Por Belosticalle
La mitomanía bien entendida empieza por uno mismo. «Gracias, Señor,
porque no soy como los demás; como este publicano, sin ir mas lejos» (Lucas
18: 12). Sabino Arana fue gran mitómano, predicador machacón de su mito
fundacional, Euzkadi; pero sobre todo de su automito, ‘Yo, el
creador de Euzkadi’.
A Sabino, la realidad vasca sin Sabino le importaba un comino
(dicho sea en prosa rimada). De haberle interesado tanto como presumió, se
habría puesto a estudiarla en serio y objetivamente –tanto al menos como
trabajó la lengua vasca–, y habría producido algún trabajo o trabajillo
histórico o sociológico sobre su país.
Lejos de eso, el autodenominado «historiador filósofo» se agarró
a una idea facilona preconcebida y subjetiva, que adobó con cuatro
seudoleyendas históricas mal contadas (pues eso es ‘Bizkaia por su
independencia’). Porque para su ego más íntimo, la razón de ser y existir
lo Vasco era el mito de su redención por Sabino. Vamos por partes.
1. Mito fundacional
1.1. Origen y Caída
El Paraíso en la Tierra. La Madre Patria Vasca, eterna, endógama y
naturalmente justa y sabia, religiosa monoteísta, rural y libre –a imagen y
semejanza de su demiurgo creador y redentor–, desde el principio de su
protohistoria hasta los días del propio Sabino Arana, que 11 años de edad tenía
cuando se abolieron los Fueros vascongados, el 21 de julio de 1876.
Fecha funesta en que, con la connivencia traidora de sus peores hijos,
la Patria Vasca se ve sojuzgada por una potencia extranjera, España.
Hasta entonces, la Patria Vasca había sido una Confederacion Libre de
Repúblicas autónomas, en lucha esporádica por su independencia, primero contra
Roma, luego contra España y Francia.
De esas Siete Repúblicas, a Sabino le importan más las cuatro
cispirenaicas, y de éstas su Bizkaya, reducida a provincia española igual a
cualquier otra (5 de mayo 1877).
Fue entonces, y no antes ni después, cuando la odiosa y envidiosa nación
vecina arrebata a Bizkaya y sus ‘hermanas’ sus Leyes Viejas (los
Fueros), que fue como partirle el espinazo de su libertad.
El paso siguiente del enemigo será roer y disolver el sagrado país por
dentro, como una gusanera. Infiltrando una invasión foránea ‘maqueta’,
que no contenta con pudrirlo con toda clase de vicios de importación
–blasfemia, embriaguez, holganza, navajeo, baile agarrao y toda suerte de
inmoralidades nunca antes conocidas aquí, o por lo menos siempre mal vistas–
atentará contra el santasantórum: el vascuence, contaminado de castellanismos y
en galopante recesión; pero sobre todo contra la pureza de la raza, en orgía
nefanda de matrimonios mixtos.
1.2. Contramito de Salvación
Aquel niño de 11 años que era Sabino ‘cuando se jodió Euzkadi’
(en préstamo de Vargas Llosa) vivía en el error familiar de su padre,
naviero náufrago entre dos aguas tan encontradas como el carlismo
fuerista o el fuerismo carlista. El carlismo per se o per
accidens, que dirá el hijo, en la jerga escolástica aprendida en los
jesuitas. Y no se puede navegar a dos vientos tan contrarios.
Para ser el predestinado salvador de su patria, Sabino debe pasar
por una ‘iluminación’ y ‘conversión’. Esto es lo que expresó en un automito,
dentro del gran mito denominado ‘Discurso de la Cena de Larrazábal’ (3
de junio, 1893).
Allí el salvador, el profeta bíblico, al principio se resiste:
«Señor, yo no sé hablar, envía a otro». Los grandes profetas y
salvadores siempre empiezan así, con desgana; hasta que le cogen el gusto a la
carga y cargo que ellos mismos se imponen.
De haber captado Sabino un atisbo de dignidad y conciencia en su pueblo
vasco,
«ni mi opúsculo hubiese jamás aparecido a la luz
pública, ni yo me habría entregado con mis cortas fuerzas al estudio de las
leyes, la historia y la lengua de Bizkaya, al que (sic) nunca me sentí inclinado por natural afición.»
¿Pero de qué estudio de Leyes habla, ni de qué Historia? Si en el mismo
discurso dice que «por la Patria dejó la carrera». Y en cuanto a la
Historia, el resultado de sus desvelos a la vista estaba: cuatro cuentecillos,
cuatro batallitas de abuelete, contadas por un petimetre no se sabe a quién, si
a chiquitos o a grandes. Hoy no las lee nadie, salvo los muy, muy sabinianos,
algún especialista, este curioso impertinente, y pare usted de contar.
Pasemos página:
2. El automito
2. 1. Automito de conversión
«Fui yo carlista hasta los 17
años… Pero ya desde que había, a los 15 de mi edad, estudiado Filosofía,
distinguía mis ideas y decía que era carlista per accidens…: deseaba que D. Carlos se sentara en el trono español,
no como fin, sino como medio de restablecer los Fueros; que fueros
llamaba yo en aquella época a nuestras instituciones…
Pero el año 82 (¡bendito día el en que conocí a mi Patria, y eterna gratitud a quien me sacó de
las tinieblas extranjeristas!), una mañana en que nos paseábamos en nuestro
jardín mi hermano Luis y yo, entablamos una discusión política…” [1]
Como en un diálogo de Platón, en el locus amoenus, el pequeño
jardín de casa –Domingo de Pascua por más señas, puntualizarán los mitólogos; 9
de abril aquel año– Luis Arana en plan Sócrates se supone que va pulverizando
las razones de su hermano más joven.
«Mi hermano era ya bizkaino
nacionalista; yo defendía mi carlismo per accidens. Finalmente… tantas
pruebas históricas y políticas me presentó él para convencerme de que Bizkaya
no era España…, que mi mente, comprendiendo que mi hermano conocía más que
yo la historia, y que no era capaz de engañarme, entró en la fase de la duda, y
concluí prometiéndole estudiar con ánimo sereno la historia de Bizkaya, y
adherirme sinceramente a la verdad.»
De tales estudios serenos sólo cabe juzgar por el resultado: mitomanía
pura. «Tantas pruebas históricas y políticas» se encierran en un
argumento de autoridad: «porque lo digo yo». El maestro Sabino ha visto
la luz. Ahora se trata de hacer que la vean también todos los vascos bajo su
magisterio de gurú. Como en cualquier secta de las llamadas destructivas o de
lavado de cerebro.
El mito de conversión sabiniana corrió entre los adeptos y se amplificó,
hasta ser mito fundacional del Aberri Eguna (Día de la Patria Vasca),
que el partido celebrará cada año por la Pascua, desde 1932, que cayó en 27 de
marzo.
Jamás en 11 años se había hecho mención de aquel supuesto diálogo
socrático-jesuítico. Jesuítico, pues recordemos, Luis y Sabino estudiaron el
bachillerato como internos en el colegio de ‘La Antigua’, en Orduña,
regentado por la Compañía de Jesús. Y no menos curioso, el propio Sabino parace
tenerlo todo olvidado años después, en la entrevista que concedió al
periodista Ernesto García Ladevese en Pedernales, agosto de 1901 [2].
2. 2. Automito de salvación temporal y eterna
«¡Y aun habrá quienes crean que el nacionalismo
euskeriano es una causa puramente humana!»
Sabino, profundamente religioso, se proyecta a sí mismo como un líder
religioso. Predicador de la buena nueva, Euskadi. Conductor, como nuevo
Moisés que saca a su pueblo de la esclavitud española y le guía a la
patria Euskadi; o como Josué que le introduce en ella, expulsando a
todos los maquetos que se habían adueñado de la tierra vasca.
Pero el religioso Sabino es católico, y a esos modelos del Viejo Testamento
antepondrá el modelo de Cristo salvador. Hay artículos políticos con
largas tiradas de prédica religiosa, siempre la misma, como si el
demagogo hubiese trocado la tribuna por el púlpito. Valga de ejemplo, ‘Efectos
de la invasión’ (Baserritarra, Nº 11, 11 julio 1897), con el ayer
célebre, hoy arrumbado final:
«Para el hombre, sólo una cosa
hay importante: la salvación de su alma… Si de ella se le aparta y se le priva,
¿qué le queda, si no es la eterna desesperación por no haber llegado al Sumo
Bien?…etc., etc., etc…
«La sociedad euskeriana,
hermanada y confundida con el pueblo español, que malea las inteligencias y los
corazones de sus hijos y mata sus almas, está pues apartada de su fin, está
perdiendo a sus hijos, está pecando contra Dios.
«No insultamos al pueblo
español, no intentamos ofender a nadie [¡!]: sólo queremos salvar a nuestra
Patria… Y si publicamos la degradación del czarácter español, es porque el
euskeriano vea en su roce con ese pueblo la causa de su rebajamiento moral, y
si afirmamos la independencia de nuestra raza, la afirmamos como necesaria e
ineludible para evitar el mortal contagio… Bizkaya dependiente de España
no puede dirigirse a Dios, no puede ser católica en la práctica…»
¿Seguimos? Porque el Bodhisattva ha vuelto a entrar en trance y su
molinillo de oración está imparable:
«No es, no, el liberalismo del
gobierno y las leyes actuales de la nación dominadora la causa inmediata y
principal de la perversión de nuestro pueblo. No, y mil veces no… El carlismo,
el integrismo y el moderno regionalismo católico no podrán jamás salvar a
Euskeria, porque desde el momento que establecen la íntima unión social del
pueblo euskeriano con el español, se oponen a que aquél cumpla su fin, sirvan
sus hijos a Dios y salven sus almas… Salvar a nuestros hermanos,
proporcionándoles los medios adecuados para alcanzar su último fin: he ahí el
único y verdadero del nacionalismo.
«Si en las montañas de
Euskeria … ha resonado al fin en estos tiempos de esclavitud el grito de
independencia, Sólo por Dios ha resonado»
Las versales son del autor. El cual, fiel a su automito, cierra el
artículo identificando su personilla con el mismísimo logos de la
Virtud:
«Un hijo del estado
euskariano…, un oscuro bizkaino, fue quien dio el grito: cierto. Mas… no
preguntéis quién ha dado la voz. Es la voz de la razón y la justicia, y esto
debe bastaros. »
No le demos más vueltas. «Nosotros [los vascos] para Euzkadi, y
Euzkadi para Dios»: ese fue el mantra del salvador Sabino, ¡lo que va
de ayer a hoy!
2.3. Automito de redención
Como católico, el salvador Sabino sabía que la salvación cristiana fue
redención, sacrificio sangriento. De hecho, en el artículo citado de ‘Baserritarra’,
no olvida mencionar la Sangre de Jesucristo, en el mismo contexto patriótico en
que mencionó su propia sangre, como entrega final para el rescate de su
Bizkaya. Esto último fue en el ‘Discurso y Juramento de Larrazábal’.
Exactamente, en el ‘doble juramento’. Porque dos fueron los juramentos
sabinianos en aquel caserío de ‘Caballuco’:
Juramento 1º:
«Levantando
el corazón a Dios, de Bizkaya eterno Señor, ofrecí todo cuanto tengo y soy en
apoyo de la restauración patria, y juré (y hoy ratifico mi juramento) trabajar
en tal sentido con todas mis débiles fuerzas, arrostrando cuantos obstáculos se
me pusieran de frente y disponiéndome, en caso necesario, al sacrificio de
todos mis afectos, desde los de familia y de amistad hasta las conveniencias
sociales, la hacienda y la misma vida.»
Ya esto era como para cortar el resuello al auditorio. Pero la tensión
subió cuando el orador –como quien evoca el escenario de Getsemaní, donde
Cristo se ve solo ante el peligro, mientras los suyos dormitan y luego le
abandonan–, prevé su posible fracaso por la indolencia de su pueblo, y en tono
melodramático (Sabino tuvo reconocidas dotes de actor) pronuncia su
Juramento 2º:
Si tal sucediere, entonces
“abandonaré mi Patria. Pero, tenedlo bien
entendido, hijos de Bizkaya, si tan triste suceso llegara, juro, al dejar el
suelo patrio, dejaros también un recuerdo que jamás se borre de la memoria de
los hombres”.
¿Qué escarmiento tramaba Sabino infligir s su pueblo,
si éste le volvía la espalda? Nunca lo desveló. Pero más de uno entonces
entendería algo así como Vizcaya sacudida de horror una mañana al descubrir a
su héroe balanceándose colgado del Roble de Guernica, o viéndole arrojarse en
público por un acantilado, o apurar de un sorbo un vaso chiquitero de cianuro
en alguna romería de San Roque, etc.
(El suicidio siempre ha sido una forma de victoria
publicitaria, que los políticos de hoy deberían tener más en cuenta.)
Lo del suicidio, y en particular por ahorcamiento, no
va de chufla. En los ‘Apuntes íntimos’ de Sabino Arana figura éste,
senequiano puro:
«Si un pueblo tiene la desgracia de estar en
esclavitud, cúlpese a sí mismo.
¿Qué no hay remedio? La muerte libre es el
término de la libertad que no puede existir. Después de muertos, ¿qué hombre
puede esclavizarnos?»
«Ese hombre que pide la paz en la esclavitud,
merece encorvar con su peso la rama de un árbol.»
El sacrificio total de Sabino-Redentor es totalmente desinteresado:
«No
quiero nada para mí, todo lo quiero para Bizkaya; ahora mismo, y no una sino
cien veces, daría mi cuello a la cuchilla sin pretender ni la memoria de mi
nombre, si supiese que con ello habría de revivir mi Patria.»
Ese fue el celebradísimo ‘Juramento de Larrazábal’. Un
silencio embarazoso de varios minutos siguió al discurso. Ni un aplauso.
Alarma más bien, por el delirio frenético de un hombre tan joven que parecía
tan inteligente. La demencia precoz no pocas veces se anuncia por destellos
entre brillantes y lúgubres.
También Luis Arana Goiri tuvo su automito, aunque su
falta total de imaginación no lo adornó con frondosidades churriguerescas, como
las de Sabino. Quede eso para otro día.
(Concluirá)
[1] del ‘Discurso de
Larrazabal’.
[2] Cfr. ‘Fragmento de
Intervew’, en HNVESD, 1: 101-104. Es la primera transcripción completa del
manuscrito sabiniano, publicado antes en la Revista Euzkadi, 1913:
305-308, censurado en parte por su director Luis de Eleizalde, y tal cual
reproducido en las Obras Completas (Buenos Aires, 1965).
Comentarios
Lo he dicho hoy en "La Argos", donde D.Santiago ha traído unos textos de las memorias de Jesus Eguiguren Imaz ( pongo el nombre entero, porque hay personas valiosísimas que comparten el apellido, y no quisiera que se les confundiera con este ¿ señor? ).
El caso es que veo en este hombre el tipo de convencimiento de que él ha sido el Elegido por los dioses ( por Dios, en el caso de Sabino ), para redimir a los demás, para llevarles por el buen camino, al Paraíso prometido ( prometido, ¿a quien ?), hacia la perfección y la Felicidad. A costa del sacrificio que sea. ( el sacrificio propio, sólo de palabra, pero sí de hechos, por parte de los demás ) , ese mismo tipo de convencimiento que veo en el joven Sabino...
Y en ambos casos ese convencimiento no está basado ni en el estudio profundo, ni en el sacrificio personal, ni en la verdadera valía...
¿ Será que el mal tiempo, la neblina y la humedad propician la aparición de fantasmas ? Desde luego, en Irlanda y en Escocia, hay muchos. Aunque fantasmones, hay en todas partes. Y si se les hace caso, entonces ya es el acabóse.
Aunque creo que Benjamingrullo lo ha descrito muy bien. Asistimos a un penoso espectáculo en el que Eguiguren nos muestra cándidamente los esfuerzos que ha hecho para retorcer la realidad de modo que él no aparezca como lo que ha sido realmente: alguien movido por el miedo.