Ayer tuve una desagradable experiencia con unas viejas amigas de aquí. Todo comenzó al hablar de UPyD, agrupación a la que, resultó, consideraban más o menos una segunda marca del partido nazi. Ambas son personas habitualmente inteligentes, así que ante lo desaforado de sus posiciones intenté profundizar un poco más. El resultado fue completamente desalentador.
Las posiciones maximalistas (por ejemplo, negar el Holocausto o que la Tierra no es plana) resultan muy complicadas de refutar porque 1) nuestros razonamientos se van superponiendo sobre otros generalmente aceptados, y cuando alguien discute esas verdades evidentes tenemos que rebuscar trabajosamente en los cimientos y 2) es frustrante ver que tenemos que volver a empezar desde el principio. A esto se añadía que eran las tres de la madrugada, por lo que supongo que mi capacidad de discutir no estaba en su mejor momento. Su argumentación, por el contrario, era muy eficaz, y se basaba en no contestar a aquello que se formulaba y desplazarse, en cambio, a alguna otra cuestión vagamente relacionada que era a su vez abandonada al ser refutada. Un ejemplo. Ellas afirmaban que el catalán está absolutamente discriminado en los medios de comunicación de Baleares. Yo les contestaba que, por el contrario, el 100% de los medios de comunicación públicos en Baleares se hacen en catalán. Ellas lo negaban invocando Antena 3. Yo les decía que Antena 3 es privada, y por tanto puede emitir en lo que le parezca conveniente. Ellas contestaban que tampoco pueden ver Televisión Española en catalán. Yo les decía que TVE es un medio de ámbito nacional y, lógicamente, usa la lengua común. Ellas decían que pagan TVE y la querían ver en catalán. Yo les decía que ciertamente la pagan, pero la reciben en la lengua común, que también es suya. Y así seguía la cosa.
El mallorquín es la lengua de Mallorca. A partir de esta sencilla (en el sentido de simple) formulación mis amigas veían con total naturalidad que a los castellano parlantes les sea negado el derecho a que sus hijos reciban la educación en español, y que sean marginados del acceso al empleo en empresas públicas, cosa que, por cierto, me afecta personalmente (a la pregunta de si estaban de acuerdo con el requisito eliminatorio del catalán respondían que sí, que también las empresas ponían el requisito del inglés si les parecía oportuno, y la cosa volvía a empezar).
El resumen es que el nacionalismo, que ciertamente fue un invento de los políticos, ha calado ya en todos los estratos de una sociedad, la autóctona, a la que convierte en privilegiada. Por tanto, los partidos que ataquen el nacionalismo serán, a su vez, ferozmente atacados por aquellos que temen ver perder la ventaja competitiva que aquél les proporciona, y que ya han asumido como un derecho natural.
Comentarios
Desde luego, los nacionalistas han trabajado bien, muy bien. Eran minoritarios en Mallorca, pero han conseguido, como usted dice, que sus principios sean aceptados por una mayoría de la población llamémosla 'autóctona'. Hasta el punto se ha sedimentado todo que, inmersos en la Crisis, nadie critique que se siga destinando el mismo dineral al catalanismo y su proyecto.
El punto álgido de la táctica nacionalista se dio, creo yo, en el 2003, cuando ERC pacta con el PSC en Cataluña. Con esta maniobra consiguieron que un partido que en principio se resistía a caer en las garras del discurso pujolista se fuera catalanizando progresivamente hasta llegar al esperpento actual. Ese contagio se propagó a todo el PSOE nacional, necesitado de pactos con los nacionalistas para gobernar cuando el PP le ganaba las elecciones. De ahí que el PSOE haya acabado también participando del proyecto de catalanización de la sociedad que tan espectaculares y deprimentes resultados está dando.
saludos