GENTE CORRIENTE (Ordinary people. Reserve Police Battalion 101 and the Final Solution in Poland. Christopher R. Browning)
En julio de 1942 el Batallón 101 de la Ordnungspolizei* recibió órdenes de acudir a Józefów, un pueblo situado a unos 100 kilómetros al sur de Lublin en el que vivían 1.800 judíos. Su misión consistía en ir casa por casa, sacar de ellas por la fuerza a sus habitantes, y conducirlos a la plaza del pueblo. Aquellos que tuvieran dificultad para moverse serían liquidados en el acto. Una vez en la plaza, se seleccionarían aquellos en mejor forma para ir a un campo de trabajo en Lublin. El resto, hombres, mujeres y niños, serían conducidos a las afueras, donde los hombres del Batallón 101 procederían a asesinarlos.
Los policías llegaron a Józefów al amanecer. Wilhelm Trapp, de 53 años, comandante del Batallón, los reunió en semicírculo y, con voz temblorosa y lágrimas en los ojos, les transmitió la tarea que debían realizar. A continuación hizo una sorprendente oferta: si alguno de los presentes de mayor edad no se sentía capacitado para llevar a cabo la misión podía retirarse. Sólo uno de los policías se adelantó, y fue inmediatamente recriminado por su oficial superior. Sin embargo Trapp lo atajó, y entonces diez policías más dieron un paso al frente a su vez. A estos de les asignó la tarea de escoltar a los judíos escogidos hasta Lublin. El resto se organizó en pelotones de ejecución y se marchó a un bosque a las afueras del pueblo. A continuación, comenzó el traslado en camión de los judíos. Un primer grupo de 35 personas llegó, y fueron escoltadas por un grupo igual de policías hasta el bosque. Previamente estos policías habían sido aleccionados por el doctor del batallón sobre el modo más efectivo de matar a los judíos. Consistía en colocar la punta de la bayoneta entre los omoplatos del paciente y disparar. Con esto no sólo se conseguía una muerte rápida, sino evitar que el cráneo de la víctima estallase y salpicase con su contenido a los verdugos.
Seguramente el policía que marchaba acompañado de un judío hacia el lugar donde tenía que matarlo no se sentía muy cómodo. Posiblemente volar la cabeza a una persona indefensa a la que acababa de conocer no le parecía del todo bien. Sin embargo, frente a ello se alzaban cuestiones de mucha mayor consideración. Para empezar, se trataba de una orden, y él era un policía. Además, si se negaba a realizar su tarea, por desagradable que fuera, sería considerado un débil y un cobarde por sus compañeros. Y él no quería merecer, de ningún modo, la mala opinión del grupo. A fin de cuentas sólo se trataba de un judío. Y él era un alemán. Investido de gran autoridad, además, como demostraban su abrigo y sus botas. Había progresado mucho desde que trabajaba en los muelles de Hamburgo, y ahora era una persona importante ¿Iba a tirar todo por la borda? Podemos imaginar al policía sufriendo, no por la agonía que su víctima experimentaba en aquellos momentos, sino por su propia indecisión. Y la salida más fácil a su desazón pasaba por descargar su arma contra el judío.
Los policías emparejados con los judíos llegaron al bosque, donde cada uno hizo tumbar en el suelo a su víctima. A continuación, siguiendo las instrucciones del doctor, apoyaron la punta de la bayoneta en la espalda de sus víctimas y dispararon. Terminada la tarea se dirigieron a por una nueva remesa. Mientras tanto, los judíos que permanecían en la plaza conocieron su destino al oír los primeros disparos, y la espera se convirtió en agonía. Pero, seamos sinceros, también los asesinos estaban sufriendo. Al cabo de unas cuantas idas y venidas la tarea comenzó a repugnarlos. Entendámonos, no es que experimentaran un fuerte asco moral ante la idea de matar personas inocentes, sino una mera repulsión física. La cuestión consistía en que los tiros no siempre eran certeros, y al segundo o tercer judío muerto todos estaban empapados de sangre y vísceras. Los policías eran personas sensibles, y esto los repugnaba. No es imposible que esto añadiera un nuevo resentimiento hacia sus víctimas, que se obstinaban en morir tan aparatosamente. Por eso, conforme avanzaba el día, algunos tiradores comenzaron a remolonear y escabullirse. No fueron muchos. Más del ochenta por ciento continuaron matando hasta que, diecisiete horas más tarde, el último de los 1.500 judíos de Józefów había sido eliminado.
Con el tiempo el Batallón 101 mejoró notablemente en eficacia. Para empezar, en Józefów habían desperdiciado todas las pertenencias de los judíos, que habían quemado en la plaza tras la matanza. Por el contrario en su segundo acción, en Lomazy, los habían hecho desnudar por completo antes de eliminarlos, despojándolos de todos sus objetos de valor. Además el Batallón 101 se había hecho acompañar de auxiliares estonios, lituanos y ucranianos que se encargarían de realizar el trabajo sucio. Ahora los policías no mataban a los judíos: se limitaban a extraerlos de sus casas y llevarlos a los lugares de ejecución. Ahora todo era más aséptico, más limpio. Como una gran una cadena de montaje ¿Puede haber algo horrible en una cadena de montaje? Gracias a esta especialización del trabajo, en la mitad del tiempo que en Józefów consiguieron despachar 1.700 judíos. Entonces los policías se dieron cuenta de una cosa singular: los pocos reparos morales que habían experimentado en Józefów habían desaparecido en Lomazy. Ellos habían hecho lo que habían hecho, y ellos, obviamente, sabían que no eran monstruos. Por lo tanto, todo el asunto no era, en realidad, monstruoso. Todo era normal. No se trataba, digamos, de un energúmeno abriendo la cabeza con un hacha. Se trataba de personas que, metódicamente, realizaban su trabajo.
Pero los dirigentes nazis estaban preocupados por la lentitud del proceso de destrucción de los judíos, y diseñaron cadenas de montaje a gran escala. Crearon ordenados campos de exterminio en los que un gas permitía matar grandes cantidades de judíos en poco tiempo, ahorrando, además, a los verdugos la vista de la sangre. Esto fue una bendición para los policías del Batallón 101, que tenían que limitarse a buscar los judíos y meterlos en trenes. Nada más limpio, nada más aséptico, nada más normal. Entre agosto de 1942 y mayo de 1943 el Batallón 101 envió a 45.200 judíos a una limpia muerte en el ordenado campo de Treblinka.
Sin embargo, no debemos dejar de hacer constar los logros más importantes del Batallón 101 en la categoría asesinato directo. Fue en noviembre de 1943, y la historia es la siguiente. Muchos industriales alemanes habían solicitado a Himmler que no se desperdiciase la fuerza de trabajo esclavo que representaban los judíos, y Hitler temporalmente había accedido. Para tanto él como Himmler sabían que no se trataba más que de paréntesis, y que el objetivo era una Europa completamente libre de judíos. Ahora el momento había llegado, y el Batallón 101 recibió la orden de limpiar los campos de trabajo de Majdanek y Poniatowa. En el primero mataron a 16.500 judíos. En el segundo a 14.000. La cifra, impresionante, de asesinatos perpetrados directamente por el Batallón 101 ascendía así a 38.000 personas.
A finales de los años 50 los miembros del Batallón 101, muchos de los cuáles continuaban trabajando en la policía de Hamburgo, fueron procesados. Cuando intentaban explicar sus motivaciones les resultaba difícil encontrar palabras. Eran otros tiempos, y ellos sabían que lo que habían hecho entonces era normal, aunque ahora no lo fuera.
Los policías del Batallón 101 eran gente perfectamente normal, y eso es lo más escalofriante. La realización del mal extremo no provino de unas mentes infinitamente malignas, sino, más bien, de mentes excesivamente limitadas, incapaces de entender correctamente la situación y experimentar un asco moral insalvable ante ella. No tuvo su origen en gigantescas pasiones, sino en motivaciones triviales, mezquinas y estúpidas, amparadas por una ideología malvada (y también trivial, mezquina y estúpida). El mal proviene con frecuencia de la banalidad. Arendt evidenció que Eichman era un burócrata agobiado por problemas de logística. Tampoco los asesinos del Batallón 101 eran genios del mal: eran gente ordinaria. En todos los sentidos.
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p.d. En esta pagina web he encontrado las fotos del Batallón 101. La segunda, en la que están humillando a un judío, es indudablemente auténtica: es la que aparece en la portada del libro de Browning. La autenticidad de las otras no está contrastada, aunque la web parece seria. En todas ellas puede verse a unos palurdos encantados de lucir un uniforme militar. Gracias a él, han adquirido importancia y prestigio. Tanto que tienen poder sobre la vida y la muerte de otras personas. La sensación, posiblemente, es embriagadora.
p.d.2. Gracias BEN GUNN. Tengo una deuda de gratitud con usted.
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*La Ordnungspolizei, la Policía del Orden era una de las dos ramas en las que se dividía la policía alemana en tiempos de Hitler. La otra era la Policía de Seguridad, que estaba encuadrada en la Oficina Principal de Seguridad del Reich de las SS, a cuyo mando estaba Reinhard Heydrich. La Policía de Seguridad se dividía, a su vez, en la Gestapo, encargada de la persecución de delitos políticos, y la Policía Criminal (Kripo) que básicamente consistía en un cuerpo de detectives encargados de la resolución de crímenes no políticos. A partir de 1936, fecha en la en que Heinrich Himmler fue nombrado Jefe de la Policía Alemana en el Ministerio del Interior, la Policía del Orden pasó a depender de éste. Sin embargo, a diferencia de la Gestapo y la Kripo, no estaba englobada en las SS. Cada batallón estaba compuesto por 500 hombres, divididos en tres compañías y éstas, a su vez, en pelotones.
Comentarios
Toivi Blatt, un superviviente de Sobibor, dijo una vez: La gente me preguntaba: ¿qué has aprendido? Yo sólo sé una cosa, que nadie conoce a su prójimo. Encuentras a una persona muy simpática por la calle, le preguntas por una dirección concreta y te acompaña media manzana para indicártela, se comporta con amabilidad. Esa misma persona en una situación diferente podría ser un sádico de la peor especie. Nadie conoce a nadie. Todo el mundo puede ser bueno o malo según la situación. A veces, cuando estoy con alguien que se porta con mucha amabilidad, me pregunto: ¿cómo habría sido este sujeto en Sobibor?
La reflexión de Blatt aparece en Los verdugos y las víctimas de Laurence Rees, otra obra excepcional, pero le prohibo terminantemente que salga corriendo a buscarla. No me haga sentir culpable de amargarle el verano con recomendaciones de lectura.
En serio, el libro de Browning ha sido muy perturbador. Precisamente ayer decía Vargas Llosa, en una presentación del libro de Nemirovski una frase que me pareció muy acertada y aplicable a este caso: “había conocido el mal, es decir, el odio y la estupidez”. Y creo que dentro del Batallon 101 era este último elemento el predominante. Una vez más, lo más escalofriante es la banalidad del mal. Saludos.
p.d. Me apunto, obviamente, el libro de Rees.
1ª - Ya que ha sacado BenGunn a Laurence Rees (El libro que recomienda tiene muy buena pinta) no os perdáis su documental La guerra del Siglo. Y la colección de monstruos que salen en él.
Con Jdownloader lo podéis descargar de aquí.
http://www.tipete.com/userpost/videos-online-gratis/la-guerra-del-siglo-44documentalescastellano-video-online-gratis-megau
*Como curiosidad, en el documental veréis que la idea de la escena del bombardeo con NAPALM de la aldea vietnamita al son de la música de las Walkyrias de Apocalipse Now está copiada de un documental nazi de la época que veía el público alemán de la época.
*Oye, ¿has borrado los mensajes por si era ilegal la descarga?
En fin, si eso lo quitas otra vez.
Ahí va
2ª – De Laurence Rees también es magnífica su serie documental Auschwitz, los nazis y la solución final.
http://www.taringa.net/posts/tv-peliculas-series/1230036/Auschwitz-Los-Nazis-y-La-Solucion-Final%28documental%29.html
Está incluso mejor estructurada que el libro - que es una joya - por medio de la figura de Rudolf Hoss.
Después de ver el documental, para pasar un poco de vergüenza ajena y entender en toda su amplitud la expresión “banalización del holocausto”, recomiendo verse el montaje que hizo la televisión apañola con ese mismo material, insertando entre las declaraciones de las víctimas judías los testimonios de presos españoles no judíos. El montaje de TVE – el archivo número 7 de megaupload - confunde a propósito campos de concentración con Campos de Exterminio, Mauthausen con Auschwitz. Y asesinatos con azotainas de colegio. En serio, da mucha vergüenza, después de escuchar los testimonios todavía conmocionados de las víctimas judías, que declaran sin emoción alguna, a un apasionado apañol tratando de contagiarte su indignación porque le dieron 25 bastonazos en el culo. La intención es clara, buscar esa continuidad propia del relato progre entre el pasado y el presente, y una identificación entre nazis y peperos. El enemigo es el mismo.
Por no hablar de la introducción melodramática de María Galiana mirando a cámara, una actriz sobre maquillada, - con todo lo que esto significa, como si comenzase una representación, una falsedad. Fíjense en la dirección de actores, la mirada a cámara con los ojos semi encogidos. ¿A quién les recuerda, a María Teresa, a Leyre Pajín…? No lo sé, pero para mí que, o todos tienen al mismo director de actores, o que la falsa indignación de la progresía se imposta siempre igual.
En la página de TVE se anunciaba la participación en el documental de un tal Enrique Marcos, ahora conocido como Enric Marcos. Un Bartolín sin gracia. Un impostor como la copa de un pino. Hubiese sido la guinda.