Publicado en Diario de Mallorca, 21 de mayo de 2016
La
crisis ha debilitado seriamente la clase media. Las tasas de paro españolas
–una anomalía en Europa sólo compartida con Grecia– y la precariedad del
mercado laboral han provocado que haya siete millones de personas que, aun
trabajando, no alcanzan el salario mínimo en cómputo anual. Muchos lo están
pasando mal, y mucha gente se muestra legítimamente preocupada y escandalizada,
pero hay otros factores que tener en cuenta. Ante las crisis, a lo largo de la
historia y la geografía se repite con exactitud milimétrica el mismo fenómeno:
la aparición de profetas. Aprovechando –y fomentando– el descontento, la
inseguridad y la frustración de la población, los profetas ofrecen soluciones
mágicas, milagrosas, como las de aquellos vendedores de crecepelo que prometían
cabelleras leoninas a los que habían perdido la suya.
Que
la nueva política no es tanto una
construcción ideológica como una corriente emocional, producida por la crisis
internacional y convenientemente aprovechada por iluminados, lo demuestran los
brotes populistas simultáneos en Estados Unidos y Europa: Alexis Tsipras en
Grecia, Pablo Iglesias en España, Marine Le Pen en Francia, Norbert Hofer en Austria,
Nigel Farage en el Reino Unido, Donald Trump en Estados Unidos… Aunque adopten
formas distintas, su fundamento es el mismo, y en este sentido sí que existe,
como muchas veces ha afirmado Pablo Iglesias de su partido, una clara
transversalidad que desborda el eje tradicional izquierda-derecha. Todos estos
partidos comparten una misma visión de las cosas, un mismo enfoque de la
realidad. Recientemente Iñigo Errejón ha reconocido el hilo que une a Podemos
con Marine Le Pen basado en "la
necesidad de (…) sentirse parte de algo". "Yo quiero
ser parte de un pueblo (…) que en las malas me protege",
añade Errejón. Porque la nueva política
es exactamente eso: ante la inseguridad, retornar a la tribu. Las recientes declaraciones en este
sentido de Anna Gabriel no son casuales.
Lo malo es que la manera en que los profetas
populistas agrupan a la tribu, sean griegos, españoles o franceses, suele ser
la misma: definir a los de fuera como enemigos. Pueden ser los extranjeros, los
inmigrantes, la troika, los liberales, o la España que nos roba. Lo importante
es tener a alguien sobre quien descargar la ira y a quien culpar cuando las
recetas mágicas fracasen como inevitablemente siempre hacen. Por eso los
profetas populistas son tan destructivos, porque las construcciones tribales se
alimentan de la confrontación: hemos visto su poder destructivo en Europa en
la primera mitad del siglo XX, pero podríamos remontarnos mucho más atrás en el
tiempo. La nueva política resulta ser
muy vieja.
Esta
es la disyuntiva a la que nos enfrentamos en las próximas elecciones: o elegir
opciones constructivas o sucumbir al canto de sirena de los profetas, sus
soluciones mágicas y su señalamiento de enemigos. Necesitamos imperiosamente recuperar
la clase media y trabajadora, regenerar la vida política, crear un sistema
educativo de calidad. Debemos, además, afrontar el reto separatista que
pretende romper España y acabar con la igualdad de todos los españoles. Para
conseguirlo necesitamos una política constructiva que busque amplios consensos
entre los partidos. Exactamente lo opuesto a las políticas de confrontación de
los profetas populistas, que acaban arrastrando al desastre incluso a los mejor
intencionados.
Comentarios
Muchas gracias y Un Abrazo
Quisiera añadir una característica de los intentos de retornar a la tribu: la renuncia a la razón y la reivindicación de las emociones. Los besuqueos y lágrimas del narcisista líder de Podemos, impostados y a buen seguro ensayados, me consta que emocionan a muchos votantes, cuya sensibilidad se encuentra a flor de piel, madura gracias a la crisis, ávida de salvadores; la razón de estos votantes no advierte, sin embargo, que el supuesto salvador de España ni siquiera pronuncia la palabra España.
Un saludo, don Fernando.
Doña Viejecita, muchísimas gracias de nuevo. Completamente de acuerdo, D. Temístocles. D. Catenaccio, es cierto. Con frecuencia estas cosas se revelan un tanto ingenuamente. Acuérdese el famosos librito ¡Indignaos!
Saludos a todos. Un placer de nuevo verlos por aquí.