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LA RELIGIÓN POSMODERNA (5): LA DECONSTRUCCIÓN

 


Recapitulemos. Para los postestructuralistas la sociedad está recorrida por campos de fuerza invisibles que determinan nuestros actos, nuestra cultura e incluso nuestra forma de pensar, y que electrocutan, y confinan en identidades oprimidas, a todos los que consideran diferentes. Percibimos la realidad a través de “discursos” y “relatos” construidos mediante el lenguaje, que lejos de ser un medio de comunicación aséptico está al servicio de las identidades dominantes. Jacques Derrida llamaba a esa ingenua creencia en la neutralidad del lenguaje “logocentrismo”. “Deconstruir” los discursos para acabar con el logocentrismo era el paso previo para acabar con todos los nefastos centrismos provocados por las funestas líneas de fuerza: el etnocentrismo, el androcentrismo, el falocentrismo, el falologocentrismo e incluso el carnafalologocentrismo, todos ellos denunciados por Derrida.

Pero tras la deconstrucción ¿qué quedaría? Cabía sospechar que el relativismo total, la identificación de la realidad con constructos sociales y la deconstrucción de los “discursos” se acabarían llevando por delante la lógica, la razón y el método científico, y abriría el campo para la charlatanería total y para el capricho del gurú de turno. Esto último sería demostrado en 1987 por el propio Derrida cuando fueron descubiertos unos artículos antijudíos escritos en los 40 por su colega y amigo Paul de Man: su deconstrucción obró el milagro de convertir los textos xenófobos en una crítica al antisemitismo. Unos años más tarde Derrida pareció percatarse de que con el agua sucia de la deconstrucción se tiraba al niño - la posibilidad de realizar cualquier afirmación de valores- así que concluyó tan tranquilo que al menos el concepto de justicia no podía ser deconstruido: «Deconstrucción es justicia», decretó, y siguió dando conferencias.

En cuanto a la fertilidad del postestructuralismo y la deconstrucción para generar bullshit quedó empíricamente demostrada por Sokal y Bricmont. Mostraron, por ejemplo, que Lacan usaba una palabrería pseudo matemática para demostrar que el goce sexual es compacto, el pene es igual a la raíz cuadrada de menos uno, y el individuo neurótico es equiparable a la figura geométrica del toro –el donut-. También revelaron la utilización de las física por la filósofa Luce Irigaray para defender sus planteamientos feministas…

«¿La ecuación E = mc² es una ecuación sexuada? Tal vez. Hagamos la hipótesis afirmativa en la medida en que privilegia la velocidad de la luz respecto de otras velocidades que son vitales para nosotros. Lo que me hace pensar en la posibilidad de la naturaleza sexuada de la ecuación no es, directamente, su utilización en los armamentos nucleares, sino por el hecho de haber privilegiado a lo que va más aprisa».

… y la exégesis de la crítica literaria posmoderna Katherine Hayles según la cual si se conoce menos de la dinámica de los fluidos que de la de los sólidos es por puro machismo:

«(Irigaray) atribuye a la asociación de fluidez con feminidad el privilegio otorgado a la mecánica de los sólidos sobre la de los fluidos y la incapacidad de la ciencia para tratar los flujos turbulentos en general. Mientras que el hombre tiene unos órganos sexuales protuberantes y rígidos, la mujer los tiene abiertos y por ellos se filtra la sangre menstrual y los fluidos vaginales. Aunque el hombre en ocasiones también fluye, por ejemplo cuando eyacula el semen, este aspecto de su sexualidad no se tiene muy en cuenta. Lo que cuenta es la rigidez de los órganos masculinos, no su complicidad en el flujo de fluidos. Estas idealizaciones son reinscritas en las matemáticas, que conciben los fluidos como planos laminados y otras formas sólidas modificadas. Del mismo modo que las mujeres quedan borradas en las teorías y el lenguaje masculinos y existen sólo como no hombres, los fluidos han sido también borrados de la ciencia y existen sólo como no sólidos. Desde esta perspectiva no es sorprendente que la ciencia no haya podido trazar un modelo válido de la turbulencia. El problema del flujo turbulento no puede ser resuelto porque las concepciones acerca de los fluidos (y de la mujer) han sido formuladas para dejar necesariamente residuos inarticulados»

 

Postestructuralistas, deconstructivistas, posmodernistas

En 1966 los posestructuralistas desembarcaron en Estados Unidos, en el campus de Baltimore. Allí conoció Derrida a Paul de Man, que se convertiría en el campeón del deconstructivismo autóctono. También estuvo Lacan y Deleuze, que no pudo asistir, mandó una intervención escrita. A finales de los setenta, cuando el posestructuralismo comenzaba  su decadencia en Francia, las ideas de Foucault, Derrida, Deleuze, Guattari, Baudrillard, Kristeva y Lyotard habían invadido los campus estadounidenses. Allí se mezclaron con ideas locales dando lugar a lo que se conocería como French Theory y también posmodernismo. A partir de ahí, manteniendo una serie de ideas vagas pero sólidas, la teoría se ramificó para enfocarse en distintas identidades: teoría poscolonial, teoría crítica de la raza, teoría queer, estudios de género, estudios sobre la gordofobia… Y desde el ámbito académico comenzaron a extenderse inexorablemente por toda la sociedad.

Según Helen Pluckrose y James A. Lindsay en Cynical Theories el posmodernismo ha evolucionado desde entonces con aportaciones autóctonas y la asunción inadvertida de una serie de sesgos –notable para un movimiento tan preocupado por los sesgos derivados de la identidad- . hasta que, finalizada la primera década del s. XXI, sus tesis fundamentales se han convertido en dogmas. Por eso en su versión actual el wokismo se entiende mejor como un movimiento religioso, con inquisidores a la búsqueda de herejes y brujas. Jonathan Rauch en Kindly inquisitors por un lado, y Jonathan Haidt y Greg Lukianoff en La transformación de la mente moderna por otro han hecho un esfuerzo por identificar algunos de los sesgos y planteamientos asumidos inadvertidamente por el wokismo –le salen cuatro al primero y tres a los segundos-. Es importante porque es francamente complicado razonar con sus adeptos. Y esto es muy necesario porque no podemos olvidar que, tras la máscara de la defensa de derechos de minorías, se oculta un movimiento fundamentalista y autoritario, capaz de erosionar los valores de la democracia liberal.

Comentarios

Al ha dicho que…
¿Cuál es la distancia del postmodernismo al posthumanismo?... me da que muy poca.
viejecita ha dicho que…
¡ Y a mí que lo del transhumanismo me apetece !
Lo de vivir el triple de tiempo, o ser inmortal, no me gustaría, que he querido y sigo queriendo a muchos que ya no están, y viven en mi recuerdo. Y me parece mejor vivir en el recuerdo de mis hijos y de mis nietos, que seguir aquí, cada vez más vieja, más pesada, y más gagá, obligándoles a cuidarme y plegarse a mi vida, en vez de vivir la suya ( de ellos ).

Pero si con las modificaciones genéticas, se pudiera conseguir que a nadie se le picasen o se le torcieran los dientes, que todos fueran bellos, que fueran inteligentes, y sanos, y activos, sería estupendo. Aunque nos triplicasen los impuestos para pagarlo.
Lo malo es que, probablemente las modificaciones genéticas buenas serían muy caras, y estarían reservadas para la Nomenklatura...

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