¡Atención! Esta es una obra en colaboración. Y nada menos que con el maestro Belosticalle, el sabio oficial del blog de Santiago González. ¿Qué por qué ha accedido a colaborar conmigo? Pues es una imprudencia que sólo puedo atribuir a su generosidad.
En su blog (pueden ver un enlace a la derecha) hay una introducción explicativa, tanto del personaje sobre el que nos hemos propuesto escribir, como de su relación con la entrada de hoy. Vayan, vayan.
Los vecinos de los agotes tampoco necesitaban explicaciones muy sofisticadas: venían de fuera, caían mal, debían ser discriminados y punto. Racionalizaban posteriormente su odio aludiendo a supuestos pactos de los agotes con el diablo, o a que abrasaban la hierba al pisarla con los pies desnudos. A esto añadían motivos variados y con frecuencia contradictorios: los agotes eran taimados, obtusos, viciosos, coléricos, cretinos, zoofílicos, avaros...
En 1514 los agotes de Navarra recurrieron al papa León X quejándose de su situación, que ellos atribuían a su identificación con los cátaros y valdenses. El papa tomó bien el ruego, pero suspendió el juicio a espera de mejor investigación. Así aburridos, en 1517 los agotes llevaron la queja a los estados de Navarra, sin mejor fortuna: este es el pleito en el que actúa Caxar Arnaut. Tuvieron que transcurrir dos años de espera hasta que el arcediano de Santa Gema decidió aplicar la bula y dar trato igual a agotes, so pena de censura eclesiástica y multa fuerte. También los estados de Navarra confirmaron lo mismo en 1520. Pero el pueblo siguió haciendo caso omiso. Entonces los agotes recurrieron a Carlos V, que en 1524 emitió orden imperial, apoyando la bula y elevando la multa a 1000 ducados. [5]
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[3] La obligación de llevar la marca en la ropa se reafirmaba periódicamente, posiblemente porque los cagots eran reacios a acatarla. En 1407 el rey Carlos VI renueva las ordenanzas a petición de los cónsules de viarias villas de Languedoc y Guyena. En 1460, en Bearne, los Estados piden a Gastón de Bearne, príncipe de Navarra, que obligue a los cagots a llevar la antigua marca de pata de oca o pato. Un siglo después, en 1573, los jurados de Burdeos, que hasta entonces no se habían preocupado del problema, emiten una ordenanza, ordenando que los cagots que no osen salir de sus casas ni entrar en la ciudad sin portar la señal y andar calzados. (F. Michel Historie des races maudites de la France et de l’Espagne. París, 1847)
Imágenes: 1) Procesión de cagots; 2) Un leproso con su matraca; 3) Pila bautismal cagot; 4) Eliseo rechazando regalos de Naamán, por Pieter Fransz.
En su blog (pueden ver un enlace a la derecha) hay una introducción explicativa, tanto del personaje sobre el que nos hemos propuesto escribir, como de su relación con la entrada de hoy. Vayan, vayan.
“(...) los dichos agotes dezienden del dicho Zihezi
maldito y no de la compañía del dicho conde Don Ramón la qual maldición oy
siempre les ha durado y les dura porque por las partes interiores quedaron
leprosos y damnyados (...) y aunque sean cristianos no se suelen batizar en
pila donde los otros cristianos se batizan y ellos que sean leprosos
inficionados siempre claramente porque haun las yerbas que con sus pies tocan
se secan y pierden la birtud natural y una manzana o alguna otra fruta que
pongan en sus manos o seno se prodere y en sus personas y cosas queden como
personas que son contamynadas de grave dolencia cuya conbersación entre los
otros fieles cristianos sería muy contagiosa y peligrosa” [1].
Así argumentaba en el año 1517 Caxar Arnaut, ujier del Consejo Real de Navarra, al pedir a las Cortes que no fallasen a favor de los agotes de Bozate, en el valle del Baztán. Por esas fechas también los agotes del navarro valle del Roncal, procedentes de Bearne, entablaban un pleito para que se les reconocieran iguales derechos que a sus vecinos. Porque en ambos valles, así como en todos los lugares donde se establecían, los agotes constituían minorías discriminadas. Normalmente los pleitos les daban la razón, pero las sentencias rara vez se cumplían, y así los litigios se volvían crónicos.
Así argumentaba en el año 1517 Caxar Arnaut, ujier del Consejo Real de Navarra, al pedir a las Cortes que no fallasen a favor de los agotes de Bozate, en el valle del Baztán. Por esas fechas también los agotes del navarro valle del Roncal, procedentes de Bearne, entablaban un pleito para que se les reconocieran iguales derechos que a sus vecinos. Porque en ambos valles, así como en todos los lugares donde se establecían, los agotes constituían minorías discriminadas. Normalmente los pleitos les daban la razón, pero las sentencias rara vez se cumplían, y así los litigios se volvían crónicos.
¿Por qué esta marginación? ¿Quiénes eran los agotes? Lo
cierto es que los autores no se ponían de acuerdo en esto. Ni siquiera sobre su
aspecto físico. Según Pío Baroja tenían la cara ancha de pómulos prominentes y
el pelo castaño o rubio, aunque él mismo reconoce que los había morenos y de
cara alargada. Justin Cénac-Moncaut, menos benévolo, les atribuía cabeza
grande, cuerpo raquítico, piernas torcidas, bocio y mirada apagada, esto último
normal, dado todo lo anterior. Otros afirmaban que en lugar de pelo exhibían
una especie de plumón. Según otros tenían una de las orejas considerablemente
más grande que la otra y cubierta de pelo, lo que daba mucho juego en historias
en las que un agote era descubierto al quitarse el sombrero. Curiosamente otras
fuentes mencionan su fama de guapos.
Los agotes provenían de Francia, donde eran conocidos por muchos nombres pero especialmente por el de cagots [2]. El primer texto que habla de ellos es la Coutume de Marmande (1396), según la cuál se les imponía la obligación de identificarse llevando de forma visible una señal de tela roja en el vestido, so pena de multa y confiscación de éste [3]. La marca tenía que tener forma de huella de pie de pato, y sobre esto hay explicaciones pintorescas. Además de la marca, a veces se exigía a los cagots hacer sonar unas tablillas, como a los leprosos, para alertar a la gente de su presencia.
Se cree que en el siglo XI los cagots del Bearne se vendían y se legaban en testamento como esclavos, y en juicio se necesitaba el testimonio de siete cagots para igualar el de un hombre libre. En el siglo XV se les prohibía caminar descalzos para que no quemaran las plantas y no infectaran el empedrado callejero. La discriminación se manifestaba especialmente en las iglesias, donde los agotes debían ocupar los últimos bancos, tenían una pila bautismal diferenciada, y en ocasiones una puerta aparte. No se les permitía acercarse al altar a recibir la comunión, y no podían recibir la ceniza en cuaresma. Además sus ofrendas de pan se separaban cuidadosamente de las del resto a fin de no contaminarlas.
Los agotes provenían de Francia, donde eran conocidos por muchos nombres pero especialmente por el de cagots [2]. El primer texto que habla de ellos es la Coutume de Marmande (1396), según la cuál se les imponía la obligación de identificarse llevando de forma visible una señal de tela roja en el vestido, so pena de multa y confiscación de éste [3]. La marca tenía que tener forma de huella de pie de pato, y sobre esto hay explicaciones pintorescas. Además de la marca, a veces se exigía a los cagots hacer sonar unas tablillas, como a los leprosos, para alertar a la gente de su presencia.
Se cree que en el siglo XI los cagots del Bearne se vendían y se legaban en testamento como esclavos, y en juicio se necesitaba el testimonio de siete cagots para igualar el de un hombre libre. En el siglo XV se les prohibía caminar descalzos para que no quemaran las plantas y no infectaran el empedrado callejero. La discriminación se manifestaba especialmente en las iglesias, donde los agotes debían ocupar los últimos bancos, tenían una pila bautismal diferenciada, y en ocasiones una puerta aparte. No se les permitía acercarse al altar a recibir la comunión, y no podían recibir la ceniza en cuaresma. Además sus ofrendas de pan se separaban cuidadosamente de las del resto a fin de no contaminarlas.
Curiosamente en ocasiones la discriminación les
proporcionaba ventajas. Por ejemplo los cagots estaban exentos de
realizar el servicio militar y de pagar el impuesto de la talla. Además, como
tenían asignados oficios considerados indignos, acababan prestándolos en
régimen de monopolio.
Para algunos los agotes eran descendientes de los cátaros albigenses. Para otros, de los sarracenos que fueron derrotados por Carlos Martel en Poitiers [4]. El mencionado Caxar Arnaut aporta en sus alegatos una versión libremente adaptada del Antiguo Testamento. Todo empezó cuando el general Naamán de Siría contrajo la lepra y fue curado por el profeta Eliseo. Agradecido, Naamán quiso recompensar a Eliseo, pero este rechazó orgullosamente los regalos. Sin embargo su siervo Giezi, a sus espaldas, sí los acepto, lo que motivó la cólera de Eliseo y la transferencia de la lepra erradicada previamente de Naamán a Giezi. Los agotes eran leprosos que descendían de este último (Zihezi) según Arnaut, que no consideraba necesario precisar de dónde había extraído esta revelación.
Para algunos los agotes eran descendientes de los cátaros albigenses. Para otros, de los sarracenos que fueron derrotados por Carlos Martel en Poitiers [4]. El mencionado Caxar Arnaut aporta en sus alegatos una versión libremente adaptada del Antiguo Testamento. Todo empezó cuando el general Naamán de Siría contrajo la lepra y fue curado por el profeta Eliseo. Agradecido, Naamán quiso recompensar a Eliseo, pero este rechazó orgullosamente los regalos. Sin embargo su siervo Giezi, a sus espaldas, sí los acepto, lo que motivó la cólera de Eliseo y la transferencia de la lepra erradicada previamente de Naamán a Giezi. Los agotes eran leprosos que descendían de este último (Zihezi) según Arnaut, que no consideraba necesario precisar de dónde había extraído esta revelación.
El asunto de la lepra no parece muy convincente: si los
agotes hubieran sido leprosos, no habrían estado conviviendo con sus vecinos
sino recluidos en lazaretos. Sin embargo la mención es recurrente, aunque ante
la evidente ausencia de síntomas físicos se solía aludir a que los agotes eran
algo así como “leprosos del alma”, malditos por la realización de algún hecho
innombrable.
Los vecinos de los agotes tampoco necesitaban explicaciones muy sofisticadas: venían de fuera, caían mal, debían ser discriminados y punto. Racionalizaban posteriormente su odio aludiendo a supuestos pactos de los agotes con el diablo, o a que abrasaban la hierba al pisarla con los pies desnudos. A esto añadían motivos variados y con frecuencia contradictorios: los agotes eran taimados, obtusos, viciosos, coléricos, cretinos, zoofílicos, avaros...
En 1514 los agotes de Navarra recurrieron al papa León X quejándose de su situación, que ellos atribuían a su identificación con los cátaros y valdenses. El papa tomó bien el ruego, pero suspendió el juicio a espera de mejor investigación. Así aburridos, en 1517 los agotes llevaron la queja a los estados de Navarra, sin mejor fortuna: este es el pleito en el que actúa Caxar Arnaut. Tuvieron que transcurrir dos años de espera hasta que el arcediano de Santa Gema decidió aplicar la bula y dar trato igual a agotes, so pena de censura eclesiástica y multa fuerte. También los estados de Navarra confirmaron lo mismo en 1520. Pero el pueblo siguió haciendo caso omiso. Entonces los agotes recurrieron a Carlos V, que en 1524 emitió orden imperial, apoyando la bula y elevando la multa a 1000 ducados. [5]
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[1] Las transcripciones de pleitos de los agotes provienen
del libro “Los agotes. El fin de una maldición”, de María del Carmen Aguirre
Delclaux.
[2] La etimología de cagot es discutida. Para algunos
proviene de “perro godo”, pues según esta teoría se trataba de descendientes de
godos arrianos renuentes a adoptar el catolicismo. Otros derivan su nombre de "caque",
barrica para almacenar arenque, que haría referencia a su mal olor. Para otros
el nombre proviene de "caffo" que significa "hediondo",
"sucio", "leproso". Ver F. Michel Historie des races
maudites de la France et de l’Espagne. París, 1847, cuya traducción puede
encontrarse aquí.
[3] La obligación de llevar la marca en la ropa se reafirmaba periódicamente, posiblemente porque los cagots eran reacios a acatarla. En 1407 el rey Carlos VI renueva las ordenanzas a petición de los cónsules de viarias villas de Languedoc y Guyena. En 1460, en Bearne, los Estados piden a Gastón de Bearne, príncipe de Navarra, que obligue a los cagots a llevar la antigua marca de pata de oca o pato. Un siglo después, en 1573, los jurados de Burdeos, que hasta entonces no se habían preocupado del problema, emiten una ordenanza, ordenando que los cagots que no osen salir de sus casas ni entrar en la ciudad sin portar la señal y andar calzados. (F. Michel Historie des races maudites de la France et de l’Espagne. París, 1847)
[4] En los últimos tiempos se ha relacionado a los agotes
con los inevitables templarios. Según esta innovadora versión los agotes poseían
un conocimiento oculto, extraído del templo de Salomón, que les permitió ser
los maestros constructores de catedrales góticas. Además el pie de pato que
portaban en sus vestiduras no era una señal de oprobio, sino un signo gnóstico
(y aquí vuelven a aparecer los cátaros) que remitía a un misterioso juego de la
oca (tal cual) cuyo avance en el tablero permitía desentrañar los secretos del
mundo.
[5] En Francia, en el siglo XVIII los agotes fueron ganando
definitivamente terreno legal. En este período tuvo lugar la intervención de
Montesquieu como magistrado en un juicio promovido por los cagots de
Biarritz (1723-4), asunto del que luego tratará en El Espíritu de las Leyes.
Imágenes: 1) Procesión de cagots; 2) Un leproso con su matraca; 3) Pila bautismal cagot; 4) Eliseo rechazando regalos de Naamán, por Pieter Fransz.
Comentarios
¡¡¡ Muchas Gracias !!!
Y un abrazo
Pues sí, Neo ya me había fijado, pero cualquiera le dice algo con el genio que tiene. Por cierto he seguido consumo interés sus crónicas hospitalarias. Ya sabe, deformación profesional.
Don Belosti he releído su introducción a los agotes y ha resumido tan perfectamente la filosofía de Sabino que casi creo que nos podríamos ahorrar el resto (de eso nada)
Abrazos a todos.
Esto promete...
Gracias a los dos, ¡qué fantástica colaboración!
¡Muchas gracias!
Me parece también importante que sus lectores tengan una visión completa de la obra de Michel, que intenta no ser parcial y que, por su amplitud y laboriosidad, merece ser conocido y respetado.
Espero atentamente su respuesta positiva
navarthdeeridu@yahoo.es
Gracias. Un cordial saludo.
Fernando Navarro