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IDENTIDADES Y TAL


Una persona puede ser simultáneamente hombre, blanco, calvo, homosexual, nacionalista catalán, taxista, vegano, cazador, socialista, nudista, del Atleti…. ¿Son todas identidades? El lector probablemente contestará que no: hay distinciones que son relevantes y otras que no, y sólo las primeras mueven a las personas a agruparse y alzar las banderas. ¿Es así?

En 1970 el psicólogo social Henry Tajfel reunió a 60 niños de un colegio, les mostró brevemente una imagen con un cierto número de puntos, y les pidió que estimaran cuántos había. Unos dijeron de más y otros dijeron de menos, y de esta manera tan espectacularmente trivial nacieron espontáneamente dos grupos: los infracalculadores y los sobrecalculadores. ¿Eran dos identidades? Pues sí. Tajfel sometió a los niños a pruebas que conllevaban la asignación de cantidades de dinero entre sus compañeros, y comprobó que todos ellos tendían sistemáticamente a privilegiar a los de su recién creado grupo. Peor aún: los niños demostraron que, en el reparto, lo relevante no era tanto que los miembros de su grupo recibieran más, sino que la diferencia con los del otro grupo fuera mayor -preferían, por ejemplo, asignar 4 dólares a los de su grupo si los rivales sólo recibían 1, antes que llevarse 10 si los contrarios recibían 9-.

En realidad Tajfel no esperaba que nuestra tendencia grupal funcionara tan rápidamente: había diseñado el experimento como un punto de partida a partir del que iría añadiendo elementos hasta que se disparase el tribalismo. No hizo falta. El más absurdo, artificial e irrelevante de los criterios –la estimación de unos puntos en una imagen- hizo que los niños generasen tribus, y que a partir de ese momento comenzasen a interactuar motivados por el deseo de derrotar al adversario. La cooperación entre los niños desapareció, siendo sustituida por una relación de suma-cero aun cuando no había existido el menor conflicto previo entre ellos.

Este es, entonces, el punto de partida al hablar de identidades: somos animales grupales, y nuestra supervivencia estaba ligada al triunfo de nuestra tribu sobre los competidores. La evolución nos ha seleccionado: hoy estamos aquí los más predispuestos a formar grupos, a defender a los nuestros y a odiar al de fuera, y los criterios identitarios que invocamos no suelen ser más que racionalizaciones ex post de ese impulso.

Y a partir de ahí la cosa se pone peor: una vez que actuamos en modo grupo/tribu/identidad nuestra forma de pensar se altera, incluso en las áreas más específicamente técnicas y científicas. En 2013 el profesor de Yale Dan Kahan reunió a unos voluntarios, averiguó su adscripción política, y les sometió a una serie de pruebas –con enrevesados datos estadísticos sobre la eficacia de un bronceador- para conocer sus habilidades numéricas. A continuación les presentó un problema de similar dificultad matemática, pero sobre un asunto ideologizado: según los datos presentados a un grupo, el control de armas reducía significativamente el crimen; según los datos ofrecidos a otro, el control era perfectamente irrelevante. Kahan descubrió que aquellos con mayores conocimientos matemáticos interpretaban correctamente los datos… siempre que encajaran en sus prejuicios ideológicos. ¿Qué ocurría cuando no era así? Pues que los mejores matemáticos obtenían peores resultados que los numéricamente más torpes: sencillamente, eran capaces de construir racionalizaciones más sofisticadas para sostener sus inalterables planteamientos previos. Lo han entendido bien: una vez sectarizados, cuanto más inteligentes más capaces somos de profundizar en la estupidez. No estamos guiados por el deseo de averiguar la verdad, sino por la voluntad de triunfo de nuestro grupo y sus planteamientos ideológicos.

(continuará)

Comentarios

Goethe ha dicho que…
Las últimas frases del artículo son muy acertadas, nos dan una de las claves de por qué muchos intelectuales -pongamos por ejemplo España- aunque son brillantes en sus respectivas áeas -pienso en escritores- defienden por ejemplo al actual gobierno a través de vericuetos de ideas que sólo buscan la justificación de sus simpatías.
Thomson/Thompson ha dicho que…
¡Qué artículo tan interesante!
Al ha dicho que…
Realmente fascinante, y que explica exactamente el proceso por el cual gente inteligente se estupidiza en proporción directa al grado de ideologización.
Bruno ha dicho que…
Yo añadiría que mantienen su comportamiento y niegan las nuevas evidencias porque reconocer que han estado equivocados es, para ellos, como reconocer que han sido idiotas. Y no habrá manera de convencerlos que es lo contrario. Adoptar nuevas ideas es una prueba de sabiduría al alcance de pocos. Y vaya a convencer a uno que además se cree mas bueno que el pan por estar adscrito al plan naturaleza azul.
Otro añadido: Si Celáááááhhhh! lee lo de los grupos tribales y piensa en sus niños unidimensinales se va a quedar anorgásmica.
pfrias ha dicho que…
Pero, ¿Porqué, cual es el mecanismo? Espero ansioso la continuación
Al ha dicho que…
Don Navarth, espero que con su permiso le fusilo el artículo, por supuesto citando su procedencia, porque me parece imprescindible para entender lo que acontece en nuestra sociedad.
Y también espero impaciente su continuación.
Un cordial saludo.

https://txirlo.wordpress.com/2020/06/24/lo-que-convierte-en-estupido-a-alguien-inteligente-la-tribu/
Chigorin ha dicho que…
Excelente artículo.

Añadiría una cosa: Una vez generada la emoción tribal, la parte racional se pone a su servicio, con lo que es más peligrosa cuanto más potente, es decir, inteligente, sea.
benjamingrullo ha dicho que…
Estamos diseñados para el tribalismo.

*Extraordinario añadido, Chigorín. La inteligencia sólo adula y mendiga aceptación.
Anónimo ha dicho que…
Don Navarth, al empezar a leer sus post, me he acordado de un libro que leí hace unos meses y que me propuse volver a leerlo este verano con más detenimiento. Es Spiens, de Yuval Noah Harari.

Siempre hemos sido grupo. Cuando “cazadores/recolectores” no se podía hacer solo. La mayoría de las veces, ni el acto, ni transportar el éxito de acto. Además, para todo ya funcionaba lo de “cuatro ojos ven mejor que dos”. Y otra más entre tantas: Sufriendo el ataque de un depredador, que como hoy, antes también los había, siempre le ofrecían al más lento por viejo o a quien en el grupo tuviera “capacidades diferentes”, como en cursiles se dice ahora.

El periodo de embarazo y lactancia hace al homo (soy de esos homos que no está dispuesto a autodenominarse sapien) imposible medrar en soledad. Grupo sí o sí.

Más tarde llegó “la revolución agrícola” y con ella problemas en las lumbares. Aquello nos hizo sedentarios y agrupó a los grupos, ya que necesariamente tenían que estar todos en las zonas ideales para el cultivo. Comentario al margen: Parece ser (Hay mucho escrito) que se llegó a este periodo como consecuencia de un cambio climático especialmente duro que llevó al personal a concentrarse entre el Tigris y el Éúfrates. Agua, buen clima y tierras fértiles fruto de los desbordamientos de los dos ríos.

Tanto en este periodo como en el cazador/recolector, había que defender el patrimonio: Zona de caza en uno y cultivos en otros. Lo que obliga a organizarse.

La habilidad de agruparse es una virtud que no tienen todos los seres vivos, por lo que tribu y sinónimos no deben ser un calificativo despectivo.

Es tal nuestra habilidad para agruparnos, que de micro grupos agrupados llegamos a macro grupos, compuestos muchas veces por elementos completamente distintos y que se saben hermanar y subordinar al Gran grupo por los mismos motivos de supervivencia o prosperidad que lo hacían los cazadores/recolectores. Poco o casi nada hemos cambiado.

Valga la correlación: Aldea. Ciudad. Comarca. Provincia. País, Europa, Cultura Occidental.

Hay características de las personas como individuo que nunca dan una información importante que tenga que ver con la supervivencia del grupo: Su color de la piel, su sexo y su sexualidad. En cambio, a priori, sí da mucha información su esencia cultural, o lo que es lo mismo, bajo qué Religión ha sido educado. Eso nos dice cuál es su concepto del bien y del mal (Américo Castro tiene mucho escrito sobre el tema), lo que puede llevar a diferencia insalvables: Las Civilizaciones.

“Lo han entendido bien: una vez sectarizados, cuanto más inteligentes más capaces somos de profundizar en la estupidez. No estamos guiados por el deseo de averiguar la verdad, sino por la voluntad de triunfo de nuestro grupo y sus planteamientos ideológicos.”

Todo lo que hacemos lo hacíamos desde el principio. Pensar es lo que más tarde hemos aprendido ¿? a hacer y es lo que más nos cuesta y lo que peor hacemos. Pensar, es sólo una característica y no necesariamente una virtud.
Pensar y llegar a conclusiones erróneas es tan normal como lo contrario.

Es conveniente no confundir ser listo con ser inteligente. Inteligentes somos casi todos; pero listos… listos son sólo unos pocos.

En sus post, don Navarth, no aparece el miedo en cualquiera de sus formas y motivos, es lo que de verdad nos hace agruparnos y defendernos de otros grupos.


Vigía.
ciudadanomedio ha dicho que…
Quedo a la espera del siguiente artículo. La capacidad humana de someter todo a una idea tribal ha sido demostrada por la historia muchas veces, y lo que vivimos hoy es una ocasión más.

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