En Amaya Navarro Villoslada ha pintado a los vascos como un pueblo
noble y puro que ha tenido que acudir en auxilio de los degenerados godos para
enfrentar la amenaza musulmana y crear así una España católica [1]. Sabino está
completamente de acuerdo en la primera parte (la pureza de unos y la corrupción
de los otros), pero para su estado católico bastan los vascos (y sobran los
demás).
En el número 4 de Bizkaitarra (diciembre de 1893) Sabino escribe
un artículo titulado Los invasores:
"Con este título ha visto últimamente la luz pública en un
semanario de Bilbao un bien escrito artículo que se ocupa en las varias clases
de maketos y en su
pestífera influencia”.
Sabino se congratula de que al
fin alguien se haya decidido a atacar “de
frente y sin viles respetos a la invasión maketa”,
y en consecuencia manda a su autor “la más bizkaina enhorabuena”. Desde ese
momento y hasta el fin de sus días, Sabino se dedicará a exponer de forma
machacona, obsesiva y sin variaciones, su visión de un mundo dividido en
vizcaínos (y por extensión vascos) y maquetos (todos los españoles no vascos).
Para resumir, los primeros están dotados de todas las virtudes imaginables; los
segundos, de todos los males y perversiones.
La crucial distinción no radica
en un elemento cultural sino de raza: para Sabino hay algo en la sangre que
lleva a los vascos a ser nobles, valientes, dignos y trabajadores, y a los
maquetos a ser inmorales, gorrones, feos, traidores, navajeros y ocasionalmente
antropófagos [2]. Como los maquetos llevan la maldad en la sangre son
contagiosos: al contacto con el vasco lo contaminan y provocan la degeneración
de sus esencias. Y como la sangre, a diferencia de la cultura o la religión, no
se puede cambiar, la redención del maqueto es imposible: las únicas medidas
posibles ante él serán profilácticas, de aislamiento y/o erradicación.
Este esquema yinyang de Sabino
genera naturalmente una sustancia que lo lubrica: el odio. Si hay una raza
impura y malvada que amenaza con su contacto la nuestra (que es maravillosa),
es normal que sintamos tanto cariño hacia ella como hacia un germen nocivo.
Esta secreción de odio será sistemáticamente potenciada por Sabino. Continúa
diciendo en Los invasores:
“Ese camino del odio al maketismo es mucho más directo y seguro que el que
llevan los que se dicen amantes de los Fueros, pero no sienten rencor hacia el
invasor.”
A continuación anima a escribir
un libro sobre el asunto (propone el título La
invasión española en Bizkaya”) y sugiere el siguiente índice:
PARTE PRIMERA: Los maketos.
Cap.I: Naturaleza del maketo:
-
Caracteres físicos.
-
Caracteres morales.
Cap.II:
Clasificación del maketo.
Cap.III:
Estadística:
-
Conquistas del maketo.
-
Frutos del maketo.
PARTE SEGUNDA: Los maketófilos.
PARTE TERCERA: La reacción.
Cap.I. Remedios especiales.
Cap.II: Remedio general.
Para no aburrir al lector, me
limito a poner como ejemplo el índice del capítulo 3 de la parte primera:
Sobre los maketófilos, otra piedra angular de la doctrina de Sabino, nos
detendremos más adelante. Sí debemos mencionar este párrafo:
”Así como la estadística es esencial a la
primera parte, esta segunda habría de ir acompañada de datos históricos, con los nombres de las personas y todos
los pelos y señales” [3]
Este es el señalamiento, paso previo
imprescindible para la ominosa tercera fase en la que se indicarán los
‘remedios’ profilácticos contra el contagio maqueto [4].
Hay que decir que Sabino se
muestra especialmente inspirado en este número de Bizkaitarra, y en otro artículo titulado Nuestros
moros vuelve a arremeter contra la plaga:
“Los maketos.
Esos son nuestros moros.
Con una diferencia: que los moros odian a los españoles, porque están
por éstos en parte dominados; y los maketos, ellos son los que nos esclavizan; y no
contentos con esto, pues nos aborrecen a muerte, no han de parar hasta
extinguir nuestra raza.”
Porque en una hábil pirueta
Sabino invierte la dirección del odio, se inventa un odio originario español y
pretende convertir el suyo en reactivo, y se empeña, sin experimentar la
necesidad de argumentarlo, en que los maquetos conspiran para destruir lo
vasco. Hay que reconocerle, eso sí, que su odio no es clasista, y que detesta
por igual a todos los maquetos independientemente de su clase y condición:
“El maketo: ¡he ahí el enemigo! Y no me refiero a una
clase determinada de maketos, sino a todas en general: todos los maketos, aristócratas y plebeyos, burgueses y proletarios, sabios e
ignorantes, buenos y malos, todos son enemigos de nuestra Patria, más o menos
francos, pero siempre encarnizados.
Y entiéndase que no los aborrecemos porque sí. Si el español se
estuviese quedo en su tierra, no tendríamos por qué quererle mal.
Pero es nuestro dominador y nuestro parásito nacional: nos ha sometido
y privándonos de la condición a que todo hombre y todo pueblo tiene derecho, la
libertad; y nos está carcomiendo el cuerpo y aniquilando el espíritu, y aspira
a nuestra muerte. ¿Cómo hemos de quererle bien?”
En el número 29 de Bizkaitarra
(junio de 1895) Sabino publicará uno de sus artículos más conocidos: ¿Qué somos?. En él se dedicará a hacer
una descripción, si no excesivamente profunda, sin duda minuciosa sobre las
diferencias de carácter entre los vizcaínos y el resto de los españoles. Muchos
de sus párrafos son bien conocidos. Yo recomiendo una lectura en su totalidad.
______________
[1] Ver el imprescindible ensayo de María Cruz Mina Navarro Villoslada: ‘Amaya’ o los vascos
salvan a España.
[2] Bizkaitarra nº
24, marzo de 1895: “También en Europa hay
antropófagos. Verdad es que España está unida a Europa sólo por una ocurrencia
de la naturaleza. Hace poco participaban los periódicos de Madrid que en la
misma villa había sido sorprendida in fraganti una familia o sociedad de antropófagos”
etc.
[3] Del matonismo de Sabino se hablará más adelante.
[4] La lectura de las obras de Sabino genera continuamente
una pregunta: ¿qué habría ocurrido si hubiera llegado a ser gobernante
todopoderoso de su territorio soñado? No es descabellado pensar que tras la
aplicación de los remedios ‘especiales’ y ‘generales’ anunciados podría haber decidido,
llegado el caso, un remedio final.
Imágenes: 1) Bertsolaris, de Valentín de Zubiaurre; 3)
Pescadores por Ramiro Arrúe; 2) y 4) A juzgar por la navaja, indudablemente son
maquetos.
Comentarios
Y excelentes tus artículos, Navarth. Aunque decir esto último es casi una perogrullada.
Es increíble que parte de la sociedad vasca tenga como guía a semejante individuo. El cuadro o esquema que resume del capítulo III, retrata de manera lo suficientemente clara a este guía del racismo más acérrimo.
He leído el artículo entero.
Me ha hecho gracia lo de que fuera un invento español el baile agarrao. porque los bailes típicos de otras partes de España, son la jota, la seguidilla, la muñeira, las sevillanas, los tanguillos... que bailados por parejas pueden ser mucho más eróticos y sugestivos que los denostados agarraos, pero que se bailan enfrentados en plan desafío, pero sueltos,o con algún agarre ocasional. Pero también se canta en "La del pañuelo rojo", lo de "agárrame la mano un poquito al pasar" al bailar el "Ariñari"...
Rafael Sanchez Mazas, en "la Vida Nueva De Pedrito de Andía" también echaba el perro a los bailes agarraos, pero eso era un libro para edificación de adolescentes en pleno despertar hormonal, ( que yo entonces era ), y no se le ocurría echar la culpa a lo español, ni a lo maketo.
Y desde luego, esos bailes tan "fatídicos", vienen de Italia, de Austria, ... no son ningún invento español .
Sabino Arana: Bizkoitarra
El tema de los ‘maketos’ se ha querido desnatar y relativizar, como su fuese un simple aderezo opcional en la receta sabiniana, cuando es uno de sus ingredientes sustanciales. Otra cosa es que Sabino, como cualquier demagogo, calcule cuándo conviene la estridencia (‘Bizkaitarra’), o al contrario, templar un poquito la gaita (‘Baserritarra’).
Algunos apologistas arguyen que las citas de Sabino por españolistas están sacadas de contexto. ¿Pero qué contexto, cuando es el monotema de artículos y más artículos? ¿Qué contexto puede disculpar el artículo que enlaza Navarth, una sarta de lindezas?
La excusa contextual no vale gran cosa; y prueba de ello es cómo los primeros discípulos de Sabino le rieron la gracia, repitiendo el leit-motif ‘Maketos/Maketania’ con renovada furia, quedando para el maestro (mientras vivió, que no fue mucho) la función de moderador complacido y complaciente.
También se ha querido diluir el racismo de Sabino en el sarampión etnopolítico de raíz romántica que indudablemente picó antes de sus días, en sus días y después de sus días. Véase, por ejemplo, la Historia de Euskal Herria (Tafalla, Edit. Txalaparta), tomo III (‘El nacimiento de una nación’; 1ª ed. 1995, 5ª, 2006), por José Mª Lorenzo Espinosa.
No es raro que autores nacionalistas de apellidos no vascos propendan a mitigar el racismo de Arana. El prof. Lorenzo Espinosa se recrea en que Machado y otros hablaron mal de España, o de Castilla, y tampoco olvida citar las célebres declaraciones racistas de Cánovas (1896) contra los negros.
Para Lorenzo Espinosa, el racismo ni siquiera sería ingrediente primario de la receta magistral sabiniana, descargando esta opinión a la cuenta de Javier Corcuera. Algo así como el ‘carlismo per accidens’, que decía el propio Sabino.
Y no es así, ni puede ser. Léase para muestra su artículo ‘La pureza de la raza’ (‘Bizkaitarra’, nº 24, 31-03-1895), donde a vueltas de un exordio camaleónico y funambulesco ata muy bien los cabos del ‘quién será quien’ en la inminente Bizkaya libre.
Sabino definía la pureza racial por los medios disponibles en su tiempo, sobre todo la genealogía o apellidos (ya que la antropometría no daba resultados convincentes). Luego vendrá la serología con el rH y demás parafernalia, y por último la lectura del ADN.
Para Sabino, la raza es la razón de ser de una confederación libre y voluntaria de estados vascos. Pero nadie se confunda: una Bizkaya (o Euzkadi) independiente, basada en maketos no va con él, sería sólo «un nombre en el mapa», no la Patria de los Vascos.
Antimaketismo y racismo son las caras de la misma moneda. Sabino abomina de la plaga maketa como contaminadora de la raza vasca, no sólo por el contagio del vicio, sino por la semilla maldita en los emparejamientos mixtos.
En el mismo número citado del ‘Bizkaitarra’ se estrena un firmante ‘Baso Jaun’ (Señor Salvaje), primer embozo de Engracio Aranzadi, con un artículo conciliador ya desde el título: ‘Ojo por ojo’. Allí habla de «dos razas que a muerte se odian, la euskeriana, cuyo origen casi se confunde con el del primer hombre, , y la española, monstruoso engendro de la innoble mezcla de celtas, iberos, griegos, fenicios, cartagineses, suavos, alanos, visigodos y árabes».
A este ‘Señor Salvaje’ –tras nuevo artículo incendiario xenófobo, ‘¡Vengan escobas! (Suplemento IV, 21-07-1895)– le cupo el discutido honor de poner broche y corona final a ‘Baserritarra’, con ‘La invasión maqueta de Gipuzkoa’ (nº 32, 05-09-1895), provocación que colmó la paciencia del Gobierno civil y fue motivo del cierre del periódico y prisión de su director. El caballero ‘Baso Jaun’ no dio la cara.
José Antonio Engracio Aranzadi (San Sebastián, 1873.1937) era un ex integrista que colgó el hábito benedictino, y en el PNV fue redactor de Bizkaitarra. En la ciaboga final ‘españolista del Maestro, Aranzadi (‘Kizkitza’) se acomodó al posibilismo. De hecho fue cabecilla con Ramón de la Sota, cuando el desembarco de ‘euskalerríacos’ en el PNV, y director del diario ‘Euzkadi’ (1913-1927).
Engracio Aranzadi estampó aquello de que «[los vasco] constituimos la aristocracia del mundo, la nobleza de la tierra». Claro que, entre que si fue una frase fuera de contexto, y que entonces mucha gente escribía cosas así, los principales libros de ‘Kikitza’ tuvieron la mala pata de coincidir en el tiempo con el despegue de ‘Mein Kampf’ (1925-1928). Qué le vamos a hacer. También el corvo lauburu vasco se esquinó hasta convertirse en cruz gamada, aunque según dicen, nuestro ‘ventilador’ giraba en sentido contrario al hitleriano.
Don Yapoco, menos mal que Sabino se quedó en la teoría, porque de otro modo quizás estaríamos hablando de un comic gore.
Don Espía Ruso, como le he dicho a Don Arcu en Casa Belosti creo que es necesario desvelar al personaje, y la mejor manera de hacerlo es exponer su obra. Espero que llegué algún día en que alguien se avergüence de tener una estatua en su honor en una céntrica laza de Bilbao.
Doña Viejecita, le tengo reservada una entrada dedicada a la fobia de Sabino al organillo que le va a encantar.
Don Luigi, se le echaba de menos.
Querido Don Belosti, no puedo estar más de acuerdo. Para mi próxima entrada tengo previsto profundizar sobre el racismo de Sabino y su temor a la contaminación maqueta. Porque me parece escandaloso que, a estas alturas, todavía se quiera edulcorar el racismo de Sabino, y que se quiera pasar por alto la carga de odio que sembró. Eficazmente, por cierto, porque el nacionalismo es una mercancía averiada, pero que se vende muy bien.
Efectivamente, en ‘La pureza de la raza’, así como en los estatutos de su bachoqui, detalló perfectamente cuáles son los derechos de ciudadanía que tenía reservados para los maquetos en caso de que llegara a gobernar.
Porque aquí está la cuestión: Sabino no llegó a gobernar, y de este modo no sabemos qué habría llegado a hacer. Permítanme una comparación que a algunos parecerá desaforada: ¿qué pensaríamos de Mein Kampf, o “del segundo libro” de Hitler si no dispusiéramos de los datos adicionales que nos proporciona la experiencia del gobierno nazi? Es posible, si Hitler no hubiera llegado al poder, que en estos momentos hubiera un Partido Nacional-Socialista concurriendo tranquilamente a las elecciones en Alemania. Y quizás sus partidarios estarían relativizando el contenido de Mein Kampf, y asegurando que Hitler no era más antisemita que el alemán medio.
Es la base del nazismo.
"sugiere el siguiente índice"
¿El Mein Kampf vasco?