Si Zapatero hubiera sido sincero habría podido redactar su programa electoral del 2004 de esta forma:
“Creo que es el momento de cambiar el modelo territorial español, y de realizar una decidida apuesta por la potenciación de los nacionalismos periféricos. Los nuevos Estatutos que tengo previsto aprobar sobrepasan los límites fijados por la Constitución, por lo que habrá que modificarla. Desde luego, no desdeño pactar con partidos separatistas o contrarios a la Constitución. Por otra parte, mi deriva me va a situar en un rumbo mucho más cercano a ETA de lo que jamás ha estado Gobierno alguno, y, gracias a ello, creo que estaré en condiciones de negociar el final de la violencia. Tendremos una nueva España: una nación de naciones. Y ETA no tendrá razón de ser. La paz prevalecerá. En estas nacientes naciones, el PP no tendrá lugar, y el voto no nacionalista tendrá que acabar, necesariamente, en el partido socialista. Creo que con ello marginaremos durante décadas al PP. Es cierto que habrá zonas naturales de conflicto: Navarra, con el nacionalismo vasco, y Baleares y Valencia, con el nacionalismo catalán. Mi receta para luchar contra esta realidad es explícita: ceder.”
No lo hizo. Zapatero sabía que no habría obtenido muy buenos resultados electorales con este programa, así que decidió acometerlo de forma subterránea. Pensaba que sería más fácil, mediante una política de hechos consumados, ir moldeando a sus votantes para que fueran normalizando la nueva realidad. Contaba para ello con el indomable sectarismo de una buena parte de ellos. Quedaba el hecho de que el PP, al mantener su postura, dejaba en evidencia la deriva de Zapatero. Por lo tanto, era preciso criminalizarlo.
La único herramienta que tenemos para luchar contra este proceso subterráneo es exponerlo a la luz: levantar las piedras y ver lo que corretea debajo de ellas. Así que yo también quiero ver las actas.
Comentarios
NAVARTH:
Lo mismo que existen guionistas y correctores de guiones... tú tienes pocas posibilidades de que te encarguen hacer programas electorales, pero podrías ganarte la vida "traduciendo" los que hacen los políticos.
Muy bueno. Y lo peor es que no hay hipérbole alguna en tus palabras.
LAS ACTAS DE LA DISCORDIA:
Quizá la petición de las dichosas actas como prueba exculpatoria no sea razonable. Quizá no sea aceptable en Derecho la petición de prueba para demostrar la propia inocencia...
Pero yo tengo la impresión de que Rajoy juega aquí a un poker con carta tapada:
Las actas existen y mucha más gente que el PP está deseando saber lo que cuentan.
Sospecho que lo vamos a conocer más pronto que tarde, y quizá la insistencia en la petición era tan solo para generar espectativa y para dejar claro que el Gobierno NO QUIERE que sepamos. Será que soy de natural aldeano y malpensado.
Un saludo a la bancada.
Lindo, ¿acritud? ninguna. ¿Acrinomia? no sé lo que es. ¿Entre nosotros? La normal tensión entre opiniones divergentes. Tampoco tan divergentes. Tensión para hacer la cosa entretenida, nada más. A la peña le gusta el circo romano y al argumentar es inevitable apasionarse.
“Historia de un alemán” es de mis libros favoritos. Los conflictos con sus amigos íntimos son, casi, tal y como yo los he vivido. De hecho, me extraño que no nombrases a Haffner entre la lista que proponías en aquella intervención a la que todavía debo respuesta. Los que no conocía pienso investigarlos, como me vi “Una Rubia Auténtica”.
Si no los conoces, no te pierdas “Alemania, Jeckyll y Hyde” ni “Los 7 pecados capitales de Alemania en la 1ª Guerra Mundial.” Su descripción de la intervención de los alemanes en la revolución rusa pone los pelos de punta sobre cómo juegan algunos la gran partida geopolítica, y nos da pistas de cuáles son los intereses internacionales detrás de tanto etnicismo.
Cuídate
*Navarth, estupenda síntesis.