas a las que presentan una mayor apariencia de racionalidad, consiguiendo una apariencia de continuidad en el discurso pseudo-racional.
- La demolición de una ración fingida no tiene coste para la credibilidad (o la inteligencia) del usuario.
Estas características sirven, a su vez, como síntomas para detectar cuándo estamos ante una razón fingida.
Y con respecto a los contrarios, la avalancha de razones fingidas genera un campo para la batalla dialéctica muy favorable para el que las emplea, ya que permite centrar la discusión en el campo que desea (el definido por la razón fingida y, en último término, la creencia subyacente), coloca al adversario a la defensiva y aleja el foco de atención del asunto principal.
Con respecto a los adeptos, la finalidad de esta avalancha de razones fingidas está en proporcionarles una apariencia de racionalidad para sus creencias previas. Estas creencias pertenecen al ámbito de las emociones y no de la razón, y, por consiguiente, permanecen inalterables al contacto con ésta. Sin embargo las razones fingidas permiten que el adepto crea que actúa bajo los dictados racionales en lugar de emocionales, lo que les proporciona tranquilidad y satisfacción.
Es importante entender, por tanto, que las razones fingidas son meros pretextos para que las creencias previas pervivan disfrazadas de razón, y de este carácter de pretexto se derivan una serie de importantes consecuencias:
- Las razones fingidas pueden ser completamente demolidas mediante la razón sin que se altere la creencia subyacente.
- Las razones fingidas son intercambiables, y permiten al usuario ir desplazándose de aquellas que van quedando gastadas a las que presentan una mayor apariencia de racionalidad, consiguiendo una apariencia de continuidad en el discurso pseudo-racional.
- La demolición de una ración fingida no tiene coste para la credibilidad (o la inteligencia) del usuario.
Estas características sirven, a su vez, como síntomas para detectar cuándo estamos ante una razón fingida.
Y con respecto a los contrarios, la avalancha de razones fingidas genera un campo para la batalla dialéctica muy favorable para el que las emplea, ya que permite centrar la discusión en el campo que desea (el definido por la razón fingida y, en último término, la creencia subyacente), coloca al adversario a la defensiva y aleja el foco de atención del asunto principal.
Comentarios