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LA MORAL GASEOSA


Cuando probamos un sabor desagradable, olemos unas heces, contemplamos carne podrida, o vemos corretear insectos o animales asociados con la suciedad, experimentamos unas sensaciones desagradables que van desde la repugnancia leve hasta la nausea y el vómito. El asco es una emoción útil, y es sencillo entender como evolucionó. Los primeros animales que lo desarrollaron se alejaban eficazmente de posibles fuentes de envenenamiento o infecciones, de modo que aportaban más genes al acervo genético que sus competidores, más vulnerables a ingerir cosas nocivas y morir tontamente.

Es también fácil de entender que, a igualdad de estímulos, la intensidad del asco es variable según las personas: no todos reaccionamos de la misma manera ante imágenes desagradables, sabores desagradables y olores asquerosos. Lo realmente impactante es que la mayor o menor sensibilidad al asco de las personas está relacionada con su tendencia política: cuanto más sensible es uno, más probable es que sea conservador, y cuanto menos sensible más probable es que sea liberal. [1]

Eso al menos es lo que sostiene el psicólogo David Pizarro [2] de la universidad Cornell, en Nueva York, y ésta no es una institución cualquiera: Cornell, junto con Harvard y Yale, es una de las ocho entidades integradas en la prestigiosa Ivy League. Los experimentos a partir de los que se ha llegado a esa conclusión constan de dos fases. En la primera los sujetos son sometidos a una serie de estímulos para detectar la intensidad de su reacción ante el asco: contemplan fotos de cacas y heridas purulentas, definen su nivel de repugnancia ante la posibilidad de comer gusanos o de que les remuevan la sopa con una escobilla, y son monitorizados para medir la intensidad de las reacciones. De este modo se obtiene el nivel de sensibilidad del sujeto frene a la repugnancia. En la segunda fase los sufridos sujetos son sometidos a cuestiones que definen su orientación política, y a continuación se cruzan los datos. De este modo se llega a la sorprendente conclusión de que existe una correlación entre una mayor sensibilidad hacia los estímulos asquerosos y la propensión al conservadurismo político. En otros experimentos Pizarro ha sido incluso capaz de adivinar con bastante precisión cuál fue el voto de los sujetos del experimento en las elecciones de 2008 en función de su sensibilidad: los más propensos a las arcadas fueron también los más predispuestos a votar a McCain.

Primera pregunta. ¿Qué tiene que ver el asco, que parece estar relacionado con impulsos puramente físicos, con la política, que parece residir en campos más cercanos a lo intelectual y moral? Lo cierto es que, si bien el asco parece haberse desarrollado como una defensa frente a la infección y la contaminación, ha demostrado ser perfectamente extensible a las personas o ideas. Los nazis, por ejemplo, asociaban a los judíos con animales u organismos capaces de contaminar y portar enfermedades. No hace mucho en España se pedía el establecimiento de un “cordón sanitario” contra el partido mayoritario de derecha. El planeamiento implícito parece ser que, del mismo modo que determinados microorganismos pueden envenenar los alimentos, determinadas ideas o comportamientos pueden infectar la visión ideal de aquél que se siente asqueado: personas o ideas nocivas pueden contaminar a otras personas o ideas puras. Tal vez por esto algunos psicólogos hablan de un ideal de pureza entre los motores básicos del instinto moral, y esto requiere una pequeña digresión.

La ciencia cognitiva defiende la existencia de un instinto moral en las personas que se ha ido formando a través de nuestro desarrollo evolutivo. Es moral porque actúa en el ámbito de nuestro juicio sobre lo que está bien y lo que está mal, y es instinto porque las respuestas se producen al margen de la razón. Esto no quiere decir, obviamente, que no seamos capaces de construir intelectualmente códigos morales de comportamiento, pero en todo caso el instinto moral permanece ahí, con carácter previo, para proporcionar los ingredientes. Algunos profesores como Jonathan Haidt y Paul Bloom se animan incluso a describir los cinco impulsos fundamentales del instinto moral: aversión a causar daño físico, tendencia a la equidad y reciprocidad, respeto a la jerarquía, lealtad hacia el grupo y protección de la pureza. En este último se situaría precisamente el asco. Dejémoslo de momento ahí.

Volvamos al sorprendente descubrimiento de Pizarro y sus nebulosas implicaciones. ¿Quiere decir que una persona con paladar refinado está más predispuesta a valorar el libre mercado y la iniciativa privada que otra con paladar de corcho? ¿Alguien que carece de olfato estará más inclinado a la igualdad y al gasto público que uno provisto de excelente nariz?

El asco como emoción moral tiene un problema adicional. Uno puede estudiar con circunspección la envidia, la avaricia o la ira, pero, cuando enfoca algo que está emparentado con las heces, hasta el más sesudo profesor sufre cierta tendencia al gamberrismo. Pizarro, tras descubrir que la sensibilidad al asco influye en la orientación política ha realizado un experimento adicional: ¿puede conseguirse que alguien modifique sus opiniones políticas mediante la aportación de un estímulo asqueroso? Y la respuesta es, me temo, sí. Para llegar a ella Pizarro ha sometido a sus participantes a cuestionarios políticos bajo dos condiciones ambientales completamente distintas: en un recinto bien aireado, y en otro en el que ha soltado una bomba fétida. Aquellos inmersos en el tufo han propendido a emitir opiniones consideradas convencionalmente más conservadoras.

El descubrimiento es grosero pero revolucionario, y abre la puerta a nuevos interrogantes. ¿Puede un votante del PSOE acabar votando al PP si ha acudido al colegio electoral acompañado de un flatulento? ¿Puede basar el PP su campaña electoral en una prescripción masiva de carminativos? Son preguntas impactantes (e inquietantes) que no debemos descuidar.

[1] Téngase en cuenta que “liberal” y “conservador” son categorías norteamericanas, y no tienen por qué encajar exactamente con, por ejemplo, derecha e izquierda en España.

[2] Pueden ver a David Pizarro aquí.

Mr. Psykoaktive, muchas gracias por el descubrimiento de Coursera.

Comentarios

Belosticalle ha dicho que…
Interesantísimo, don Navarth. Y tan sencillo como eso... Ahora mismo me tumbo, me hago una anamnesis, practico un poco y ¡por fin! me conoco a mí mismo (meautón) como bestia política.

(Nota 2: ¿Dónde es 'aquí'? Gracias)
Belosticalle ha dicho que…
Disculpe mi torpeza: ya he llegado a Pizarro.
Neo... ha dicho que…
Vamos, que la política es una mierda.
espia ruso ha dicho que…
.Muy interesante. D. Navarth. Especialmente genial el último párrafo ante las preguntas que se plantea.
viejecita ha dicho que…
Me ha divertido mucho su artículo Don Navarth.
A mí me pasa un poco como a D.Psykoactive, que me interesan muchísimo esos temas. Y no sólo es importante lo del asco. Es que, para que algo nos produzca arcadas, es necesario que huela de forma asquerosa, o que al menos nos podamos imaginar ese olor asqueroso.

Una pituitaria extremadamente desarrollada puede ser señal de algún tipo de trastorno mental, pero el perder el sentido del olfato, suele ser un signo claro de principio de alzheimer o demencia senil. Y los que pierden el olfato no suelen llegar a vivir 5 años más.
De todo esto, más lo que usted nos cuenta, saco la conclusión de que las personas con buen sentido del olfato, y por tanto, con mayor capacidad de sentir asco, no sólo suelen ser más conservadoras ,( de derechas), sino que se conservan mejor.
En mi familia tenemos la maldición del olfato desarrolladísimo, pero me está empezando a parecer una bendición en vez de una maldición. Creo que es un rasgo bueno para que lo hereden mis nietos.

Muchas gracias
viejecita ha dicho que…
Por cierto, una cosa muy graciosa :
A nadie le da asco su propia saliva mientras la tiene en la boca.Pero si le damos a alguien un vaso de agua, le pedimos que escupa en el vaso, y luego queremos que se beba el contenido del vaso, se niega de todas todas, con grandes aspavientos y señales de asco....
navarth ha dicho que…
Vaya, cuánto hay de bueno hoy por aquí. Les agradezco sinceramente sus comentarios, y, como diría Luigi, les agradezco sus elogios tanto como si me los mereciera. Saludos.
viejecita ha dicho que…
Ya sé que es abusar, pero me ha venido un recuerdo de mi infancia de postguerra sobre el asco.
En aquellos tiempos, en San Sebstiían, se festejaban muchísimo las primeras comuniones, y se hacían fiestas de niños. Y, como gran cosa, llamaban a un jesuita que hacía juegos de magia y esas cosas.
Yo nunca participé, que era muy tímida. Pero una amiga se presentó voluntaria para conocer al pirata Pata de Palo. Le vendaron los ojos, y, le hicieron escuchar primero los golpes al suelo con un bastón, y le hicieron tocar el bastón : La pata de palo. Luego una percha, envuelta en puntillas, que era el garfio... Hasta aquí normal, la chica encantada, Pero luego le dieron a tocat un trapito cuadrado, que pretendía ser el parche del ojo, le hicieron estirar el dedo índice, le dijeron que iba a poder meterlo en el ojo tuerto del pirata, y de golpe, ( ella seguía sin ver nada ), le metieron el dedo en un tomate maduro cortado por la mitad.
Mi pobre amiga pegó un grito, se echó a llorar,y la fiesta acabó como el rosario de la aurora. Y al jesuita aquél, no le volvieron a contratar nunca más.
Por un tomate. Que se comió él delante de todos, después de echarle un poco de sal. Pero ya la cosa no tenía arreglo.
nonpossumus ha dicho que…
Qué bueno, Navarth.
Me preocupa que no me desagrade el olor a chota de vaca cuando paseo por el campo. ¿Me estaré volviendo socialdemócrata?
navarth ha dicho que…
Caray con el jesuita, Doña Viejecita. A consecuencia del trauma la pobre niña debe de haberse convertido en asesina en serie.

Genial Nonpossumus.
Psykoaktive ha dicho que…
Buenos días Don Navarth,

no hay de qué. Gracias a usted por sus escritos y por la manera tan elegante de sintetizar el conocimiento. Discúlpeme también en la tardanza en la respuesta.

La cuestión del asco - repugnancia como criterio moral es interesantísima, ya que hay buenos argumentos tanto a favor como en contra.

Como usted ha expuesto, el asco original, basado en la supervivencia del individuo se ha extendido a través de la evolución biológica y cultural a una emoción social, como la vergüenza. Esta distinción también se conoce como emociones primarias (individuales) y secundarias(sociales). Las primeras son más "crudas", las segundas tienen muchas más tonalidades dependiendo de la situación.

No voy a meterme en la validez o no de ese criterio. Jonathan Haidt en su "The Self-Righteous Mind" lo trata desde la psicología social y la antropología y con experimentos. Martha Nussbaum, con su enciclopédico conocimiento de la Grecia clásica, lo trata desde una perspectiva filosófica y ética. Para nuestra audiencia, Haidt sería para Don Benja y Nussbaum para Don Belosti.

Para mí lo interesante es cuándo se utiliza el asco como criterio moral, ya que como usted ha apuntado, divide y enfrenta explícitamente al yo-nosotros del tú-ellos de una manera tajante y potencialmente peligrosa. Permítame poner un ejemplo.

La prensa británica presenta día sí y día también noticias en contra de la inmigración y los emigrantes. Desde el "no se adaptan a nuestras costumbres" al "son completamente distintos y nos llevan a la destrucción, hay que impedir que entren". Muy pocos se atreven a mostrar una idea "normal" en España: un cordón sanitario que impida nuestra(su) contaminación. Entre otras cosas porque decir algo así es delito y te lleva a la cárcel. En otras palabras, en un ambiente muy xenófobo me sorprende que se cuiden mucho de usar el argumento del asco, cuando resulta "casi" una consecuencia lógica.

En contraste, encuentro el uso del asco por doquier en España, incluso en lugares extrañísimos, como el fútbol, en el que se ha pasado a establecer diferencias por seguir a un equipo (Real Madrid, Barcelona), a establecer diferencias fundamentales por un estilo de juego. (Considero que en España el fútbol es un laboratorio sociológico en tiempo real. Si se quiere entender cómo se piensa, hay que mirar ahí).

Igualmente, encuentro el uso del asco como criterio moral como un marcador dedistintos tipos de nacionalismos. Cuando su uso es mayoritario, convierte ese nacionalismo en algo tóxico.

Para mí ése es el síntoma que muestra cómo se "jodió el Perú" en la sociedad española o cómo el zapaterismo fue en esencia eso: abrir la caja de Pandora de la hiperdiferenciación entre un nosotros y un ellos, salpicado de pornografía sentimental.

Discúlpeme el ladrillo.

Saludos.
navarth ha dicho que…
Nada de ladrillo, es extraordinariamente interesante. A través de una de las lecturas de Paul Bloom he llegado a un libro que le recomiendo: Anatomía del asco, de William Ian Miller. Me parece un autor elegante, irónico, y muy perspicaz. Saludos y gracias de nuevo.
Psykoaktive ha dicho que…
Buenas Tardes D.Navarth,

gracias por el apunte, el libro tiene buena pinta

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