La Gran Depresión no alteró en absoluto la decisión de Bosch de producir carburante sintético a partir del carbón, pero no todos compartían su opinión en IG Farben. En julio de 1930, al regresar de vacaciones, Bosch encontró a una parte de los directivos que, en franca rebelión, pedían el cierre inmediato de la planta de Leuna. Ante la discrepancia, ambas partes acordaron constituir dos comités que evaluaran de forma independiente la viabilidad del proyecto. El primero dictó un informe desfavorable. Con la caída del precio del petróleo, la gasolina sintética sólo podría ser rentable si el gobierno la subvencionaba, lo que equivaldría a depender de él y, consiguientemente, a estar dispuestos a aceptar su influencia. El segundo comité, por el contrario, recomendó la continuación del proyecto, y el peso de Carl Bosch desequilibró la decisión a su favor. Poco después, Bergius y Bosch recibieron el premio Nobel de física por “la invención y desarrollo de los procesos químicos de alta presión”. Bosch fue el primer ingeniero en recibir la distinción.
Mientras tanto, la presencia de numerosos judíos entre sus administradores y técnicos había convertido a IG Farben en blanco de los nazis, que se dedicaron a representarla como “IG Moloch”, en referencia al sanguinario dios semita, o mediante una grotesca caricatura de Shylock con el nombre “Isidore G. Farber”. Los ataques nazis eran preocupantes, y a finales de 1931 se decidió poner a Heinrich Gattineau, un prometedor empleado con excelentes relaciones con el partido nacional socialista, como jefe de prensa en Berlín. A lo largo del siguiente año los directivos de IG Farben tomaron nota del ascenso del partido nazi. En las elecciones presidenciales de marzo de 1932 el NSDAP obtuvo el 36,8% de los votos, y en las elecciones al Reichstag de julio el porcentaje ascendió hasta el 37,4%, convirtiéndose en la mayor fuerza política en el parlamento, con un porcentaje superior a la suma de los partidos socialdemócrata (21,9%) y comunista (14,6%). Hitler solicitó al presidente Hindenburg ser nombrado Canciller, pero éste declinó. Sin el apoyo de Hitler el gobierno era inestable, y nuevas elecciones fueron programadas para noviembre.
El 90% de las inversiones previstas en el plan cuatrienal fueron destinadas al sector químico, y el 73% directamente a IG Farben. A lo largo del siguiente año se produjo un decidido proceso de nazificación de la compañía. La mayor parte de los directivos ingresaron en el Partido Nacional Socialista, mientras que todos los judíos fueron depurados de sus cargos directivos y técnicos. Mientras tanto, la pugna entre Schacht, por un lado, y Göring e IG Farben por otro, finalizó con el descalabro absoluto del primero, que en 1937 fue despojado de todo su poder. Paralelamente, Göring fue confiando cada vez más en Krauch. Sus esfuerzos en la preparación de Alemania para la guerra fueron reconocidos por Hitler, que le concedió la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro.
Mientras tanto, la presencia de numerosos judíos entre sus administradores y técnicos había convertido a IG Farben en blanco de los nazis, que se dedicaron a representarla como “IG Moloch”, en referencia al sanguinario dios semita, o mediante una grotesca caricatura de Shylock con el nombre “Isidore G. Farber”. Los ataques nazis eran preocupantes, y a finales de 1931 se decidió poner a Heinrich Gattineau, un prometedor empleado con excelentes relaciones con el partido nacional socialista, como jefe de prensa en Berlín. A lo largo del siguiente año los directivos de IG Farben tomaron nota del ascenso del partido nazi. En las elecciones presidenciales de marzo de 1932 el NSDAP obtuvo el 36,8% de los votos, y en las elecciones al Reichstag de julio el porcentaje ascendió hasta el 37,4%, convirtiéndose en la mayor fuerza política en el parlamento, con un porcentaje superior a la suma de los partidos socialdemócrata (21,9%) y comunista (14,6%). Hitler solicitó al presidente Hindenburg ser nombrado Canciller, pero éste declinó. Sin el apoyo de Hitler el gobierno era inestable, y nuevas elecciones fueron programadas para noviembre.
Bosch decidió que había llegado el momento de contactar con Hitler. Pidió a Gattineau que solicitara una cita, a la que acudiría el propio Gattineau y Heinrich Buetefisch, que, aunque no había cumplido cuarenta años, era director técnico de Leuna y una autoridad en los procesos de alta presión. La cita tuvo lugar en noviembre en Munich, justo antes de las elecciones. Hitler llegó evidentemente cansado por la campaña electoral que desarrollaba, pero demostró un gran interés y un gran conocimiento sobre la obtención de carburante sintético. Alemania necesitaba permanecer independiente de los suministros extranjeros, manifestó, y una economía sin petróleo era impensable. Por ello “el carburante alemán para motores debe convertirse en una realidad, aunque requiera sacrificios; por lo tanto, es imprescindible que el proceso de hidrogenación de carbón continúe”. Estaba programada una duración de treinta minutos para la entrevista, pero se extendió durante dos horas y media. Hitler aseguró a los enviados e IG que la compañía podía contar con su apoyo, tanto político como financiero. Cuando reportaron a Bosch, éste exclamó: este hombre es más sensato de lo que pensaba.
En las elecciones de noviembre de 1932 el partido nazi descendió al 33,1%, mientras que el partido comunista ascendía hasta el 16,9%. La alarma cundió entre los empresarios. Hjalmar Schacht, presidente del Reichsbank, se puso de acuerdo con prominentes industriales y redactó una carta para el presidente Hindenburg, en la que, en esencia, pedían que nombrara Canciller a Hitler. Fue firmada por personas tan influyentes como Krupp, Siemens, Thyssen, Bosch (el tío de Carl), von Schroeder y Voegler. Carl Bosch no estaba entre ellos. En febrero Schacht volvió a dirigirse a los industriales y les solicitó la aportación de un millón de marcos para apoyar la campaña del partido nazi. IG accedió a colaborar con 400.000 marcos, con gran diferencia la mayor aportación individual. El apoyo de IG a Hitler era ahora oficial. En las elecciones de marzo de 1933, el partido nazi obtuvo 5,5 millones de votos más que en las elecciones precedentes, y ascendió a un 43,9% de los votos.
En las elecciones de noviembre de 1932 el partido nazi descendió al 33,1%, mientras que el partido comunista ascendía hasta el 16,9%. La alarma cundió entre los empresarios. Hjalmar Schacht, presidente del Reichsbank, se puso de acuerdo con prominentes industriales y redactó una carta para el presidente Hindenburg, en la que, en esencia, pedían que nombrara Canciller a Hitler. Fue firmada por personas tan influyentes como Krupp, Siemens, Thyssen, Bosch (el tío de Carl), von Schroeder y Voegler. Carl Bosch no estaba entre ellos. En febrero Schacht volvió a dirigirse a los industriales y les solicitó la aportación de un millón de marcos para apoyar la campaña del partido nazi. IG accedió a colaborar con 400.000 marcos, con gran diferencia la mayor aportación individual. El apoyo de IG a Hitler era ahora oficial. En las elecciones de marzo de 1933, el partido nazi obtuvo 5,5 millones de votos más que en las elecciones precedentes, y ascendió a un 43,9% de los votos.
Poco después de las elecciones Bosch y Hitler se reunieron por primera vez. Al principio las cosas se desarrollaron bien. Hitler confirmó su deseo de que Alemania fuera autosuficiente en carburante, y reiteró su completo apoyo al proyecto de hidrogenación. En un momento dado Bosch planteó una cuestión que sus asesores le habían aconsejado evitar. Si los científicos judíos eran obligados a abandonar el país, expuso, la química y la física retrocederían 100 años en Alemania. Hitler, perdiendo la compostura, gritó: pues trabajaremos 100 años sin físicos ni químicos. A continuación, con la cara encendida, llamó a su secretario y, sin dirigirse a Bosch, le dijo que su visitante deseaba marcharse. Jamás volvieron a reunirse. Bosch continuó con su campaña a favor de los científicos judíos. Como Fritz Haber, que en abril había sido destituido de su cátedra en la Universidad de Berlín. No sirvió de mucho. Haber se vio obligado a huir de Alemania, y en enero de 1934 murió, abandonado y devastado, en Basilea.
Pero la hostilidad personal entre Hitler y Bosch no interfirió en el proyecto compartido de creación de gasolina sintética. El 14 de diciembre de 1933 Bosch y Schmitz, en representación de IG, firmaron un acuerdo con el gobierno para incrementar exponencialmente la producción de Leuna en los siguientes cuatro años, de modo que, a finales de 1937, estuviera en condiciones de producir 350.000 toneladas anuales de carburante. A cambio, el gobierno se comprometía a garantizar un precio, muy superior al del petróleo, que cubriera los costes de producción y un 5% en concepto de beneficios. De este modo, la incertidumbre económica se desvanecía por completo del horizonte de IG Farben.
Mientras tanto, una vez fijadas las bases para conseguir la autosuficiencia alemana en carburante, Hitler la buscó para otras materias primas, y la más importante era el caucho. Aquí se encontró con la oposición, tanto del ejército como de Hjalmar Schacht, que acababa de ser nombrado Ministro de Economía del Reich. Las objeciones de los militares provenían del hecho de que, hasta ese momento, ninguno de los sustitutivos sintéticos del caucho, Buna incluida, resultaban aceptables. Para el segundo se trataba de una mera cuestión económica: el coste de Buna era 5,5 veces superior al precio de mercado del látex.
En Septiembre 1935 se celebró en Nuremberg el 7º congreso del partido nazi, llamado “Congreso de la Libertad” (libertad, en este caso, se refería frente al Tratado de Versalles), que Leni Riefenstahl reflejó en un documental titulado “Día de la Libertad:nuestra Wehrmacht”. Entre otras cosas, Hitler anunció que el caucho sintético podía considerarse un problema resuelto. De modo que Bosch, a pesar de la oposición de Schacht, comenzó la construcción de una nueva planta de Buna en Schkopau, cerca de Leuna. En abril de 1936 Göring fue nombrado Comisario de Materias Primas, y colocó a Carl Krauch, directivo de IG, al frente de su comité de expertos. Inmediatamente comenzó la redacción de un plan cuatrienal para conseguir la autosuficiencia de materias primas cuyo objetivo era, en esencia, preparar a Alemania para la guerra. Hitler lo anunció en el siguiente Congreso de Nuremberg (“Congreso del Honor”; documental de Riefenstahl “Nuremberg festivo”): ”En cuatro años Alemania debe ser completamente independiente de los países extranjeros con respecto a todos los materiales que, en una forma u otra, pueden ser producidos a través de la capacidad alemana en química, ingeniería y minería”.
Pero la hostilidad personal entre Hitler y Bosch no interfirió en el proyecto compartido de creación de gasolina sintética. El 14 de diciembre de 1933 Bosch y Schmitz, en representación de IG, firmaron un acuerdo con el gobierno para incrementar exponencialmente la producción de Leuna en los siguientes cuatro años, de modo que, a finales de 1937, estuviera en condiciones de producir 350.000 toneladas anuales de carburante. A cambio, el gobierno se comprometía a garantizar un precio, muy superior al del petróleo, que cubriera los costes de producción y un 5% en concepto de beneficios. De este modo, la incertidumbre económica se desvanecía por completo del horizonte de IG Farben.
Mientras tanto, una vez fijadas las bases para conseguir la autosuficiencia alemana en carburante, Hitler la buscó para otras materias primas, y la más importante era el caucho. Aquí se encontró con la oposición, tanto del ejército como de Hjalmar Schacht, que acababa de ser nombrado Ministro de Economía del Reich. Las objeciones de los militares provenían del hecho de que, hasta ese momento, ninguno de los sustitutivos sintéticos del caucho, Buna incluida, resultaban aceptables. Para el segundo se trataba de una mera cuestión económica: el coste de Buna era 5,5 veces superior al precio de mercado del látex.
En Septiembre 1935 se celebró en Nuremberg el 7º congreso del partido nazi, llamado “Congreso de la Libertad” (libertad, en este caso, se refería frente al Tratado de Versalles), que Leni Riefenstahl reflejó en un documental titulado “Día de la Libertad:nuestra Wehrmacht”. Entre otras cosas, Hitler anunció que el caucho sintético podía considerarse un problema resuelto. De modo que Bosch, a pesar de la oposición de Schacht, comenzó la construcción de una nueva planta de Buna en Schkopau, cerca de Leuna. En abril de 1936 Göring fue nombrado Comisario de Materias Primas, y colocó a Carl Krauch, directivo de IG, al frente de su comité de expertos. Inmediatamente comenzó la redacción de un plan cuatrienal para conseguir la autosuficiencia de materias primas cuyo objetivo era, en esencia, preparar a Alemania para la guerra. Hitler lo anunció en el siguiente Congreso de Nuremberg (“Congreso del Honor”; documental de Riefenstahl “Nuremberg festivo”): ”En cuatro años Alemania debe ser completamente independiente de los países extranjeros con respecto a todos los materiales que, en una forma u otra, pueden ser producidos a través de la capacidad alemana en química, ingeniería y minería”.
El 90% de las inversiones previstas en el plan cuatrienal fueron destinadas al sector químico, y el 73% directamente a IG Farben. A lo largo del siguiente año se produjo un decidido proceso de nazificación de la compañía. La mayor parte de los directivos ingresaron en el Partido Nacional Socialista, mientras que todos los judíos fueron depurados de sus cargos directivos y técnicos. Mientras tanto, la pugna entre Schacht, por un lado, y Göring e IG Farben por otro, finalizó con el descalabro absoluto del primero, que en 1937 fue despojado de todo su poder. Paralelamente, Göring fue confiando cada vez más en Krauch. Sus esfuerzos en la preparación de Alemania para la guerra fueron reconocidos por Hitler, que le concedió la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro.
Comentarios
Ameno relato, vive dios.
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Saludos.
- Hell's Cartel: IG Farben and the Making of Hitler's War Machine, de Diarmuid Jeffreys.
- The Crime And Punishment of I.G. Farben, de William Borkin.
- The Devil's Chemists: 24 conspirators of the international Farben cartel who manufacture wars, de Dubois y Johnson.
- Wall Street and the rise of Hitler, de Anthony Sutton.
La parte bélica del asunto la he sacado de los magníficos libros de la editorial Osprey. A partir de ahí, yo me he limitado a intentar hacer un relato coherente y ameno. Saludos.
De cualquier forma, todo esto de independizarse del petróleo extranjero, de sacar partido al carbón, etc, me suena como bastante actual.
( Es que tengo un marido germanófilo, y compramos Der Spiegel cada semana, y no hacen más que hacer propaganda de eso mismo ... )